Gordon Brown lanza una remodelación de gobierno

Brown se salva por la campana

Contra las cuerdas, groggy, el primer ministro Gordon Brown mostró reflejos e instinto de supervivencia. En medio de una seguidilla de renuncias de ministros y con desastrosos resultados a la vista en las elecciones municipales y europeas del jueves, Brown anticipó un cambio de gabinete que se esperaba para la semana próxima y, al menos por el momento, salvó el pellejo, en el último momento sonó la campana, esto le da un respiro, pero el próximo round empezara el lunes con los resultados de las elecciones europeas. La renuncia del ministro de Trabajo, James Purnell, en una carta revelada el jueves por la noche y publicada ayer por el The Sun y The Times contení­a un párrafo devastador para un primer ministro asediado por la recesión y el escándalo de las dietas parlamentarias.

El gesto de los ministros, que se ha interretado como un desafí­o directo a Brown para que abandone el cargo, se suma a la maniobra de un grupo de diputados laboristas que intentan recabar apoyos para promover un cambio de lí­der. Ese grupo de diputados anónimos busca el apoyo de 72 miembros del grupo parlamentario laborista para forzar la marcha del premier. En contra de los rebeldes, sin embargo, juega el factor de que no parece realista pensar que el laborismo pueda entronizar a un tercer lí­der en esta legislatura sin convocar elecciones anticipadas. Si bien los resultados de las elecciones locales se conocerán hoy y los de las europeas pasado mañana, se da por descontado que el laborismo sufrirá una devastadora derrota. Este fracaso no harí­a más que acelerar un proceso ya iniciado en las filas del laborismo para deshacerse de Brown.Porque la carta de Purnell, considerado una figura emergente del laborismo, fue una suerte de declaración de guerra. Es evidente ahora que él forma parte de la conjura de correligionarios que se dio en llamar «la conspiración del Hotmail», por haber salido a la luz a través de un e-mail anónimo que desde anteayer circula -recogiendo firmas de adhesión- entre parlamentarios laboristas. El texto es el borrador de una carta dirigida a Brown en la cual le agradecen «los servicios dados a la nación», al tiempo que le piden que haga «uno más entregando su renuncia». Estas palabras potenciaban ferozmente la imagen de «Titanic» laborista creada durante la semana por las renuncias de la ministra del Interior, Jacqui Smith (el lunes); la de comunidades; Hazel Blears (el miércoles), y la filtración (el jueves por la mañana) de un plan secreto de diputados rebeldes para forzar la renuncia de Brown.Enfrentado al peligro de nuevos pronunciamientos, el primer ministro adelantó el cambio de gabinete que tení­a planeado para el lunes o martes próximo. Con la autoridad erosionada, Brown no pudo hacer los relevos que tení­a planeados, pero consiguió el respaldo de los pesos pesados del laborismo. El nuevo elenco es una mezcla de continuidad en los cargos clave -Alistair Darling conserva la cartera de Finanzas y David Miliband la Cancillerí­a-, rotación (el ministro de Salud Alan Johnson pasa a Interior) y algunas incorporaciones y ascensos para sustituir las bajas de la semana. Dos ministros más que presentaron su renuncia ayer, Geoff Hoon y John Hutton, dejaron en claro que seguí­an apoyando a Brown y estaban en desacuerdo con la carta de Purnell. En una conferencia de prensa por la tarde, el primer ministro indicó que seguirí­a adelante con su lucha por reformar el sistema polí­tico y superar la recesión. «No voy a dejar mi puesto. Esta es una prueba de nervios para todos, pero si no estuviera convencido de lo que hago, me habrí­a ido», dijo Brown.El primer ministro ganó un respiro, pero nadie sabe por cuánto tiempo. Una encuesta de la BBC publicada ayer deja en claro que la credibilidad de Brown está en su nivel más bajo desde que asumió en junio de 2007. La mayorí­a de los consultados no tiene confianza en su manejo de la economí­a y cree que no sabe conectarse con la gente. El resultado en las municipales del jueves, que relegó a los laboristas a un tercer puesto detrás de conservadores y liberal demócratas, muestra el impacto que este deterioro produce en las urnas.La única posibilidad que tienen los laboristas de evitar una derrota demoledora en las elecciones generales es si logran sacar a la economí­a de su actual marasmo. Pero eso es a mediano plazo. Por el momento, Brown busca sobrevivir y no hay garantí­as de que lo consiga. Un grupo de laboristas rebeldes sigue recolectando firmas para un mail en el que le agradecen a Brown «los servicios prestados en los últimos 12 años de gobierno», pero le piden, como Purnell, que se vaya. Si los resultados de las elecciones de eurodiputados que se conocerán el domingo por la noche son tan desastrosos como se anticipan y dejan al laborismo en un cuarto lugar, es posible que el lunes los rebeldes cuenten con el apoyo de 70 diputados para disparar la elección de un nuevo lí­der laborista que reemplazarí­a a Brown como primer ministro.Los rebeldes afirmaban ayer tener 50 de las 71 firmas de parlamentarios laboristas necesarios para poner en marcha una moción interna de censura del liderazgo de Brown. El veredicto de las urnas podrí­a sumar apoyo a sus filas y los dejarí­a en condición de dar su «golpe conjunto» -mediante la entrega en Downing Street de una versión impresa de su e-mail con todas las firmas- tan pronto como el lunes próximo.Con este escenario, a Brown se le presentarí­an tres opciones: dar un paso al costado para dejar lugar a un sucesor; defender su posición, o renunciar tanto a las riendas del partido y a las del paí­s, obligando a la reina a llamar a elecciones generales. Esta última opción es la que Brown harí­a valer para salvar su gobierno. Porque, a la luz de la debacle de este fin de semana, es probable que pocas cosas asusten tanto a sus correligionarios como la posibilidad de nuevas elecciones. Al menos, mientras las encuestas sigan prediciendo la pérdida de más de 200 de las 350 escaños con las que actualmente cuentan. Por lo tanto, habrá que ver si la heterogénea alianza de los enemigos de Brown es capaz de neutralizar el instinto de supervivencia de sus colegas. Para Brown, el gran dilema serí­a gobernar durante los próximos 12 meses con un partido que ya no respeta su autoridad, en medio de una profunda recesión y ante la peor crisis de confianza en las instituciones jamás antes registrada en el paí­s.

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