Ya es oficial. Casi cuatro días después de que se cerraran los colegios electorales, y tras un recuento agónico, la victoria de Joe Biden en Pensilvania, el candidato demócrata superaba los 270 compromisarios en el Colegio Electoral que le garantizan su nombramiento como presidente de los EEUU.
Biden supera ya los 74 millones de votos, que aumentarán cuando se cierre definitivamente el recuento. Pero Trump supera los 70 millones, evidenciando una fortaleza que seguirá utilizando para influir en la política norteamericana.
Todos los grandes medios, incluída la Fox, cadena que había sido un cerrado apoyo mediático de Trump, han proclamado ya a Biden como “presidente electo”. Pero Trump insiste en no reconocer su derrota. Pocos minutos después de que se hiciera pública la victoria de Biden en Pensilvania, Trump ha comparecido para seguir insistiendo en un fraude del que no presenta prueba alguna, anunciando que su legión de abogados, mas de 8.500, presentarán batalla en los tribunales.
Hasta el próximo 20 de enero, Trump seguirá siendo presidente de EEUU, con todos sus poderes intactos. Nada hace pensar que pueda tener éxito en su intento de cambiar en los tribunales el resultado electoral. Pero su actuación, antes y después de abandonar la Casa Blanca, agudizará la tensión y el enfrentamiento.
Aunque se ha certificado la victoria de Biden, quedan todavía cuestiones importantes por resolver. Como la composición definitiva del Senado. Si se certifica una mayoría republicana, ahora pendiente del final del recuento en varios Estados, la presidencia de Biden contará con el lastre de un contrapoder que puede limitar sus capacidades.
La pandemia, que alcanza cifras récord en EEUU, ha generado la inaudita cifra de hasta 100,7 millones de votos por anticipado: 35,9 millones corresponden a votos en persona registrados en las jornadas anteriores y otros 64,8 millones a votos por correo. Esta enorme cantidad de votos por correo ha provocado un largo y lento escrutinio que se ha prolongado hasta cuatro y cinco días en varios Estados clave.
Biden es ya -en términos absolutos- el candidato presidencial más votado de la historia de Estados Unidos con más de 74*** millones de votos. Superando la marca de Obama en 2008 con 69,4 millones. Finalmente, ha movilizado a una enorme base de votantes, muchos de los cuales, dadas las características plebiscitarias de estas elecciones, más que por él, han votado «contra Trump».
Pero Trump tiene otro récord. Con casi 70 millones de votantes -siete millones más que los 63 millones de 2016- es el segundo candidato más votado de los anales electorales estadounidenses. No es que haya revalidado su apoyo, es que lo ha fortalecido y galvanizado, transformándolo en una fuerza política y social de primera magnitud.
Un escrutinio de infarto
En las primeras horas del escrutinio, con las victorias republicanas en Estados tan importantes como Florida (29 votos electorales) o Texas (38), así como su triunfo incontestable en la mayor parte de los territorios del centro del país, Trump pareció tener muchas opciones de ganar. Todas las encuestas, que habían vaticinado una cómoda victoria para el demócrata, se dieron de bruces contra la realidad. El trumpismo tenía una fuerza que ningún encuestador había logrado calibrar.
La noche electoral, además de en el sur y en el centro, Trump iba líder en el recuento del Cinturón del Óxido, en tres Estados a orillas de los Grandes Lagos -Wisconsin, Michigan y Pensilvania- que le habían dado la llave de la Casa Blanca hacía cuatro años. En el cuartel general trumpista los ánimos estaban por las nubes. Tenían 214 votos electorales y el sueño de repetir la hazaña de 2016, cuando contra todo pronóstico ganaron a Hillary, estaba al alcance de la mano.
Pero faltaba el voto por correo. Millones y millones. Y lentamente, cada Estado comenzó a contar las toneladas de sufragios postales.
Entonces, lentamente, la tendencia fue cambiando a favor de Biden, para monumental enfado del republicano. “¿Cómo puede ser que cada vez que cuentan lotes de votos por correo son tan devastadoras en su porcentaje y poder de destrucción?”, dijo Trump en twitter.
Porque efectivamente, el voto por correo era prediminantemente demócrata, algo perfectamente predecible. Durante toda la campaña, Trump había despreciado el riesgo de contagio en la jornada electoral, había atacado al voto por correo como fuente de «fraudes» y había alentado a sus seguidores al voto presencial. Mientras que los demócratas habían hecho campaña por el voto anticipado, con un doble objetivo: prevenir contagios y promover la máxima participación.
Las sacas de votos por correo fueron haciendo su labor. Primero cayeron Wisconsin (10 votos electorales) y Michigan (16), poniendo a Biden en 253. Solo con sumar a Nevada (6) y Arizona (11) ya sumaba 270, el mínimo de compromisarios del Colegio Electoral que dan la llave de la Casa Blanca. Trump comenzó a hablar abiertamente de «fraude», de «robo» y de «sistema corrupto», y a exigir que se parase de contar. Pero sus ofensivas legales -con un ejército de 8.500 abogados- tuvieron magros resultados.
En la tarde del viernes (hora española), los sufragios electorales cambiaron el liderazgo en otros dos Estados que Trump consideraba suyos -Georgia (16) y Pensilvania (20)- dando a Biden 306 votos electorales. Un resultado que da la victoria al candidato demócrata las llaves del Despacho Oval, y lanzando un ‘Game Over’ sobre el cuartel republicano.
Gabrielle dice:
Todavía està por ver. Hay fraude electoral y està saliendo toda la mierda de un sistema americano podrido lleno de odio y violència. Por otro lado, qué manía en España de que gane un Biden vendido a los chinos, escandalos de corrupción, etc…
Està supuesta izquierda apesta.