Asesinato de la lí­der indí­gena Berta Cáceres en Honduras

Berta volverá, y será millones

El asesinato de Berta Cáceres ha levantado en un grito de denuncia a toda la izquierda antihegemonista latinoamericana. La dirigente hondureña fue una infatigable luchadora que denunció valientemente tanto los atropellos medioambientales de las multinacionales contra los campesinos indí­genas, como las agresiones del hegemonismo norteamericano su propio paí­s y toda América Latina.

Esperaron a que se durmiera. Dos pistoleros forzaron la puerta de su casa y la acribillaron en su cama. Así de brutal y cobarde fue el asesinato de Berta Cáceres, líder y portavoz del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) y un auténtico referente para la izquierda latinoamericana.

La connivencia entre los intereses particulares de grandes multinacionales -que no dudaron en señalar a la líder indígena como el principal obstáculo para sus proyectos- el Estado hondureño -que durante años no dejó de hostigar a la dirigente del Copinh- y el hegemonismo norteamericano -contínuamente denunciado por Cáceres- es tal que no resulta fácil saber quién apretó el gatillo. Pero si podemos conocer la trama de intereses de Estado, monopolistas e imperialistas que puso precio a la cabeza de Berta Cáceres. «La connivencia de intereses de Estado, monopolistas e imperialistas puso precio a la cabeza de Berta Cáceres»

Cáceres era plenamente consciente de que su vida estaba en el centro de una diana, pero ni las múltiples agresiones físicas, ni las continuas amenazas de secuestro, violación o tortura, ni los ataques contra su anciana madre o sus cuatro hijos doblegaron su determinación de lucha y su compromiso con su propio pueblo -los indígenas lenca, una de las mayores etnias de Honduras- que la había elegído como su cabeza y su voz.

Una semana antes del crimen, Berta Cáceres denunciaba en una rueda de prensa el asesinato de varios dirigentes de su comunidad, así como las amenazas que ella misma sufría por parte de sicarios a sueldo de multinacionales, amparados por los aparatos del Estado hondureño, históricamente intervenido por Washington. “En este país impune, responsable de graves violaciones de derechos humanos, los que luchamos por la tierra, por el agua, por el territorio para la vida, para que no caiga en manos privadas y sea destruido, ponemos la vida en riesgo. Aquí es muy fácil que a uno lo maten”, dijo Cáceres. “El coste que pagamos es muy alto. Pero lo más importante es que tenemos una fuerza que viene de nuestros ancestros, herencia de miles de años, de la que estamos orgullosos. Ese es nuestro alimento y nuestra convicción a la hora de luchar”.

Las contínuas amenazas contra Berta Cáceres obligaron a que las autoridades hondureñas -las mismas que la hostigaban contínuamente- tuvieran que ofrecerle protección policial, que en la noche del asesinato brillaron por su ausencia.

Las inverosímiles excusas del ministro de Seguridad, el general retirado Julián Pacheco, alegando que “las fuerzas de seguridad no tenían registrado el domicilio” donde residía Berta Cáceres moverían a risa si no fueran un descarado intento de culpabilizar a la víctima, además de casi una confesión de la total complicidad entre los pistoleros y la policía.

Berta Cáceres, una luchadora de estirpe.De casta le venía al galgo. Hija de una partera y de un activista social de la etnia lenca, la pequeña Berta vió como su hogar servia de cobijo a numerosos refugiados lenca que huían de las matanzas perpetradas por las Fuerzas Armadas de la vecina El Salvador.

Con esos mimbres de solidaridad y lucha, Berta Cáceres pronto se convirtió en una líder estudiantil, siendo una de las fundadoras del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh). De la mano de Cáceres y otros muchos luchadores, el Copinh se convirtió en una potente herramienta para la reivindicación de los derechos políticos, sociales, culturales y económicos del campesinado y de las comunidades indígenas en Honduras, y en el más potente movimiento de masas del país, con fuertes tendencias revolucionarias.

Como coordinadora del Copinh y portavoz del pueblo lenca, Cáceres participó en las luchas sociales y políticas de Honduras y de todo el continente hispano, denunciando el golpe de Estado promovido por EEUU contra el gobierno de Zelaya o las contínuas agresiones e injerencias hegemonistas contra America Latina.

Una defensora de su pueblo y del medio ambienteEncabezada por Berta Cáceres, la lucha de los campesinos indígenas se dotó de un fuerte contenido ambientalista y antimonopolista, en respuesta a destrucción de sus modos de vida por parte de grandes transnacionales, amparadas e impulsadas por los distintos gobiernos pronorteamericanos de Tegucigalpa.

Berta Cáceres lideró la resistencia indigena frente a la construcción de la represa de Agua Zarca, proyectada por la mayor empresa hidroeléctrica china, Sinohydro Corporation. El megaproyecto, además de un gravísimo impacto ambiental, suponía la privatización del río Gualcarque -considerado sagrado por los indígenas y del que depende su subsistencia- y los territorios circundantes , obligando al desplazamiento forzoso de la población lenca.

Fruto de la persistente campaña de resistencia del Copinh, la multinacional china tuvo que abandonar la obra en el año 2013, denunciando su contrato con el gobierno hondureño. Por esta y otras victorias, además del reconocimiento de su gente, Berta Cáceres recibió en abril de 2015 el prestigioso premio Goldman, conocido como el Nobel del Medio Ambiente.

La persecución de los que se oponen a los proyectos de las grandes multinacionales de la construcción, hidroeléctricas, mineras o del sector agroindustrial es una constante en el Tercer Mundo y en América Latina, pero en particular Honduras es el país más peligroso del mundo para indígenas y defensores ambientales; en 2014 fue el país que registró más asesinatos per capita por este motivo.

El territorio hondureño registró más de un centenar de asesinatos de activistas ambientales y campesinos entre 2002 y 2014, y más de 80 tuvieron lugar sólo en los últimos tres años en una región, Bajo Aguán. Todo ello ante la más absoluta impunidad: no hay detenciones ni condenas por parte de las autoridades.Una represión contra el campesinado indígena que va a más. Tras el golpe de Estado contra Zelaya en 2009 y las elecciones presidenciales de 2013, que eligieron al proyanqui Juan Orlando Hernández, las medidas de represión contra los pobladores lenca aumentaron considerablemente.

Una figura del frente antihegemonista latinoamericano.Desde la primera hora, Berta Cáceres y la Copinh lucharon contra el golpe de Estado auspiciado por los EEUU que derrocó a Manuel Zelaya en 2009, después de que el presidente hondureño-inicialmente adscrito al liberalismo- diera un giro de 180º a su orientación política, declarara su gobierno “izquierdista y socialista”, se uniera al frente antihegemonista latinoamericano integrando a Honduras en el ALBA y decretara una subida del salario mínimo de un 60%. La propia Cáceres no dudó en señalar a Hillary Clinton -hoy en pugna por ser candidata a la Casa Blanca y entonces Secretaria de Estado de Obama- como la instigadora del golpe.

Mucho más recientemente, Cáceres y la Copinh encabezaron la lucha contra el proyecto norteamericano de instalar la base militar más grande de toda América Latina en Honduras, denunciado como «un proyecto de dominación y colonización con el propósito de saquear los recursos de los bienes comunes de la naturaleza en la nación centroamericana». Cáceres señaló además que la base significaba una amenaza para los países vecinos debido a que Washington «siempre ha usado a Honduras como una plataforma para invadir a otros pueblos hermanos, como sucedió en los años 80 contra Nicaragua. Esta vez podría ser Venezuela». La Copinh ya denunció hace años la presencia de hasta seis bases norteamericanas encubiertas en suelo hondureño, hecho que siempre fué tajantemente negado por las autoridades.

Las esbirros de las multinacionales, los gorilas del Estado hondureño o los sicarios de Washington. Quizá todos ellos juntos. Ellos han asesinado a esta luchadora. Pero de su sangre nacerán millones de puños en alto. Como dijo su propio hermano en su funeral: “¡Miles de Bertas Cáceres más se van a levantar!».

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