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Bankia, una solución en tiempo de descuento

La inminente nacionalización de Bankia, que ayer, bajo la batuta ya de su nuevo presidente, José Ignacio Goirigolzarri, solicitó al Estado la conversión en capital de las participaciones preferentes que su matriz, BFA, recibió durante la primera fase de la reestructuración, es sin duda el paso más trascendental dado hasta ahora en la reconstrucción del actual sistema financiero español.Y, posiblemente, la entrada en la recta final del proceso, que debería conducir hacia la paulatina normalización del sector, la mejora del flujo crediticio y una menor aprensión internacional hacia la banca doméstica. Pero esta intervención, que se ha visto precipitada por los desajustes detectados por Deloitte en la valoración de Bankia en los libros de BFA, es también el colofón de una carrera de despropósitos, en la que Banco de España y dirigentes políticos han tenido su parte alícuota de responsabilidad.Y es que ambos dejaron que el problema de Bankia engordara, consintiendo y alentando la creación de un gigante con pies de barro. Primero, con una fusión política a siete bandas que no hizo más que enmascarar las deficiencias de sus dos mayores miembros, Caja Madrid y Bancaja. Más tarde, admitiendo una salida a bolsa que no ha deparado más que sinsabores a sus accionistas y que ha terminado fracasando apenas nueve meses después. Y ahora, retrasando varias semanas más lo que, en retrospectiva, se antojaba ya inevitable. Para un viaje así no hacían falta alforjas. Las componendas no sólo han demorado el necesario saneamiento del sector, sino que han incrementando la dimensión del problema y pasado una abultada factura al conjunto de las entidades al aguijonear la desconfianza entre los inversores internacionales, cuyas dudas sobre el verdadero estado de salud de la banca española siguen patentes.

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