SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Buen trabajo

TRAS MÁS de medio siglo de dictadura militar, Egipto se había convertido en un país libre, culto y próspero. Daba gusto ver la calidad de su debate político y la honestidad de sus administradores. La gente paseaba, sosegada y feliz, por sus limpias avenidas. Entonces llegaron los Hermanos Musulmanes, ganaron unas elecciones y lo arruinaron todo.

Ahora, por suerte, las cosas vuelven a su lugar. El golpe de Estado de julio, respaldado por los gobiernos de los países desarrollados (entre los que aún se incluye España) y discretamente aplaudido por los editoriales de prensa, también el de este diario, da sus primeros frutos. No fue un golpe, fue la segunda fase de la revolución, dijimos. Bien. Esperemos con ansia la tercera fase, porque promete.

El premio Nobel de la Paz Barack Obama, el hombre que financia a los golpistas egipcios con 1.500 millones de dólares anuales y les premia, además, con cursillos, vacaciones y regalías en Estados Unidos, dice ahora que no toma partido. Si le obligan a elegir entre un Ejército corrupto pero a sueldo y un Gobierno pésimo pero legítimo, se declara neutral. El presidente que hizo su primer discurso importante en El Cairo, justamente para invocar el derecho a la libertad, se siente ofendido por las imágenes que llegan de Egipto. Vaya, qué lástima. ¿Qué habría dicho si el gobierno islamista hubiera matado a centenares de manifestantes? ¿No habría tomado partido?

La diplomacia no se rige por principios éticos, lo sabemos. Tampoco requiere franqueza: resulta hasta cierto punto normal que Obama diga que desea la democracia en Egipto, cuando confía en que permanezca indefinidamente bajo la bota militar (esa era la idea al despedir a Hosni Mubarak), o que simule apoyar un cambio de régimen en Siria, cuando hace todo lo posible para que el régimen alauí (no necesariamente con Bachar el Asad) permanezca en el poder. Lo que sí se le exige a la diplomacia es un mínimo de inteligencia. Los cerebros de Washington, encabezados por Obama, no alcanzan ese mínimo. Han condenado a Egipto a largos años de inestabilidad y guerrilla, en el mejor de los casos, o a una guerra civil al estilo sirio, en el peor. Y hablamos de un país vecino del agujero negro libio, del agujero gris sudanés y de Israel. Magnífica tarea.

Como la Unión Europea ya sólo está para pagar deudas y negociar arcanos en Bruselas (Egipto nos queda lejísimos), no recibe demasiada culpa en este lío. Mejor. Con este calorazo, bastante tenemos con buscar el fresquito en alguna terraza umbría.

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