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Brasil, en riesgo

Brasil vive una situación complicada. Con visos de injerencismo por parte de Estados Unidos (EU), que mete las uñas ahí en donde tiene intereses y encuentra aliados traidores, vendepatrias de la derecha siempre dispuestos a ser utilizados como ocurre en no pocos países latinoamericanos. La corrupción en Petrobras es motivo del escándalo. No es para menos, cuando se trata de un problema del sistema o sistémico. Y apunta directamente tanto al Partido de los Trabajadores (PT) como indirectamente a la presidenta Dilma Rousseff. Del partido, porque hay implicados en los dineros ilícitos; de Dilma, porque se presume conoce del tema desde que estuvo al frente del ministerio de “Minas y Energía” en 2003, durante el primer cuatrienio del gobierno de Luis Inacio Lula da Silva.

Varios factores se apilaron en una semana, la que terminó recién. El domingo 15 las manifestaciones multitudinarias en Sao Paolo que se presume alcanzó el millón de personas —que sumó a otras ciudades en donde también hubo protestas—, todas con dos principales consignas temerarias: “Fora Dilma”, e “Intervecäo militar constitucional”.

Digo temerarias por al menos dos razones: 1) Los señalamientos por corrupción en Petrobras han alcanzado ciertamente a los dirigentes del PT (se dice que de toda transacción al partido le queda entre el 2 y 3%), como es el caso del tesorero Joäo Vaccari y a más personajes del gobierno entre funcionarios y legisladores. A 50 por lo menos. A 27 señala por ahora la Fiscalía, la Procuraduría General de la Nación, entre ellos a 12 senadores y 22 diputados.

Dilma está haciendo esfuerzos por encarar la red de pagos y sobornos a empresas constructoras (18 investigadas) por entregar porcentajes a cambio de recibir obras de la petrolera. La semana anunció la “Operación Lava Jato” para impedir “cajas B” en campañas políticas, y la congelación de cuentas bancarias de funcionarios cuyos montos impliquen alguna sospecha. El mismo día que se dio a conocer la encuesta que coloca a Dilma en un 62% de rechazo, entre quienes califican su gestión de “mala” o “muy mala”. Fernando Collor de Melo en 1992 fue expulsado de la presidencia por corrupción con un 68% de repudio.

El mismo miércoles “negro” para Dilma, cuando se anunció la renuncia del titular del ministerio de Educación, Cid Gomes. Pero, en fin, no hay indagatoria que alcance a la presidenta. Y por tanto no hay motivo para justificar la salida de Rousseff. Si no procede la renuncia —la legitimidad la ganó en las urnas para un segundo mandato—, menos una destitución. Peligroso, el llamado a los militares. ¡Como si Brasil (con 29 años de dictaduras), al igual que otros de la región, desconociera la presencia y represión de la “bota militar”!

2) Ciertamente que los montos del desfalco que se opera desde Petrobras no son pocos: al menos 62 mil millones de dólares al año, que es el doble del sector salud y 2.5 por arriba del presupuesto que se destina a educación. Pero aún y cuando Petrobras encare deudas por 170 mmdd (75% en manos extranjeras y 70% en dólares); tenga proyectos caros en aguas profundas; haya perdido el 60% de su valor ahora con el entorno de precios del barril a la baja: represente el 10% del PIB, con todo y eso es un país estratégico en la región latinoamericana.

Por eso EU quiere recuperar los “derechos” (sic) que perdió con el gobierno de Lula, ahora le vendría bien derrocando a Dilma con el aval de “la burguesía”. Son las clases altas, incluidas las clases medias que han adquirido beneficios desde que el PT gobierna el Brasil, las principales promotoras de la destitución de la presidenta. Como sea, no tardará en conocerse que las manos que mecen la cuna están en el norte; y tienen fines desestabilizadores.

Antes del PT, con el presidente Fernando H. Cardoso, conocido académico e intelectual en la región latinoamericana por sus teorías de la “dependencia y el desarrollo”, se aplicaron las doctrinas neoliberales. ¡Ah, decepción de Cardoso! Con las privatizaciones se dieron los privilegios a unos cuantos empresarios, como sucedió en el resto del continente en donde se aplicaron las tesis del consenso de Washington. Los escándalos por corrupción no faltaron. Al igual que durante el gobierno de Collor de Melo (1990-1992). En el 2000 con Cardoso su gobierno se vio involucrado en “desvío de recursos” para obras de construcción.

Pero hasta que llegó el PT comenzó el secreto a voces de implicados desde el gobierno y los demás poderes, en los sobornos. Eso es lo que tiene ahora, incluso confrontados a Dilma con Lula. Éste quiere que renuncie, la presidenta se resiste. Vale que la responsabilidad no recae en una sola figura, así sea la presidenta. La obligación es del gobierno con la justicia de la mano. Por la estabilización del país, contra el injerencismo de EU en los asuntos internos.

Hasta por lo que ha logrado Brasil como gran productor de materias primas; primer lugar en azúcar, café y soya. Gran exportador de petróleo. Hay un descontento más de EU: que el principal socio comercial de Brasil es China. Por eso los rumores de la presencia de presuntos yihadistas reclutando a jóvenes brasileños para que actúen como “lobos solitarios” rumbo a los olímpicos de 2016. Lo anunció este sábado 22 el diario O Estado de Sao Paulo. La cosa es seria. La amenaza es real. Las acciones deben ser prontas. Solo falta el llamado a la unidad, desde presidencia. Dilma tiene la palabra. Por el bien de Brasil; por el bien de los latinoamericanos.

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