Giro del PSC en Cataluña, posicionándose claramente contra la ruptura

Cada vez más grietas en el proyecto de Mas

Era inevitable. A medida que Artur Mas se ha ido radicalizando, pasando de un aparentemente neutro y democrático «derecho a decidir» a un proyecto abiertamente independentista, era sólo cuestión de tiempo que se fueran abriendo profundas grietas, contradicciones y rechazos en el seno de las fuerzas polí­ticas y la sociedad catalana.

El más importante ha sido el rechazo del PSC a votar favorablemente la petición hecha por el Parlament de Cataluña al Congreso español de traspasar las competencias de organización de los referendos consultivos. Una reclamación políticamente muy peligrosa porque dejaría en manos del gobierno de Artur Mas la organización de la consulta prevista para el 9 de noviembre. Y basta con seguir unas pocas horas cualquier medio de comunicación público catalán para saber cómo se las gasta Mas en materia de libertad de expresión, debate, pluralidad y contraste de opiniones. «El alinieamiento del PSE con las tesis nacionalistas le han alejado de sus votantes, provocando un descalabro que amenaza con convertirlo en la quinta fuerza política de Cataluña»

El giro dado por el PSC en este asunto es una muy buena noticia para la defensa de la unidad de Cataluña con el resto de España y un golpe políticamente muy duro para el proyecto de Mas.

En efecto, los desesperados intentos de Artur Mas para unir al PSC en esta reclamación forma parte de una estrategia que consiste en buscar por todos los medios transmitir la imagen de que quienes se oponen a su proyecto no son más que nostálgicos reconvertidos de la España “una, grande y libre” del franquismo. Y que, por tanto, cualquier catalán demócrata debe huir de ellos.

Una estrategia que se despliega con profusión, desde en los medios de comunicación de la Generalitat hasta en simposios como el recientemente organizado de “300 años de historia de España contra Cataluña”.

La decisión del PSC de votar en contra -respaldada por el 83,5% de los votos del Consell Nacional, máximo órgano de decisión del partido entre congresos- ha roto en mil pedazos esa estrategia. Nadie en su sano juicio puede creer que el PSC forma parte de las filas de los nostálgicos del franquismo.

Las razones del giro

Para explicar este giro, desde la última etapa de la dirección sobre el PSC del círculo más soberanista nucleado en torno a los hermanos Maragall a la actual posición de Pere Navarro y su equipo dirigente, hay que remitirse a dos tipos de razones.

Tal y como era previsible, a medida que se acerca la fecha prevista para la realización de la consulta estamos asistiendo a un despliegue en todos los frentes de los poderes del Estado (que pese a la degradación política del país siguen siendo muchos y muy fuertes) para impedir su realización.

De forma invisible pero implacable, la clase dominante española ha puesto en marcha todos sus mecanismos de poder y presión para contrarrestar la ofensiva de Mas. Y el PSC no es, en absoluto, ajeno a esta presión.

Las negociaciones y acuerdos alcanzados a finales del pasado año entre Rubalcaba y Pere Navarro forman parte de este movimiento.

A cambio de la apuesta, más o menos consecuente, del PSOE por una reforma de la Constitución en sentido federal, el PSC ha aceptado acabar con las vacilaciones que hasta ahora hacían difícil saber en que campo jugaba, incluso a riesgo de romper el propio partido.

Y es en torno a esta cuestión donde está la segunda de las razones. Hasta ahora, la dirección del PSC había tratado de mantener el equilibrio con los sectores más soberanistas de su partido, lo que se conoce -de forma impropia como el “alma catalanista” del PSC. Pero precisamente este equilibrio, que ha hecho aparecer al PSC en los últimos años más alineado con el soberanismo que otra cosa, es una de las razones que explican en gran medida la desafección de una masa cada vez mayor de sus votantes y su imparable hemorragia electoral.

Un descalabro que amenaza con convertirlo en la quinta fuerza política de Cataluña, cuando desde 1977 siempre ha sido -según fueran elecciones generales o autonómicas- la primera o la segunda.

La presión que viene desde abajo, desde organizaciones locales y cargos municipales para intentar recuperar a una parte de estos votantes, exigiendo mostrar firmeza ante el órdago separatista de Mas es la otra gran razón que está detrás del giro. Incluso aunque eso pueda suponer pérdidas por el lado de los sectores más nacionalistas, pero que como han puesto de manifiesto la votación en el Consell Nacional o los resultados del último congreso, son una pequeña minoría que difícilmente alcanza al 15% del partido.

En todo caso, el giro del PSC es una buena noticia en la medida que aísla a Mas, frena sus intentos de dividir a los partidarios de la defensa de la unidad de Cataluña con el resto de España y rompe la estrategia de identificar a aquellos que se oponen a su consulta como fuerzas “casposas” y reaccionarias. Bienvenido un PSC que, en palabras de uno de los miembros del Consell Nacional, ha decidido “pasar a la ofensiva en nombre de la Cataluña que no quiere ni romper, ni resignarse a que todo continúe igual”.

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