Se retiran las tropas de Kosovo. Se aumentan en Afganistán

Cambio Kosovo por Afganistán

Cuando Carme Chacón anunció, desde la base española de Istok, la retirada unilateral de los 620 soldados españoles que participan en la misión internacional que está certificando la segregación de Kosovo, parecí­a que por fin el gobierno habí­a adoptado una decisión autónoma, coherente con los intereses nacionales. Que además vení­a acompañada de la reprimenda de EEUU y la OTAN. Pero conforme sabemos más, la ligera alegrí­a se transforma en bochorno. Horas después del anuncio de retirada, un enviado personal de Zapatero viajaba a Washington para rendir cuentas al centro del imperio. Los resultados de la reunión no pueden ser más negativos. La retirada de Kosovo se aplazará casi «sine die», hasta coincidir con la reducción ya planificada de la misión de la OTAN. Y, sobre todo, el supuesto desaire en Kosovo se compensará con el incremento de las tropas españolas en Afganistán, dando así­ satisfacción al auténtico objetivo de la Casa Blanca.

La retirada de las troas españolas de la misión de la OTAN en Kosovo llega con un año de retraso, justo el transcurrido desde la declaración de independencia de la ex provincia serbia. Resulta inaudito que España esté participando directamente en un despliegue militar que permite un proceso de disgregación que es enarbolado por las principales fuerzas del nacionalismo étnico en España. Por eso, la retirada anunciada por la ministra de Defensa era obligada. Pero a partir de hacerse pública, hemos asistido a una auténtica ceremonia de la confusión, que lejos de reforzar la autonomía española ha ofrecido resultados bochornosos. La administración de Obama respondió a la retirada española de Kosovo en términos inusualmente duros. El portavoz del Departamento de Estado, Robert Wood, estar "profundamente decepcionados por la decisión tomada por España (…) que no compartimos ni comprendemos". El gobierno Obama trazaba las "líneas rojas", declarando sagrados, por encima de los cambios de gobiernos, los compromisos militares dentro de la OTAN, que afectan al mantenimiento de la hegemonía norteamericana. La respuesta de Zapatero fue una intempestiva visita a Washington del secretario general de la Presidencia, Bernardino León, junto al general Félix Sanz, representante militar para la presidencia de la UE, para rendir cuentas ante el consejero nacional de seguridad de Obama, el general retirado James Jones. Allí se decidió aplazar, casi "sine die" la retirada de Kosovo. La salida de los soldados españoles podría demorarse hasta un año, coincidiendo con la entrada en la tercera fase de la misión de la OTAN, que prevé una sensible reducción de tropas. Decisión que deja, a efectos prácticos, prácticamente en nada la polémica retirada. Pero, sobre todo, los representantes españoles anunciaron a Washington que se "colaborará más intensamente y con todas las herramientas posibles" en la nueva estrategia que diseña Obama para Afganistán. Incrementando la presencia española en un batallón, junto a la llegada de diferentes cuerpos de la guardia civil. Ninguna sorpresa. Por encima del revuelo mediático, eso era lo acordado. El día antes de que la ministra de Defensa, altos funcionarios del ministerio se habían entrevistado con el numero dos del secretario de Estado norteamericano (Robet Gates, que ya ostentaba el mismo cargo con Bush). Y pactaron la aceptación norteamericana a la retirada en Kosovo a cambio de que se incrementaran las tropas en Afganistán, primera preocupación internacional de Obama. El pasado 26 de febrero, en "Tengo una pregunta para usted", Zapatero aseguró con un "no" tajante que el número de soldados españoles en Afganistán se mantendría igual aunque Obama pidiese más militares a España. Una nueva promesa incumplida por Zapatero.

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