Educación

¿Bolonia contra el Fracaso Escolar?

En una entrevista publicada ayer, Daniel Peña, rector de la Universidad Carlos III afirma que «Bolonia ofrece la oportunidad de reducir el fracaso». Las razones que alude son la planificación de las clases teóricas y prácticas con plazos para que el alumno sea consciente de cómo aprobar, la ampliación de las clases grupales frente a las magistrales, la coordinación del tiempo del estudiante para equilibrar las exigencias universitarias, y el desarrollo de habilidades y destrezas frente a conocimiento. Esto no es nuevo, nada nuevo.

El 3 de octubre de 1990 fue arobada la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo – LOGSE -.Presentada como una revolución progresista, los años se han encargado de demostrar que su aplicación ha traído la mayor debacle y regresión educativa conocida, por lo menos, en el ámbito europeo. Sería ridículo pretender comparar la situación con el sistema franquista aludiendo a los avances democráticos y pedagógicos. Es como si en 1930 alguien defendiera el “crack” del 29 porque se está mejor que en el proceso de Reconstrucción de Lincon, 60 años antes. Se avanza, sí, pero hacia dónde. Basta con mirar con algo de detenimiento la Ley de 1990 para leer: “Una formación personalizada, que propicie una educación integral en conocimientos, destrezas y valores morales de los alumnos”, además del “desarrollo de las capacidades creativas y del espíritu crítico”. Se promueve “la atención psicopedagógica y la orientación educativa y profesional” con la aplicación de “una metodología activa que asegure la participación del alumnado en los procesos de enseñanza y aprendizaje”. Para acabar sentenciando que “la metodología didáctica se adaptará a las características de cada alumno, favorecerá su capacidad para aprender por sí mismo y para trabajar en equipo” Queda así lastrado el desprecio al conocimiento en el que se ha educado a dos o tres generaciones. “Una clase magistral a la semana” promoviendo las clases grupales, no resuelve nada que tenga que ver con la infantilización metodológica “logsiana”. Que los alumnos puedan participar en la mejora de los propios contenidos poniendo a prueba su capacidad… y la del profesor; y un sistema de evaluación democrático que penalice a los profesores que exhiban su 90% de suspensos como valuarte de su currículum. Es un punto de partida. Quizás la planificación y la orientación por etapas plantea el rector Daniel Peña sean adecuadas. Pero no hacen más que mejorar la eficiencia, los medios, no la eficacia, es decir, los resultados. Quizás, también, porque no se cuestionan los contenidos que orientan las carreras universitarias a las necesidades del mercado laboral inmediato, no hacia un proyecto educativo armonizado con un proyecto de progreso para el país – es recomendable aquí, leerse el manifiesto que más de 800 científicos españoles en el extranjero, publicaron en diciembre del 2006 -. Por un lado se reproduce la concepción constructivista de individuos que aprenden interactuando con los “objetos educativos” no imbuidos en un contexto social. Y por otro, nada parece que queda por decir de la imposición de Bolonia a estar un mínimo de 40 horas a la semana en la Universidad. Ya se puede orientar y planificar ese tiempo, que el que no lo tenga porque tiene, por ejemplo, que trabajar para pagar los plazos del préstamo que le ha hecho el Banco Santander para pagar la carrera porque han subido las tasas y eliminado las becas… pues “fracasará”.

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