Selección de prensa nacional

Cajas (muy) negras

Tan difí­cil es el momento de las Cajas que, a fecha de hoy y después de una notable reducción en su número histórico, existen más de cuatro docenas y están condenadas a fusionarse entre ellas y/o suspender su actividad. En el mejor de los casos, sobrevivirán poco más de una docena. Algunas son enormes y otras mí­nimas, pero todas tienen en común el servicio polí­tico a quienes, territorialmente, tienen capacidad para nombrar y desnombrar a sus rectores.

¿No hay nadie resonsable en las Cajas, ni tan siquiera en la de Castilla-La Mancha, de mala administración, gestión incorrecta, concesiones crediticias temerarias o disposición desmedida de bicocas y sinecuras? ¿Tampoco tienen responsabilidad política quienes nombraron esos consejos y quienes, debiendo hacerlo, no han mantenido una vigilancia diligente? EL PAÍS. No son pocas ni poco relevantes las razones que apuntan a una gradual erosión de la hegemonía del dólar de EE UU como moneda vehicular en las transacciones comerciales y financieras internacionales y como activo de reserva. ABC. Hay que ver lo que le gusta al nacionalismo vasco echarse al monte. Ayer lo hizo, literalmente, en el Gorbea, para conjurar con un exorcismo ritual la profanación cometida por unos militares arriscados que plantaron allá arriba una intolerable bandera española. Ni que el País Vasco fuera Perejil, dice el tal Urkullu, reconvertido en ocasional caudillo liberador de tierras ocupadas. Está por ver el día en que se echen al monte con todas sus enseñas para protestar en serio contra ETA y sus cómplices, o para honrar la memoria de las víctimas del terrorismo. Sería un picnic muy celebrado en el que nadie echaría de menos o de más bandera alguna. Opinión. Estrella Digital CAJAS (MUY) NEGRAS M. Martín Ferrand Un banquero es un hombre que presta a otro el dinero de un tercero" (Barón de Rothschild) La escueta, cruel y sincera definición de banquero que encabeza estas líneas se complementa y perfecciona con la que, en uno de sus famosos espectáculos, acuñó Bop Hope para explicarnos lo que es un banco: "Un lugar donde te prestan dinero si puedes demostrar que no lo necesitas". Lo de las Cajas de Ahorro, en España, fuere cual fuese su germen fundacional, es mucho peor y muchísimo menos divertido. El banquero, por lo menos, es, en todo o en parte, propietario de su banco y se expone al riesgo que ello significa. Las Cajas no son de nadie. Las "ocupan" unos consejos de administración por razones que no siempre son nítidas y fáciles de explicar. Tampoco prestan dinero a quienes no lo necesitan. Suelen hacerlo, pródigamente y según las adscripciones políticas de su circunscripción, a los jefes y jefecillos de los partidos políticos que les resultan más afines y, sobre todo, según los designios de quienes utilizaron su poder y su influencia para que sean ellos, y no otros de mayor merecimiento, quienes conforman la cúpula del poder de las Cajas que "administran". La crisis financiera que nos acosa, aunque por razones no exactamente coincidentes con la crisis global, se ha cebado con saña especial en las Cajas. Los bancos españoles, la mayoría, van capeando la tormenta del mejor modo posible; pero las Cajas, la mayoría, han hecho inversiones tan disparatadas, financiado negocios -mayoritariamente inmobiliarios- de tan poca solvencia y gastado, con distintos pretextos, de forma tan desordenada que son muchas las que atraviesan por graves dificultades. Tan graves, que muy pocas entre esas muchas podrían superarla por sus propios medios. Tan difícil es el momento de las Cajas que, a fecha de hoy y después de una notable reducción en su número histórico, existen más de cuatro docenas y están condenadas a fusionarse entre ellas y/o suspender su actividad. En el mejor de los casos, sobrevivirán poco más de una docena. Algunas son enormes y otras mínimas, pero todas tienen en común el servicio político a quienes, territorialmente, tienen capacidad para nombrar y desnombrar a sus rectores. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que cada día demuestra una capacidad inventora superior y más risible que la del Profesor Franz de Copenhague, el del TBO, se dispone a socorrer, otra vez, a las entidades financieras en apuros. Cuenta para ello con el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) -¡toma nísperos!, que diría el maestro Campmany-, que dispondrá, para empezar a andar, de 9.000 millones de euros. Dos tercios con cargo al Presupuesto y uno procedente del Fondo de Garantías de Depósitos. Es un apósito que cubrirá, si llega, la purulenta herida de las Cajas; pero, como todo el mundo que no pertenece al Gobierno sabe, tapar una herida antes de limpiarla y desinfectarla a conciencia es un remedio peor que el mal que se trata de atajar. Por mucho que, al alimón, María Teresa Fernández de la Vega y Elena Salgado quieran quitarle hierro al problema, el de las Cajas es gravísimo. Para muchas, terminal. No alcanzarán los 27.000 millones de euros de endeudamiento añadido que prevé el Gobierno para echarle unas medias suelas al agujero del conjunto. Y lo que es más grave: ¿por qué extraña razón no se nos informa con la claridad a la que tenemos derecho, como contribuyentes y como clientes, de la dimensión del problema de todas y cada una de las Cajas? El Gobierno está echando sobre los lomos del Estado una responsabilidad añadida en el caso, ojalá que no llegue a producirse, de que los petardazos previsibles se conviertan en traca atronadora. ¿No hay nadie responsable en las Cajas, ni tan siquiera en la de Castilla-La Mancha, de mala administración, gestión incorrecta, concesiones crediticias temerarias o disposición desmedida de bicocas y sinecuras? ¿Tampoco tienen responsabilidad política quienes nombraron esos consejos y quienes, debiendo hacerlo, no han mantenido una vigilancia diligente? La cadena de fusiones que nos aguarda será un remiendo más para una prenda insostenible y descompuesta si, previamente, no se esteriliza la infección presente y se dicta un nuevo y exigente reglamento de juego. ESTRELLA DIGITAL. 5-7-2009 Editorial. El País DECLINANTE HEGEMONÍA No son pocas ni poco relevantes las razones que apuntan a una gradual erosión de la hegemonía del dólar de EE UU como moneda vehicular en las transacciones comerciales y financieras internacionales y como activo de reserva. El papel central, incuestionable, de la moneda americana recibió un primer golpe cuando, de forma unilateral, la Administración Nixon abandonó el compromiso de convertibilidad del dólar en oro, en 1971, y con ello se dinamitó el régimen cambiario nacido en Bretton Woods; se iniciaba a partir de entonces una etapa de libre flotación de los tipos de cambio de las principales monedas, y con ella, la amplificación del riesgo de cambio. En torno a las monedas de las economías más avanzadas, como si de satélites se tratara, han ido girando otras en sistemas de flotación limitada o incluso regímenes de tipo de cambio fijos. Una de esas monedas con capacidad de atracción gravitatoria creciente ha sido el euro, que, además de representar a un bloque de importantes economías con una presencia comercial y financiera en aumento, ha dado muestras en sus 10 años de vida de mayor estabilidad que el dólar. Así lo han entendido las autoridades de algunos países, fundamentalmente exportadores, que tras acumular cantidades significativas de reservas en dólares, observan cómo la depreciación del tipo de cambio de éste, necesario reflejo del persistente y abultado déficit corriente americano, reduce la rentabilidad de mantenerlo como denominador de las reservas internacionales. La dependencia de EE UU, en particular de su Gobierno, del ahorro del resto del mundo está lejos de reducirse, a tenor del creciente déficit publico. El más significativo cuestionamiento de esa larga hegemonía del dólar lo han manifestado las autoridades chinas, al sugerir el gobernador del Banco Central, en las vísperas de la última reunión del G-20, la mayor utilización como numerario en las transacciones internacionales de los Derechos Especiales de Giro (SDR, según sus iniciales en inglés), una cesta de las principales monedas cuyo nacimiento a principios de los sesenta trataba de reflejar precisamente esa irrupción de otras economías relevantes en la escena económica internacional. Sin menoscabo de la revisión de las ponderaciones con que las principales monedas integran esa cesta, la extensión de sus funciones como unidad de cuenta sería una lógica consecuencia de la mayor dispersión del poder económico y financiero que hoy caracteriza a la economía mundial. Que sea la ya segunda economía más grande del planeta el principal tenedor de reservas internacionales del mundo y primer financiador del déficit público estadounidense es todavía más revelador. La revisión de las regulaciones y de la arquitectura financiera internacional que esta crisis está determinando son condiciones necesarias para no incurrir en una dinámica de involución, de desglobalización, de consecuencias todavía menos favorables que la propia crisis. El resultado de todo ello será un mundo menos dependiente de las hegemonías simples, no sólo en la distribución del poder en las instituciones multilaterales, sino también en el protagonismo relativo de las monedas en el ejercicio de sus funciones como activos de reserva y medios de cambio en la escena global. EL PAÍS. 5-7-2009 Opinión. ABC NACIONALISMO EN EL MONTE Igancio Camacho HAY que ver lo que le gusta al nacionalismo vasco echarse al monte. Ayer lo hizo, literalmente, en el Gorbea, para conjurar con un exorcismo ritual la profanación cometida por unos militares arriscados que plantaron allá arriba una intolerable bandera española. ¡Cómo se atreven esos malandrines a colocar una bandera de España en territorio español! Ni que el País Vasco fuera Perejil, dice el tal Urkullu, reconvertido en ocasional caudillo liberador de tierras ocupadas. Y para expulsar los malos demonios han llenado el monte de ikurriñas, como si una bandera fuese excluyente de la otra; ambas son perfectamente constitucionales, pero el PNV se acostumbró a convertir la una en excluyente, en la «suya», que era un modo de atizarle simbólicamente con el mástil a quienes no sienten ningún reparo en identificarse con las dos. Ésta es la clave de la hegemonía forzosa que han impuesto los nacionalistas: aprovechar el sentido integrador de la autonomía que diseñó la Constitución para construir un ámbito de exclusiones. Para subvertirla, literalmente. La estrategia les ha dado, qué duda cabe, resultados rentables: treinta años de dominancia política nada menos. Un período tan largo ha generado un sentimiento de sumisión más o menos subconsciente, hasta el punto de que la sociedad vasca ha interiorizado como una especie de necesidad ontológica que el nacionalismo ha de estar en el poder de un modo u otro. Así se explica el dato esencial del último Euskobarómetro, según el cual el 60 por ciento de los vascos está en desacuerdo con el pacto PSOE-PP, inclinándose en mayoría por una fórmula de coalición entre los socialistas y el PNV. Lo curioso es que en las últimas elecciones el partido-tótem obtuvo sólo un 38,5 por 100 de los votos. Es decir, que incluso muchos ciudadanos que no lo votaron piensan que debería seguir gobernándolos. Sentido de dependencia, se llama eso. Síndrome de Estocolmo. Con semejante estado de opinión, que es el verdadero enemigo del gobierno de Patxi López, es natural que el nacionalismo sienta impulsos de subir al monte para proclamarse como providencialista salvador de la patria amenazada. En realidad, los nacionalistas nunca han bajado de los cerros, desde que Arana dio en elegir escenarios montaraces para sus proclamas mesiánicas, a menudo pronunciadas tras bien regadas comilonas campestres; se trata de un partido estrictamente cerril, que busca sus raíces en una mitología de ruralismo atávico, antiurbano y antimoderno, amigo de akelarres y demás conjuros mágicos. Pero está por ver el día en que se echen al monte con todas sus enseñas y su parafernalia excursionista para protestar en serio contra ETA y sus cómplices, o para honrar la memoria de las víctimas del terrorismo. Sería un picnic muy celebrado en el que nadie echaría de menos o de más bandera alguna. ABC. 5-7-2009

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