Brexit: Golpe a Europa

La decisión británica de abandonar la Unión Europea ha sido interpretada bajo distintos prismas y teniendo en cuenta múltiples factores, pero hay una realidad esencial que en ningún caso puede ser obviada: el Brexit supone un duro golpe al proyecto de unidad europea, un golpe quizás aún más duro que el que supuso en su día el rechazo francés a la Constitución Europea. Aquello impidió un avance, esto puede ser no solo un retroceso, sino el comienzo de su disolución.

Si la presencia del Reino Unido en el interior del proyecto europeo fue siempre un problema y un quebradero de cabeza (Gran Bretaña no dejó nunca de ser un freno a cualquier avance a la integración y nunca dejó de actuar como un efectivo «caballo de Troya» de EEUU en el interior de Europa), el drástico portazo con el que anunció su salida (amparado en una exigua mayoría popular de apenas el 51% a favor) aún podría llegar a ser más dañino.

El Brexit, no lo olvidemos, acontece en un momento crítico de la UE, cuando no sólo se ha detenido todo avance en el proyecto de integración (que apenas si ha dado un paso adelante desde el nacimiento del euro en el año 2000), sino después de un periodo enormemente turbulento, en el que todas las costuras de la Unión han estado sometidas a un máximo de tensión, especialmente tras el estallido de la crisis de 2007.

El Brexit viene precedido de una serie de acontecimientos que no cabe obviar, entre los que es necesario destacar: la nueva hegemonía alemana sobre Europa, el fin del eje franco-alemán como fuerza motriz de la UE, las tensiones entre distintos estados por la política del BCE, las diferencias en torno a la política a seguir durante a la crisis (que se emblematizaron en la defensa o el cuestionamiento de las políticas de «austeridad» impuestas por Alemania), las tensiones en torno al caso de Grecia y el rescate del país heleno, el fin de la política agrícola común, etc. Toda esta cascada de hechos y conflictos ha ido convirtiendo en los últimos años a la UE en un campo minado de luchas intestinas.

A ello hay que añadir que las políticas adoptadas por la UE (desde la salvación prioritaria de los bancos hasta las políticas extremas de austeridad impuestas a los eslabones más débiiles de la cadena -entonces llamados despectivamente loc PIGS: Portugal, Italia, Gracia y España) crearon tensiones nacionales y también sociales inéditas en la reciente historia de Europa. Una ola desconocida de «·nacionalismos» inundó Europa, un fenómeno que no se veía desde la posguerra. Y, por otro lado, y sobre todo en el sur, los estallidos sociales dieron lugar no solo a violentos y duros enfrentamientos, sino al nacimiento de nuevas fuerzas políticas y sociales que ponían en cuestión el «tipo» de UE que se estaba construyendo y, en algunos casos, incluso la necesidad de permanecer en la UE o en el euro.

En este clima de tensiones inéditas, el Brexit (en el que nadie creía) fue ese crochet seco en la mandíbula que acaba por tumbar a un púgil que ya está bastante castigado en los asaltos anteriores. Las posibilidades de acabar KO sobre la lona han aumentado notablemente.

Además, es necesario tener en cuenta que tras el Brexit no se esconde solo el tradicional euroescepticismo de los conservadores británicos o el hartazgo popular ante las políticas de la UE, sino también el impulso subterráneo de un sector importante de la clase dominante de EEUU, que desde hace mucho tiempo no ve con buenos ojos la envergadura que ha alcanzado Europa y el riesgo que conlleva dejar que siga adquiriendo poder. La alegría indisimulada de Trump por el Brexit (e incluso sus declaraciones auspiciando que nuevos países sigan el camino de Reino Unido) prueba a las claras que en el corazón del Imperio se baraja muy seriamente la opción de romper Europa. Ruptura que tendría en el Brexit un poderoso punto de apoyo.

Pero además de un golpe para Europa, el Brexit también podría ser un duro golpe para Gran Bretaña. No es extraño el divorcio en el que los dos pierden y ambos salen dañados. Tras la decisión «popular», ahora se abre el periodo más difícil: la negociación del divorcio, que amenaza ser un tira y afloja duro y sin concesiones. Gran Bretaña quiere, lógicamente, «irse de rositas». Pero Alemania quiere penalizar la salida, para que no cunda el ejemplo. Gran Bretaña quiere un acuerdo comercial favorable, a cambio de seguir prestando «colaboración militar». Pero Berlín ya ha dicho que no aceptará semejante chantaje. Y, además, Inglaterra tiene que hacer frente a tensiones secesionistas en todos los frentes: desde Escocia e Irlanda del Norte a Gibraltar.

Por el momento solo parece haber, por tanto, dos claros vencedores en este asunto: los EEUU de Trump y Putin, otro que apuesta con descaro por la debilidad de Europa.

LA UE ha sobrevivido a muchas crisis. Y algunas de ellas han finalizado y se han resuelto con un fortalecimiento notable de la unidad y la cooperación. Tampoco esta posibilidad hay que desecharla ahora. Aunque para continuar barajándola habrá que esperar al resultado de las elecciones francesas. porque una hipotética victoria de Le Pen abriría una fase aún más honda y dramática de la crisis europea.

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