Avances en salud

BioImage y el mito del colesterol

Las enfermedades cardiovasculares son, desde hace un año, objeto de uno de esos grandes estudios que pretende cambiar la conciencia sobre ellas. La necesidad de sumar a los principales factores de riesgo considerados actualmente (sobrepeso, tabaquismo, hipertensión, diabetes o colesterol) evidencias (de imagen o moleculares) sobre el estado real de las arterias para evaluar el riesgo de infarto es una buena noticia.

La llamada laca de ateroma de riesgo consituye la primera causa de muerte en el mundo occidental. Primero, se concebía que la acumulación de colesterol iba gradualmente obstruyendo las arterias hasta provocar el infarto. Las grandes farmacéuticas, lideradas por Merck, fueron las que a lo largo de los noventa impulsaron “la guerra contra el colesterol”, como causa del infarto de miocardio, al tiempo que comercializaban las estatinas, los fármacos más rentables de la historia. Y ello a pesar de la evidencia de que el colesterol alto no podía ser la causa.La evidencia, durante décadas, apuntaba a que muchos pacientes que fallecían a causa de un infarto sólo tenían pequeñas placas que no estrechaban las arterias coronarias y que había una base de inflamación. Tal como afirmaba uno de los grandes médicos del S. XIX, Rudolf Virchow, el infarto de miocardio es una enfermedad inflamatoria. La rotura de la placa inflamada es lo que provocaría el infarto de forma súbita, cuando se forma un trombo (coágulo sanguíneo). Estas placas hoy se llaman placas de alto riesgo o vulnerables. Esto explica por qué entre el 70 y el 85 por ciento de los infartos se producen en personas sin síntomas previos y que se suponen sanos. Según palabras de Fuster, se trata de abrir “un nuevo paradigma de prevención que se base en el estado real de las arterias y que complemente la evaluación convencional a partir de los factores de riesgo. Esto nos permitirá identificar y tratar mejor a aquellas personas que realmente tienen un alto riesgo cardiovascular”. Que las conclusiones vayan enfocadas más allá de los intereses de las multinacionales implicadas en ellos, pues ya es otro tema. El proyecto está capitalizado por un grupo de grandes monopolios, encabezado por una de las mayores compañías de seguros médicos de EEUU, Humana; grandes farmacéuticas implicadas en el desarrollo de fármacos anticolesterolémicos, como las estadounidenses Merck y Abbott, la japonesa Takeda, la anglosueca AstraZeneca; y la holandesa Philips, encargada de suministrar la tecnología médica. Todas coordinadas por BG Medicine, una biotecnológica de Massachusetts especializada en diagnóstico molecular. Este estudio cuenta con un equipo médico de altura, dirigido por Valentín Fuster, director del Instituto Cardiovascular Zena y Michael A. Weiner y del Centro Marie-Josee y Henry R. Kravis para Salud Cardiovascular y director del Mount Sinai Herat. El estudio empezó en enero de 2008. Tras un año, se han reclutado ya 3.500 voluntarios, y está previsto concluya en 2012 o 2013 con 8.600. Las primeras conclusiones ya apuntan a que la calcificación de las coronarias puede estar relacionada con la acumulación de grasa en las arterias carótidas, con lo que una rápida, barata e indolora ecografía a nivel del cuello se adelanta en las opciones a ser la prueba estándar para medir el riesgo de sufrir un infarto. Nada está decidido hasta que no se tengan todos los datos. Sin embargo, quedarse en el ya importante objetivo de reducir la mortalidad por enfermedades cardiovasculares detectando a nuevos individuos en riesgo puede servir para abrir dos caminos. La profundización sobre el origen inflamatorio de la enfermedad cardiovascular, tal como reivindica una parte de la comunidad científica. O la profundización del mito del colesterol como causa de la enfermedad cardiovascular, y la mera inclusión de pacientes que hasta ahora han sido infradiagnosticados como de bajo riesgo en los programas de tratamiento crónicos con las estatinas.

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