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Brasil: Retomar los pasos perdidos

En octubre de 1968, cuando se celebró el centenario del inicio de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) de Cuba, el presidente Fidel Castro fue entrevistado por decenas de periodistas e intelectuales de todo el mundo. Una de sus declaraciones impactó de forma muy especial e influyó notablemente los pensamientos de un estudiante brasileño.

La frase del líder cubano, siguiendo el método del Materialismo Dialéctico, creado por Carlos Marx y Federico Engels, fue la siguiente: “Nuestra Revolución, la Revolución Cubana, no tuvo su inicio en 1959, sino en 1868. Las transformaciones llevadas a cabo en la actualidad en Cuba forman parte de un largo proceso histórico que se inició hace 100 años» (…)

A pesar de una década de grandes avances sociales y políticos, especialmente durante el gobierno de Lula, estaríamos viviendo hoy un nuevo reflujo en Brasil. Se observa una ofensiva importante del capital extranjero y los oligopolios privados sobre la economía nacional, con lamentable complacencia e, incluso, apoyo del Gobierno Federal. La “flacidez ideológica” –fruto de la poca importancia dada por la cúpula del PT a la “Cuestión Nacional”– cedió al encanto de la Inversión Extranjera y a la idea de crear grupos “campeones nacionales”. Llegaron las concesiones, las privatizaciones, el BNDES como financiador de gigantes privados. Llegó con fuerza, especialmente bajo el gobierno de Dilma, una nueva “apertura económica”: carreteras, puertos, las tierras, aeropuertos, hidroeléctricas, bancos públicos y –el colmo- las mayores reservas de petróleo pre-sal del planeta .

Con ese giro conservador se evapora el esperado aumento del poder nacional sobre los grupos transnacionales y la expectativa de avance hacia un tipo de “Capitalismo de Estado”, situación en la cual la propiedad sobre los medios de producción fuera pasando paulatinamente para el control público, por medio del Estado. Los grandes grupos privados nacionales están ampliando el control sobre las industrias estratégicas –principalmente siderurgia, celulosa, petroquímica, alimentos, bancos, construcción, energía y comunicaciones.

Se extiende la concentración de la tierra y perece la reforma agraria. Crecen los conglomerados de las telecomunicaciones. Este control monopolista privado nacional o extranjero asfixia la economía nacional brasileña, que es una de las más poderosas del planeta y cuenta con un potencial tremendo. Además, en algunos casos, esos mismos grupos empresariales conspiran contra el proceso de integración Sur-Sur, asumiendo un papel vergonzoso en América Latina y en África.

Siguiendo el raciocinio planteado anteriormente, consideramos que la naturaleza de una Revolución en Brasil hoy es Nacional Democrática. Los enemigos de nuestro desarrollo son el Imperialismo y la oligarquía interna. La contradicción principal en ese momento sería, en nuestra interpretación, entre la Nación y el Imperialismo y no estaría en la relación capital-trabajo.

Hemos perdido el ritmo, pero podemos reanudar la marcha uniendo toda la sociedad en contra del pequeño grupo de parásitos que frenan nuestra caminada. Sin duda, los resultados de la traicionera privatización del pré-sal pueden crear un entorno favorable para el rescate de un Proyecto Nacional. A lo largo de 500 años, los brasileños demostraron muchas veces que cuentan con la fortaleza moral para retomar los pasos perdidos. Hay que levantarse y empezar otra vez. Empezar otra vez, pero desde un nivel superior. Porque el mundo no avanza en círculos sino en espiral.

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