Finalmente en la declaración “Chile-Madrid, tiempo de actuar” aprobada por las delegaciones de los países participantes en la Cumbre del Clima se insiste en “realizar esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5ºC, por debajo de los límites preindustriales; y por otro lado se apremia a que los países deben presentar el próximo año, en la COP26 de Glasgow, planes más ambiciosos y concretos de recortes de las emisiones de gases contaminantes.
Solo 84 países, que en su conjunto solo suponen en torno al 10% de las emisiones mundiales, se han comprometido a presentar planes más ambiciosos contra las emisiones en la COP26 del próximo año, entre ellos España, junto con Alemania, Francia, Reino Unido o Suecia.
La ONU advierte de que se deben multiplicar por cinco los esfuerzos si se quiere reducir ese aumento de temperatura. Mientras los científicos apremian: los próximos 10 años son cruciales para actuar o nos enfrentaremos a que la temperatura pueda subir en torno a los 3ºC a final de siglo.
Los países más contaminantes no están entre ellos. EEUU está en la dimensión opuesta y se despide de cualquier tipo de compromisos saliéndose del Acuerdo de París. Otros gigantes de los combustibles fósiles (como Arabia Saudí, Canadá, Australia o Rusia) se muestran remisos a recortar sus niveles de emisión. Y países como China, India, Brasil y otros del Tercer Mundo no incluidos en ese grupo de 84 consideran que ya tienen planes de reducción y que son los países desarrollados capitalistas los principales responsables durante décadas de las emisiones y los que tienen que presentar planes más ambiciosos de recortes.
El acuerdo incluye tímidos avances para que, por primera vez, parte del presupuesto del Fondo de Adaptación, el llamado Fondo Verde, pueda ir destinado a ayudar a paliar las consecuencias que generan los fenómenos climáticos extremos en los países más vulnerables, como son los estados insulares. Un fondo que tiene fijado un objetivo de 100.000 millones de euros y que una vez más ha quedado postergado a la próxima cumbre.
Un éxito de la lucha social que avanza y presiona
Años de lucha contra la impunidad de las grandes multinacionales explotadoras de los recursos empiezan a cristalizar. De Chico Mèndes a Berta Cáceres, del Congo a Filipinas, son miles los activistas perseguidos y asesinados (1500 asesinatos en los últimos 15 años) por defender un desarrollo económico al servicio de la humanidad y la biodiversidad, y no al servicio de los intereses monopolistas y de sus gestores políticos.
El mejor resultado de esta COP25 es el movimiento de lucha social y unitario creado: una nueva generación por el futuro, la comunidad científica avalando y soporte de agentes y organizaciones sociales.
Se ha fortalecido una unidad social que empieza a cuestionar las anteriores premisas de acción ecologista individual. Y empieza a apuntar al blanco certero: los grandes contaminantes, los grandes explotadores y sus estados.
No es solo ecologismo, es lucha de clases.
Luis Ratia dice:
La lucha por el reconocimiento del 0,7% se inició hace más de 30 años. Invito a documentarse un poco sobre la historia de esta iniciativa hasta el dia de hoy para recordar a qué se enfrenta un movimiento social que pretende ser planetario y reivindicativo de unos mínimos de justicia social. Detrás de este movimiento, como detrás del ecologismo (generalizo mucho, lo sé) como bien señala el artículo estamos hablando de las luchas reales que mueven al mundo su historia, y que se resumen en una: la lucha de clases. Dudo que esos 100.000 millones vean la luz algún dia pero esta lucha merece la pena continuarla aunque haya que llenarla de fracasos. Como decía el inefable Labordeta,
«También será posible que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro la lleguemos a ver;
pero habrá que forzarla para que pueda ser.»