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Barricadas en Gamonal, algo más que la lucha por un bulevar

El sol de media tarde de Burgos calienta a duras penas incluso cuando las nubes dejan llegar sus rayos a la acera. Pese al frío, cerca de un centenar de personas hace guardia en medio de la calzada de la calle Vitoria, principal arteria del barrio Gamonal. A los lados permanecen los restos de los choques entre manifestantes y policía que se han producido a lo largo de este fin de semana por la construcción de un bulevar. Vallas tiradas, pintadas en algunas pareces, sucursales bancarias con los cristales destrozados.

¿Todo por un bulevar? Javier es un joven que hace guardia junto a otros vecinos en medio de la calzada. Prefiere no dar su apellido. Él, igual que otros muchos, explica que el bulevar, que costará 8 millones de euros a un Ayuntamiento fuertemente endeudado, es sólo la gota que colma el vaso. “Lo que está pasando no es una pataleta. Son millones de euros los que quieren malgastar poco después de cerrar una de las guarderías más representativas del barrio porque supuestamente no hay dinero, mientras renuncian a encender parte del alumbrado público y reducen las horas de apertura de los centros cívicos”, explica indignado.

Gamonal es un tradicional barrio obrero de Burgos que hoy, en medio de la crisis, está fuertemente castigado por el paro y la falta de oportunidades, con el cierre de varias empresas. Estos días se pueden ver decenas de carteles en sus ventanas en los que se repite siempre la misma reivindicación: “No al bulevar”. “La gente se está volcando, los vecinos vienen a darnos ánimos y a traer comida. Y también de otras ciudades nos está llegando sobre todo asesoramiento legal e ideas para afrontar las multas que se puedan producir”, explica Javier. Él, junto a otros muchos vecinos, hace guardia para que las máquinas no entren en la calle y comiencen las obras. Hoy, de momento, pese a que el alcalde Javier Lacalle ha dejado claro que seguirán su curso, han logrado paralizarlas, al menos por un día.

De este modo, los vecinos protestan contra unas obras que consideran caras e innecesarias, y más en plena oleada de fuertes recortes sociales, pero también por la asignación del proyecto al empresario Antonio Miguel Méndez Pozo, muy afín al PP y con antecedentes por corrupción vinculada al ladrillo. Méndez es, además, dueño del principal diario local de Burgos, con cuyo tratamiento de las protestas los vecinos no están nada de acuerdo. Por eso ayer por la noche los miles de manifestantes que salieron a la calle se acercaron a la redacción del medio a protestar. Por su parte, la edición del Diario de Burgos ha amanecido este lunes con un editorial titulado “No nos callarán”.

Mientras hacen guardia en la calle Vitoria, algunos jóvenes sentados sobre uno de los bancos que cortan la vía hablan de cómo, en unos meses, se tendrán que marchar a Inglaterra a trabajar una temporada. “Luego me tocará volver y la verdad es que no sé qué voy a hacer. Tendré que irme a Madrid o a Barcelona a buscar algo, porque aquí lo veo imposible”, asegura uno de ellos. “Prueba en el Ayuntamiento, que ahí no tienen problemas”, responde su amigo con sorna. Otros, unos metros más allá, comentan con una sonrisa cómo los vecinos abrían anoche los portales para que los manifestantes pudieran esconderse ante las cargas y se asomaban a las ventanas con cacerolas.

En muchos de los pequeños negocios de la zona, los trabajadores muestran su simpatía con las protestas. “Éste es un barrio obrero que cada vez tiene más paro y la gente está harta de ver a los políticos del Ayuntamiento hacer lo que quieran con el dinero, de ver cómo lo regalan a sus amigos”, comenta la propietaria de un bar de la zona que prefiere que no aparezca su nombre. Cuando oye la palabra “vándalos” en la televisión, niega con la cabeza. “Yo no soy partidaria de esos disturbios, pero los entiendo. Llevan dos meses protestando pacíficamente. Los he visto pasar varias veces desde el bar pero el Ayuntamiento no escucha. Ahora, han quemado dos contenedores y mira, aquí está toda la prensa nacional”.

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