¿Qué hay en juego detrás de la campaña para forzar la dimisión de Alberto Saiz al frente del CNI?

Cacerí­a de Estado

«Hay áreas del CNI que están fuera de control». Así­ explicaba una fuente de Moncloa la agresiva campaña que ha forzado la dimisión del director del Centro Nacional de Inteligencia, Alberto Saiz. Desde el mismo seno de los servicios secretos españoles se ha desatado una auténtica guerra de dossiers, aireando supuestas corruptelas de Saiz. Y obligándole a presentar su dimisión pocas semanas después de haber sido ratificado en el cargo. Quien piense que asistimos a un mero caso de corrupción está peligrosamente ciego. Hemos asistido a una auténtica «cacerí­a de Estado» con el objeto de dar un golpe de timón en los servicios secretos, uno de los puntos más sensibles de la arquitectura del Estado. ¿Puede pensarse que los agentes que han filtrado las acusaciones contra Saiz están «fuera de control»? ¿O la gravedad del asunto es preguntarse a qué clase de «control» respondí­an? ¿Es casual que el sustituto elegido, el general Félix Sanz, sea un general con estrechas relaciones con EEUU?

¿Dónde está la corrución?Se acusa a Alberto Saiz de utilizar ilegalmente los fondos del CNI en propio beneficio, cargando a cuenta del organismo público cacerías en el extranjero o reformas en su vivienda. O de abusar de su cargo favoreciendo la contratación de familiares.Nadie en su sano juicio puede pensar que estos “pecados”, caso de ser ciertos, sean motivo para desatar en el seno del CNI una guerra interna que ha desestabilizado a los servicios de inteligencia españoles.Convendría seguir el hilo de los denunciantes para llegar al origen del ovillo.El origen de las filtraciones contra Saiz está en el mismo seno del CNI, el único lugar de donde puede haber surgido la información sensible que con nombres propios, fechas precisas y lugares concretos se ha publicado en los medios de comunicación.Pero no estamos, precisamente, ante honrados agentes descontentos con el nepotismo de su jefe. Las “gargantas profundas” están en la cúpula del CNI.Comenzando por Agustín Cassinello, director de Inteligencia, que fue relevado de su cargo en noviembre por desavenencias con Saiz.Al poco tiempo, toda la cúpula antiterrorista del CNI se declaró en rebeldía, “solidarizándose” sospechosamente con Cassinello, y tuvo que ser sustituida.El padre del director de inteligencia destituido, Andrés Cassinello, jefe de Información de la Guardia Civil durante el 23-F, llegó entrevistándose con el jefe de gabinete de Zapatero, José Enrique Serrano, para “denunciar” algunas de las supuestas irregularidades de Saiz que serían publicadas meses después.Inmediatamente después de que Saiz fuera ratificado en el cargo por el gobierno, la secretaria general del CNI, Elena Sánchez, transmitió personalmente a la ministra de Defensa, Carmè Chacón, una carta “anónima” donde se especificaban las denuncias contra el todavía director del espionaje español.Estamos, pues, no ante la idílica visión de un organismo público rebelándose contra su corrupto director, sino ante una ofensiva en toda regla de los tradicionales centros de poder de la inteligencia española contra su superior jerárquico.Un movimiento que no sólo ha desestabilizado internamente el CNI, sino que ha afectado gravemente al despliegue de la inteligencia española en puntos tan sensibles como Cuba o Marruecos.Los “pecados” de Saiz y las “virtudes” de SanzSorprende que esta campaña de desestabilización se produzca cuando el CNI, bajo el mandato de Saiz, ha redoblado su eficacia, participando de forma decisiva en la detención de dos jefes militares de ETA.¿Cuáles han sido los “pecados” que han obligado a Saiz a dimitir?En su comparecencia ante la Comisión de Secretos Oficiales del parlamento, Saiz confesó que “tenemos un problema interno”, y lo achacó a “las resistencias al cambio” que ha introducido en el CNI.Todo pareció comenzar cuando Saiz propuso una remodelación del organigrama del CNI donde se reforzaba el control sobre el conjunto de unidades y operaciones.Lo que era una aspiración democrática –limitar las “zonas oscuras” en la actuación de los servicios secretos- activó la rebelión.Principalmente porque Saiz, como se ha insistido machaconamente, no era “el hombre adecuado” para imponer ese control.Su nombramiento en 2004 sorprendió a todos. Llegó de la mano de José Bono, cuyo margen de autonomía le condujo a abandonar más tarde el ministerio de Defensa.Se criticó que se diera mando y plaza sobre el servicio secreto a un ingeniero de montes sin más experiencia política que la Consejería de Industria y la dirección de Medio Ambiente de Castilla La-Mancha.Pero lo que provocaba recelo era que Saiz no pertenecía a la privilegiada y ultra reducida casta llamada a dirigir un punto tan sensible del Estado. Un selecto grupo que, independientemente de su condición de civil o militar, coinciden en haber sido largamente troquelados en los bajos fondos del Estado, y sobre todo en mantener estrechas relaciones con EEUU.Cuando, ratificado en el cargo, Saiz quiso dar un paso más, y presentó una propuesta de depuración en las altas esferas del CNI, se encontró con una rotunda negativa del gobierno y, desautorizado públicamente, se vio obligado a dimitir.Para reconducir el cisma, y en palabras de Chacón con el explícito encargo de “dar un cambio radical en la gestión del CNI”, se ha elegido al general Félix Sanz.Se ha especulado con sobre su condición de militar, pero las “virtudes” de Sanz van mucho más allá. Y radican, precisamente, en sus privilegiados vínculos con Washington.Sanz completó su formación en EEUU, para incorporarse al grupo de Misiles Superficie-Aire “Hawak” en San Roque de Cádiz.Más tarde, tras su ascenso a capitán, formó parte del Estado Mayor Combinado Hispano-Norteamericano.Desempeñó el cargo de agregado militar de la embajada española en Washington. Y representó a España ante el mando de la OTAN en Europa. Como coronel, fue jefe de Tratados Internacionales en la División de Planes y Organización del Estado Mayor del Ejército y de Relaciones con la OTAN. Y llegó a ser considerado como candidato a presidir el Comité Militar de la OTAN.Puede ser una anécdota, pero Sanz luce orgulloso, en su guerrera repleta de condecoraciones, la medalla del Mérito al Servicio del Ejército de EEUU.Lo que sí es un hecho es que, cuando el secretario general de la Presidencia, Bernardino León, acudió a Washington a tranquilizar a EEUU tras el anuncio de retirada en Kosovo, ofreciendo a cambio un incremento del contingente militar en Afganistán, Sanz ejerció de Cicerone, dadas sus excelentes relaciones con el consejero de Seguridad Nacional de Obama, el general James Jones.No es casual que, con esta biografía, fuentes del CNI se hayan encargado de hacer público que se encuentran “aliviados” con su nombramiento, y que el gobierno le considere “el hombre adecuado” para instaurar la disciplina en el CNI.Detrás de todas las convulsiones en el interior del CNI hemos encontrado la mano de EEUU. Sólo cabe recordar que los servicios secretos españoles se construyeron en el franquismo “apadrinados” por la CIA, para comprender el grado de intervención norteamericana sobre ellos.Esta vez no puede ser, lógicamente, una excepción. La sustitución de “un hombre de Bono” por un “hombre de Washington” no augura nada bueno. Especialmente cuando, a pesar de la imagen “negociadora” de Obama, los sótanos del Pentágono están interviniendo de forma cada vez más agresiva en el tablero mundial –como se demuestra en Xinjiang, Honduras o Irán-.¿Qué papel ocupará España en esos proyectos de Washington cuando, como primer paso, se ha puesto firme –aún a costa de minar un punto sensible del Estado- a los servicios secretos españoles?

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