Es bien sabido cómo el cónsul romano Servilio Cempión, tras sobornar a tres capitanes del ejército de Viriato para que lo asesinaran, posteriormente los mandó ejecutar porque «Roma no paga traidores». Al ministro de Economía, Luis de Guindos, acaba de pasarle algo parecido en el asunto de Bankia.
Según revelaba el diario El País el pasado fin de semana, a primeros de abril, el Banco de España aprobaba el plan de saneamiento de Bankia, lo que suponía dar un balón de oxígeno a Rato.
“Para contrarrestar esta situación, Economía [es decir, de Guindos] empujó al FMI a que incluyera, en su informe del 26 de abril, un párrafo en el que apuntaba —sin citarlo— a Bankia como uno de los grandes problemas de España”. No contento con esto, unos días después Guindos, directamente inspirado por la UE y el BCE, sacaba otro decreto que exigía 30.000 millones más en provisiones y un examen al sector encargado a consultores y auditores extranjeros, quitándole la supervisión al Banco de España. Era la sentencia de muerte para Bankia. Y si el impulso asesino vino de Washington y Bruselas, la mano ejecutora fue de Guindos. «Si el impulso asesino vino de Washington y Bruselas, la mano ejecutora fue de Guindos»
Pero Berlín, como Roma, no paga traidores. Y sólo horas después, el presidente del BCE, Mario Draghi, fulminaba a Guindos diciendo que el asunto Bankia se ha resuelto “de la peor manera posible”. Con el cuarto mayor banco español en la UVI, el Banco de España hundido y el ministro de Economía tocado, la intervención y el rescate gana terreno.