El Papa denuncia la polí­tica israelí­ y apoya al Estado palestino

Buenas nuevas desde Belén

El dí­a anterior la mesura y la equidistancia del Papa provocaban el enfado de los palestinos, ante la ausencia de una posición de denuncia de la ocupación israelí­. Pero todo eso dio un sorprendente giro ayer, y la cabeza de la religión organizada más numerosa del mundo dijo lo que toda Palestina estaba esperando escuchar. En la jornada más comprometida de su pontificado, Benedicto XVI pronunció varios discursos en los que denunció el Muro de separación de Cisjordania, condenó la guerra de Gaza y pidió el fin del embargo, y dio el apoyo explí­cito del Vaticano a la creación de un Estado Palestino.

Era el momento y el lugar más simbólico ara hacerlo, y la Iglesia hizo un movimiento esperado, pero no por ello menos audaz. En medio del campo de refugiados de Aida, en la ciudad de Belén –cuna del cristianismo- y a escasos 20 metros del muro de hormigón, el Papa, con su sempiterno tono moderado- pronunció palabras de hondo calado político: "En esta Tierra Santa están los que siguen construyendo muros de separación en vez de puentes; los que intentan empujar a musulmanes y cristianos a abandonar esta tierra", dijo, denunciando sin nombrarla la política de Tel Aviv. Y luego añadió "en un mundo donde cada vez más fronteras se abren al comercio, los viajes, los movimientos de personas y el intercambio cultural, es trágico ver como se alzan todavía muros". A la vista de sus torretas, el máximo representante de la Iglesia Católica arremetió contra el conocido como `Muro de la Vergüenza´ –una barrera de bloques de hormigón de siete metros de alto y más de 700 km de longitud que rodea Cisjordania- al que denunció como un símbolo del “estancamiento” de las relaciones entre Israel y los palestinos. “Elevándose sobre nosotros, que estamos reunidos aquí esta tarde, el muro es una desolada muestra del callejón sin salida al que parecen haber llegado las relaciones entre israelíes y palestinos”, dijo el Papa. Y añadió: “¡Cómo hemos rezado profundamente por el fin de las hostilidades que han sido la causa de la construcción de este muro!”.Pero el momento más aplaudido por la audiencia –compuesta por palestinos católicos, y en especial por 48 cristianos de Gaza, autorizados entre 200 solicitudes por el gobierno israelí- fue cuando Ratzinger afirmó, dirigiéndose a ellos. “Vuestras aspiraciones legítimas a hogares permanentes, a un Estado palestino independiente, permanecen incumplidas (…) Estén seguros de mi solidaridad con ustedes, ante el inmenso trabajo de reconstrucción que los aguarda”, dijo el Papa..Luego agregó: “Yo sé cuánto sufren ustedes y vienen sufriendo hace decenas de años. Yo espero que los palestinos gocen de una mayor libertad de tránsito y puedan llegar a los lugares santos. Hago un llamado a la comunidad internacional para que ayude a la reconstrucción de las casas y los hospitales que han sido destruidos, especialmente durante los últimos combates en Gaza. (…) Mis plegarias están dirigidas a que el bloqueo sea levantado pronto”. Tocaba la hora de la oración, pero ante el discurso, el muecín, desde la cercana mezquita de Omar, declinó hacer el llamamiento a los fieles. Al acabar, los fieles corearon en árabe y en italiano "¡viva el Papa!" y "¡viva Palestina!".Huelga decirlo, pero no fue un discurso aislado. Horas antes, el Pontífice se había reunido con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, “La Santa Sede apoya el derecho de su pueblo a una patria palestina soberana en la tierra de sus ancestros, segura y en paz con sus vecinos, con límites reconocidos internacionalmente”, le dijo Ratzinger a Abbas. Los movimientos de la Iglesia, un poder muy terrenal, están cuidadosamente sopesados y valorados. El Vaticano se alinea así con la posición de las potencias –capitaneadas por Washington- que en la situación actual abogan por la creación del Estado Palestino. El apoyo audaz y explícito –aunque moderado y condicional- de la cabeza de la mayor religión del planeta, con más de 1000 millones de fieles, a la causa Palestina, es una buena noticia. Pero arroja una pregunta: ¿Cuál será, en este pontificado, el grado de autonomía o de alineación del Vaticano respecto a los proyectos de la superpotencia?. El antecesor de Benedicto XVI, Juan Pablo II, fue capaz de enfrentarse a dos superpotencias: primero a la URSS socialfascista, contribuyendo a soliviantar a los pueblos bajo su bota, y más tarde mantuvo una digna posición de denuncia insobornable frente a la incendiaria y genocida política de Bush, poniendo a todo el orbe católico contra la guerra de Irak o visitando a Fidel Castro en la Habana violando el embargo de Washington. ¿Será capaz Ratzinger de seguir ese legado por el contrario –como ha hecho la Iglesia a lo largo de la Historia- se colocará con el sol que más calienta?

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