Cine

Ben-Hur

Sí­, es una pelí­cula de esas que se nos hacen habituales en las tardes de Semana Santa, repuesta hasta la saciedad y adorada por su contenido religioso. Pero más allá de la devoción cristiana que manifiesta en sus últimos veinte minutos -de un metraje de más de tres horas-, Ben-Hur es una historia cargada de elementos de referencia, uno de los retratos más fieles de la Judea ocupada por los romanos, y una colección de valores como la renuncia al lujo material a favor de la búsqueda de la propia identidad, de la lucha por los más desfavorecidos, aún a riesgo de la propia vida, y de la consecuencia hasta el lí­mite a la hora de pelear por lo que uno considera propio.

Hace ya medio siglo desde que se estrenó la obra maestra de William Wyler, rotagonizada por un sublime Charlton Heston que encumbro su figura al olimpo hollywoodiense gracias a la interpretación del aristócrata hebreo Judá Ben-Hur. Roma, dueña y señora del mundo conocido, gobierna con mano de hierro sus vastos territorios, entre ellos la misma Judea, sometiendo con dureza a sus moradores. Éstos desean con ansia la llegada de un nuevo Mesías que liberará al pueblo judío del yugo romano. Judá no es de los que creen en supersticiones, es un rico comerciante que verá como los tejemanejes políticos entre la autoridad romana y judía, muy bien avenidas, le llevan a ser despojado de todas sus pertenencias y condenado a remar en las temidas galeras. A partir de ahí, el guión adaptado de la novela de Lewis Wallace, publicada en 1880, es una sucesión constante de giros imprevistos. Judá llega a vivir en Roma, adoptado por un rico señor que le cubre de lujos, pero renuncia para regresar a su tierra natal en busca de su familia. Será capaz de arriesgar su vida por sacar a su madre y su hermana del Valle de los Leprosos, y se enfrentara al jefe militar de la autoridad romana en la legendaria escena de la carrera de cuadrigas, que sigue siendo técnicamente alucinante medio siglo después, en la era de los efectos digitales. El rodaje, como no podía ser de otra manera se convirtió en una empresa faraónica: Se convirtió en la película más cara de la historia, por la necesidad imperante de recursos humanos y materiales, que dispararon los costes de una manera desorbitada. 15 millones de dólares fue el coste final de la película, aunque en el primer año de exhibición en cartelera ingresaron 40 millones en taquilla. Entre los preparativos y el rodaje, la producción de Ben-Hur se prolongó durante cinco años. Construir el circo para la carrera de cuádrigas llevó todo un año. Los entrenamientos abarcaron 4 meses, mientras que el rodaje de la carrera duró 3 meses para 20 minutos de secuencia en la película. La recompensa: La película más galardonada de la historia, con 11 Oscar, 5 globos de oro, un Bafta e incluso un Grammy, para la genial banda sonora de Miklós Rózsa. La efeméride de su estreno se conmemora ahora con la adaptación teatral en forma de opera rock. Ben-Hur Live será el título, y su estreno está previsto en Londres para el mes de septiembre, mientras se espera que su llegada a España coincida con las vacaciones de navidad, adaptación en la que ya se ha confirmado la presencia de Miguel Ángel Muñoz en el papel principal. Steward Coperland, batería del grupo The Police y autor de decenas de bandas sonoras, ha sido el encargado de componer la partitura para la obra, que combinara guitarras eléctricas, partituras clásicas y, sobre todo, sonidos orientales que situarán a los espectadores 2.000 años atrás. Un nuevo despliegue de medios que promete hacer justicia con la obra a la que rinde homenaje, y que cambió para siempre la historia del cine.

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