Cómic

Buñuel en el laberinto de las tortugas

La comarca de Las Hurdes, situada en Extremadura, es un territorio tan yermo y austero ahora como lo era en 1932, cuando Buñuel rodó su pelí­cula. Fermí­n Solí­s buscaba nuevos registros para su nueva obra -después de haber recurrido en sus anteriores volúmenes al relato autobiográfico, al tebeo infantil, y al género negro- y encontró que en esa región, después de 76 años, seguí­a vivo el espí­ritu de Buñuel. El genio aragonés invirtió dos meses en el rodaje de su documental y sólo dedicó unas lí­neas a hablar de él en su autobiografí­a «Mi último suspiro». Solí­s ha dedicado un año a la investigación de todos los hechos que ocurrieron en esta difí­cil tierra, y ha construido un relato de un valor documental excepcional.

Sin embargo, lo que Solís se encontró al llegar a Las Hurdes no fue tan alentador como eseraba. Para unos Buñuel era un ogro y para otros el principal responsable del desarrollo. El equipo de rodaje chocó en su día con la hostilidad de unas personas condenadas a la miseria y el ostracismo. Solís tampoco fue del todo bien recibido y decidió recurrir a los personajes de ficción, exceptuando a los que fueron los responsables del film, el fotógrafo Eli Lotar, el ayudante de dirección Pierre Unik, el productor Ramón Acín y Buñuel.El testimonio de los supervivientes era prácticamente lo único con lo que el autor contaba para reconstruir la historia de este trabajo conematográfico, ya que los referentes bibliográficos eran prácticamente nulos. La Junta de Extremadura le proporcionó algunos descartes del film que se conservaban, y así descubrio las pequeñas manipulaciones y engaños propios del medio audiovisual, que el cineasta utilizó para contar su historia.Así Solís dibuja un Buñuel cuyo objetivo era filmar la crudeza real y que en ocasiones forzaba secuencias capaces de conmocionar a cualquiera. La miseria de Las Hurdes impacta por realidades tremebundas: niñas que comen pan tras mojarlo en un regato, moribundos que agonizan en rincones durante días, cuellos deformados por el bocio, casas sin ventanas ni chimeneas.Solís recurre a la crudeza del blanco y negro puro y contrastado, y al trazo grueso elaborado con determinación, para transmitir la potencia gráfica necesaria para el relato. Una especie de “making of” realizado más de siete décadas después, que ahonda en la personalidad del director más influyente de la historia de nuestro cine. Su obsesión por la desgracia humana, por los fantasmas del mundo moderno, pero también su intransigencia y severidad, y la visionaria concepción del cine como vehículo transmisor de realidades incómodas.Un volumen excepcional, editado por la siempre satisfactoria editorial Astiberri, que une cómic y cine, otorgándole al medio un valor cultural, documental y narrativo pionero en nuestro país.

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