El envío de 300 soldados a Irak, el establecimiento de 130 soldados con seis lanzadoras de misiles en la frontera turcosiria o la cesión de la base de Morón para el paso de los soldados enviados a África a «combatir el ébola» son otros tantos síntomas del creciente encadenamiento de nuestro país a los proyectos militares norteamericanos.
Con el envío de 300 soldados a Irak y Siria, Rajoy -jaleado por el nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez- da marcha atrás a la posición mantenida en la última cumbre de la OTAN, donde afirmó que nuestro país “no volvería” con sus tropas a Irak. Ha pasado apenas un mes de aquello, y el ministro de Defensa ya ha anunciado el envío de un destacamento de 300 soldados a Irak para formación y entrenamiento del ejército iraquí. Aunque no
descartó que su misión se “amplíe” en un futuro próximo, abriendo así la puerta a su posible participación en los
combates contra el Estado islámico.
Simultáneamente, PP y PSOE decidían de común acuerdo aceptar la cesión de la base española de Morón de
la Frontera para el traslado de los 3.000 soldados norteamericanos que participarán en la operación yanqui contra el
Ébola, una operación militar camuflada de operación humanitaria. A pesar de que unos y otros se han apresurado a
decir que exigirán un protocolo máximo de seguridad, la visita realizada por médicos militares norteamericanos al
hospital público de Jerez de la Frontera para “revisar y comprobar sus instalaciones” es todo un síntoma del peligro
que entraña la operación y la cesión de Morón como base de tránsito. Amedida que crece el debilitamiento estadounidense y se acelera la velocidad con la que debe responder a desafíos en todos los frentes, la exigencias
a sus aliados en el terreno militar se vuelven cada vez más urgentes y perentorias. La pérdida de soberanía
y los riesgos que entraña el servilismo bipartidista a los mandatos de Washington crece en consonancia con ellas.