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Berlí­n encuentra pocos aliados para su receta de austeridad

El fracaso de Alemania por conseguir apoyo de Estados Unidos y otras grandes economías para sus prescripciones de austeridad podría socavar su posición en el debate sobre cómo resucitar la economía de la zona euro.

Funcionarios de finanzas del Grupo de 20 economías desarrolladas y emergentes llegaron a la conclusión durante sus reuniones en Moscú que la atención de los líderes debe estar enfocada en aumentar el empleo y el crecimiento económico, rechazando los esfuerzos alemanes por fijar metas específicas de deuda después de 2016.

«La idea de que los alemanes fueran respaldados por otros europeos era de por sí dudosa y la noción de que los estadounidenses los respaldaran era descabellada», dijo Simon Tilford del Centro para la Reforma Europea en Londres.

Francia y otros miembros de la euro zona, particularmente en el sur de Europa, han sido críticos respecto a la insistencia alemana por reducir la deuda, argumentando que se le debe dar más peso al crecimiento económico.

Un creciente volumen de investigaciones sugieren que se ha

subestimado el efecto negativo de la restricción fiscal sobre el crecimiento, particularmente en momentos de crisis. La postura pro-austeridad de Alemania fue cuestionada por cifras oficiales publicadas el lunes que muestran que la deuda soberana de la zona euro repuntó marcadamente durante el primer trimestre, con aumentos particularmente altos en Portugal y otros países del sur del continente que han recortado los gastos y elevado los impuestos ante la insistencia de Alemania.

«Los líderes europeos se apresuraron (a reducir el déficit) en momentos en que la economía estaba débil», dijo Zsolt Darvas, un académico del centro de estudios Bruegel, en Bruselas. «Cuando se suma todo, fue un error que Europa se apresurara con la consolidación fiscal».

La mayor parte de los economistas concuerda en que, a largo plazo, una deuda pequeña es buena para la economía: mantiene las tasas de interés bajas y canaliza dinero hacia el sector privado, en donde puede ser dirigido a inversiones que mejoren la productividad.

La pregunta que divide a Europa del resto del mundo es qué hacer a corto plazo cuando las economías pasan apuros.

EE.UU. respondió a una severa recesión en 2008 y 2009 recortando impuestos y aumentando el gasto del gobierno. El resultado fue una serie de déficits de más de US$1 billón (millones de millones), o cerca de 10% de su Producto Interno Bruto. La economía estadounidense se ha recuperado, modestamente, y este año subió los impuestos y permitió que se activaran los recortes automáticos. Como resultado, el déficit ha caído marcadamente.

Pero los funcionarios europeos emprendieron el camino contrario con Grecia, Irlanda y otros países. Insistieron en aumentos de impuestos y recortes al gasto como condición para entregar préstamos de rescate, lo que exacerbó declives que de por sí ya eran severos.

La esperanza de Europa era que los países reformaran también sus mercados laborales para mejorar sus perspectivas de crecimiento, mientras que el incremento de la demanda de EE.UU. y los mercados emergentes ayudaba a sacar a las economías en crisis de la recesión.

Sin embargo, las autoridades subestimaron los problemas que afrontaban el sector inmobiliario y el bancario en buena parte del sur de Europa, dicen los analistas, y contaban demasiado con el crecimiento en el extranjero para apuntalar la demanda. Al mismo tiempo, los líderes europeos se aferraron a un puñado de estudios, que luego fueron cuestionados, que sugerían que los altos niveles de deuda actuaban como un importante obstáculo a la actividad económica.

Las economías generalmente necesitan una mezcla de una modesta inflación anual, que muchos bancos centrales ubican en 2%, y un crecimiento robusto para generar los recursos financieros que necesitan para pagar sus deudas. El crecimiento económico impulsa los ingresos del gobierno provenientes de los impuestos a la renta y el consumo. También ayuda al empleo, lo cual alivia la presión sobre el desempleo y otras prestaciones sociales. En resumen, apretarse el cinturón es inútil a menos que las economías se expandan.

Sin embargo, Alemania y el resto de la zona euro tenían pocas alternativas en el caso de Grecia, Irlanda y Portugal, los cuales perdieron acceso a los mercados financieros, explicó Daniel Gros, director del Centro Europeo de Estudios Políticos en Bruselas. Cuando el capital extranjero se secó, estos países necesitaron reducir sus déficits. Ahora que la brecha se ha cerrado «se puede volver a pensar en la política fiscal» como una forma de impulsar el crecimiento, dijo. Aun así, Alemania todavía controla los hilos financieros de Europa y es poco probable que cambie su curso.

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