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¿Caballo de Troya contra Cataluña?

El pasado sábado Josep Rull, el coordinador general de CDC que sustituyó como número dos del partido a Oriol Pujol, afirmó que Podemos era “el caballo de Troya del proceso catalán”. Rull es un hombre reflexivo –más de lo que indican algunas declaraciones que buscan mantener la moral de un partido amenazado– y su alarma ante Podemos es comprensible.

El viernes 19 el CEO, el CIS de la Generalitat, que sigue garantizando –al contrario que las encuestas de El Periódico y La Vanguardia– mayoría absoluta a CiU y ERC en unas elecciones catalanas anticipadas, afirmó que el 45,3% de los catalanes (frente al 44,5%) no es partidario de la independencia y que, como fórmula preferida, la independencia perdía fuerza frente al Estado federado dentro de España. Y Podemos entraba en el Parlament con 9-11 diputados y –ojo al dato– se convertía en la primera fuerza en unas elecciones legislativas españolas desbancando a CiU (20,4% frente a 18,8%). Viniendo del CEO –acusado de sobrevalorar el voto nacionalista– era una señal de alarma. Y se añadía al sentimiento de los independentistas de que el 9-N tuvieron un éxito pero descubrieron también su techo: alto pero insuficiente.

La alarma se incrementó el fin de semana cuando el sábado El Periódico publicó una encuesta, a nivel de toda España, que confirmaba que Podemos podía disputar al PP y al PSOE el primer puesto en unas generales, y cuando el domingo el mitin de Pablo Iglesias en el pabellón del Vall d´Hebron, que CiU y PSC llenan con cierto esfuerzo los últimos tiempos, estaba a rebosar y hubo casi tanta gente que se quedó en la calle como la que pudo acceder al recinto (unas 3.500 personas). El independentismo ha constatado que Podemos no es un fenómeno español, de protesta contra los dos grandes partidos, el PP y el PSOE, sino que también cuenta en Cataluña. El voto de protesta que nutría a ERC y las CUP –y del que CDC no quería desconectar con la bandera del derecho a decidir y la ruptura con la Constitución del 78– tiene un nuevo banderín de enganche en Cataluña.

El último Euskobarómetro demuestra que pasa lo mismo en Euskadi. Según esta veterana encuesta, Podemos sería ahora la segunda fuerza en Euskadi, a poca distancia del PNV (25,6% de los votos frente a 30,5%) y se distanciaría con claridad de EH, la antigua Batasuna, que se quedaría con un 19,7% (25% en las últimas elecciones vascas). Así pues, la bandera de la protesta en Euskadi no estaría ya en la izquierda abertzale sino en Podemos, que se nutre del 60% del voto de IU y de los más jóvenes, del 20% del de EHB y el PSOE, del 16% de la abstención y del 12% del PNV. Más transversal, imposible.

El peligro para el nacionalismo catalán es, pues, doble. Por una parte, se apodera de una parte del voto de protesta contra la situación actual de España que hasta el momento beneficiaba al independentismo de izquierdas (ERC) y antisistema (las CUP) pero que también suavizaba la caída de Artur Mas,que era visto a la vez como el representante de una fuerza política tradicional (CiU) pero también como el líder de un movimiento rupturista por independentista. Y la protesta de Podemos –como se evidenció en el mitin de Pablo Iglesias en el que atacó con igual énfasis a Mariano Rajoy que a Artur Mas y a la familia Pujol– enfatiza que CiU es en Cataluña la principal fuerza de “la casta”, lo que dificulta más la complicidad con ERC y no digamos con las CUP. Podemos no es –como dice Rull– el caballo de Troya del Estado en el proceso independentista catalán, sino un nuevo factor que recoge votantes (y los moviliza) entre la minoría mayoritaria de catalanes (un 38,2% en la última encuesta del CEO) que se sienten “tan catalanes como españoles”.

Este es el otro frente preocupante para el independentismo. Si la batalla se daba entre catalanismo (un 26% se declaran más catalanes y un 24,2% sólo catalanes) y españolismo (7,7% en total) el resultado estaba cantado. CiU y ERC más las CUP batían de largo a PP y Ciutadans y se trataba de ir laminando la posición central del PSC. A menos PSC, descalificado por CiU, ERC y las CUP por su vinculación con el PSOE, más espacio libre para el catalanismo independentista. Pero resulta que el posible retroceso del PSC y de ICV (en el mitin de Pablo Iglesias había un público trabajador del cinturón industrial que recordaba al de los de Felipe González) es cubierto, con más agresividad respecto al catalanismo conservador, por la irrupción de Pablo Iglesias.

Y aunque es cierto que el fenómeno puede tener algo que ver con el de Alejandro Lerroux, un político republicano no catalán con predicamento entre las clases trabajadoras de Cataluña pese a una organización débil o incipiente, el fenómeno no es comparable. El lerrouxismo podía ser un caballo de Troya del Estado español contra la burguesía catalanista de Cambó. Podemos es un movimiento de protesta generalizado que demuestra afinidades entre las clases trabajadoras. Iglesias fue aplaudido al afirmar que era de Vallecas pero que se sentía en casa en L´Hospitalet (el exministro Celestino Corbacho fue alcalde de la segunda ciudad catalana) o Cornellá, cuyo alcalde fue en tiempos José Montilla.

Según la encuesta del CEO, ICV (se va a Podemos el 42% de sus votos en las elecciones generales) y el PSC (el 20,6%) son los grandes perjudicados electorales por la irrupción de Podemos (aunque la erosión en unas elecciones catalanas es muy inferior). Pero políticamente Podemos es un desafío a la hegemonía del independentismo. El agit-prop nacionalista se siente fuerte para intentar arrinconar al PSC acusándolo de españolismo (PSOE) y de cómplice de Zapatero. O para ridiculizar a ICV como una izquierda arqueológica. Pero se siente en falso y muy vulnerable cuando desde Podemos le amalgama con la casta dirigente española a la que hay que expropiar y le culpabiliza de la crisis.

El fenómeno Podemos deberá ser analizado a fondo. Sus recetas –socialdemócratas de la prehistoria en el mejor de los casos o de izquierda venezolana en el peor– nos marginarían en cualquier caso de Europa para llevarnos a ninguna parte. Pero están ahí. Son fruto de la crisis económica, la más grave desde 1929 (que tuvo graves consecuencias políticas), de los indudables errores del PSOE y también de la intolerancia de la derecha con Felipe González y Rodríguez Zapatero. Que la derecha quisiera derrotar al PSOE es normal y lógico. Pasa en todos los países. Que atacara a Felipe González, que no levantó un papel de la represión franquista, por la cuestión terrorista es otra cosa. Y que se proclamara urbi et orbi que la crisis del 2008 –con epicentro en Wall Street– era culpa de Zapatero, es un despropósito. Son tentaciones que tienen consecuencias. El PP no admitía que el PSOE gobernara (aunque ahora Rajoy alaba el bipartidismo y encuentra incluso patriota al otrora denostado Rubalcaba) y va a tener que lidiar con el fenómeno Podemos.

Y es que en toda Europa la crisis hace florecer los partidos de protesta. Las elecciones griegas van a dar mucha cancha a Podemos porque la relación con Syriza es clara. Y no digamos si Syriza se convierte en el gran desafío a Europa en el 2015. Pero el gran titular de Le Monde de ayer dice: “El Frente Nacional (otro partido de protesta, aunque de signo ideológico muy distinto) aborda las elecciones del 2015 en posición de fuerza”. Y es que Marine Le Pen ganó las elecciones europeas en Francia y el antieuropeo y antinmigración UKIP venció en Gran Bretaña. Hasta el momento, los partidos de protesta son de extremaderecha en Francia e Inglaterra (y otros países de Europa central) y de izquierda radical en España y Grecia. El italiano Beppe Grillo es más difícil de situar.

Todos son partidos de protesta, ideológicamente en las antípodas, pero que tienen en común la crítica y el desprecio a los partidos que han gobernado los países democráticos europeos desde la segunda guerra mundial, una larga etapa de gran expansión económica.

Podemos no es pues un caballo de Troya contra el proceso catalán. Es la consecuencia lógica y natural de que Cataluña está en la Europa sacudida por la crisis y en la Península Ibérica. Josep Rull hace bien en preocuparse por el fenómeno, pero se equivoca al decir que es un caballo de Troya del Estado contra Cataluña. Es algo mucho más complejo y más preocupante (salvo si eres creyente de Podemos).

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