El caso de Franns Melgar Vargas

Brazos por poco dinero

El brazo que perdió Franns en accidente de trabajo ha valido la regularización de sus papeles (y esperemos los de su familia), la oferta de una prótesis gratuita y un juicio contra el empresario que intentó ocultar el accidente por el que se pretende que cobre una indemnización millonaria. La indignación nacional latente ante los hechos acaecidos en Real de Gandí­a, Valencia, no se podí­an acallar con menos.

La historia de Franns es la de un joven boliviano de 33 años cuyo sueño era ir a Jaón a trabajar para TOYOTA. Franns siente devoción por esos coches. Pero mientras lo hacía o no pensó que podría conseguir algo de dinero en España. Al fin y al cabo Bolivia es uno de los países más pobres de Iberoamérica y España es la octava potencia mundial, para él una estación de paso camino de Japón. Su tía tiene la doble nacionalidad con España y Bolivia, así que le hizo la carta de invitación para él, y para su hermana. Pero el pasado 28 de mayo tuvo un accidente en el trabajo. Franns es panadero y una de las máquinas amasadoras le cortó el brazo. Su jefe tiro el brazo a la basura y que lo dejo a 200 metros del hospital. Durante estos momentos el patrón se encargo de aleccionar a Franns. A este se le quedó claro que no debía decir nada de cómo había sido el accidente ni de que trabajaba ahí. La panificadora de Real de Gandía le tenía dos años sin contrato. El trabajaba 12 horas al día y cobraba 23 euros por jornada. Es decir 1,91 € la hora. Los médicos dicen que si este empresario no hubiera tirado el brazo a la basura se le podría haber implantado con posibilidades de éxito. Todos los periódicos han hablado de Franns. Unos enfocan al abyecto empresario, sin escrúpulos, que debe ser ejemplarmente castigado. Otros, a una realidad que fluye oculta, la de los inmigrantes sin papeles que se debate entre la marginación y la persecución policial. No es un problema de marginación, ni de falta de escrúpulos, sino de explotación pura y dura. La explotación que serró el brazo por el punto más débil, el del inmigrante indocumentado, pero que mañana puede hacerlo con el de cualquiera de los millones de trabajadores precarios cuyas condiciones son parecidas a las de Franss.En España que un iberoamericano o marroquí trabaje 12 horas por 23 euros es lo normal. Como decía Franns. Más de la mitad de sus conocidos tienen las mismas condiciones de trabajo y vida. Que un inmigrante lleve 2 años sin contrato también es lo normal. Dos años y 10 días. Los brazos que tan poco valían, de golpe y porrazo han empezado a valer, porque amenazan con poner al descubierto una verdad más incómoda que la del calentamiento global o la persecución a los inmigrantes. El enorme abismo social que acerca cada vez más los brazos (sean del color que sean) a la sierra para aumentar cada vez más los beneficios.El gobierno ha tratado de subsanar esto, o mejor, lo ha ocultado bajo la alfombra de la solidaridad, con la regularización inmediata del trabajador, el cierre de la panificadora y la apertura de un juicio contra el empresario. Ahora Franns tiene permiso para vivir entre nosotros, no tiene que temer las redadas de la policía ni los maltratos en ningún centro de internamiento. Pero eso no puede ser, porque él ya era parte de nosotros. Y el brazo cortado y tirado al contenedor, nos lo han cortado a nosotros también.

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