Selección de prensa nacional

Automóvil: mercado de taifas

El profesor de la Universidad del Paí­s Vasco, Joaquí­n Arriola, vuelve a sorprendernos gratamente con su incisivo y acertado análisis de la realidad económica española. Aumento de las desigualdades sociales, endeudamiento de las familias con la banca y endeudamiento del paí­s con el exterior. Si estos son los tres problemas cruciales de la economí­a española generados por un modelo de desarrollo insostenible -afirma con toda razón el profesor Arriola- entonces no hay razones para ser optimistas ante el desarrollo de la crisis. «Ni polí­ticos, ni banqueros ni empresarios parecen estar por la labor» de cambiar este modelo.

¿Es la crisis consecuencia de “los manejos de un gruo de financieros internacionales inmorales” y de un exceso de deudas comprometidas sin el soporte de activos reales que las respalden? ¿O por el contrario, la causa de la crisis está en una serie de males estructurales que han generado un crecimiento y un trabajo insostenibles, basados en el imperio de los servicios financieros, alimentado un creciente endeudamiento de las familias que, pese a disfrutar de unos bajos salarios, “son incitadas y convencidas por un enorme sistema de propaganda directa (publicidad) e indirecta (noticias) para gastar y consumir a crédito”? Al situar esta contradicción como punto de partida, Arriola sitúa la crisis a la que nos enfrentamos en su verdadera dimensión. Un modelo de desarrollo económico basado en la creación de muchos empleos de escasa calidad y que crean una tendencia a largo plazo en el que los salarios crecen por debajo de la productividad, aumentando consiguientemente las desigualdades. Y en el que, además, los más beneficiados por ese desigual reparto de la riqueza son quienes más contribuyen al aumento del déficit comercial y el endeudamiento del país. Sus afirmaciones son claras y contundentes. En ningún país de Europa como en España los salarios de los ejecutivos de las grandes empresas son tan elevados; en ninguno la tasa de ganancia media de las empresas es tan alta; y en ninguno el consumo suntuario (artículos de lujo importados en su mayor parte) es tan elevado. Si la primera condición para salvar a un paciente es diagnosticas con claridad y precisión la enfermedad, este hombre debería ser propuesto inmediatamente como ministro de economía. Y no es broma. Otro de las grandes asuntos del día es el verdadero caos de mercado creado por el gobierno con sus ayudas a la compra de automóviles. Dejando ahora de lado los dos problemas centrales de la medida (por qué el dinero público, de todos, tiene que ir destinado a resolver los problemas delos grandes monopolios automovilísticos y si una política de subvencionar la compra de coches arregla nada que no sea la necesidad inmediata de los balances de esos monopolios), la forma de organizarla ha sacado a la luz un tercero en el que llueve sobre mojado. La creciente fragmentación del mercado nacional. Si ya ahora es corriente escuchar de boca de empresarios y economistas las quejas sobre las distintas regulaciones internas de las autonomías que están creando un mercado nacional cada vez más fragmentado y compartimentado en distintas taifas, lo del automóvil puede convertirse ya en el colmo del despropósito. Comprarte el mismo coche en Pamplona puede salirte hoy entre un 10 y hasta un 20% más barato que en Madrid o Barcelona. Dos siglos de lucha contra el absolutismo y el fuerismo reaccionario para crear un mercado nacional, camino de ser deshecho en 25 años de Estado de las autonomías. ¡Menudo disparate! La regresión histórica a la que nos están sometiendo las burguesías burocráticas regionales, amamantadas por la clase política nacional, empieza a no tener nombre. Opinión. El Correo SER O NO SER Joaquín Arriola Si a estas alturas de la película usted aún cree que la crisis es consecuencia de los manejos de un grupo de financieros internacionales inmorales y de un excesivo apalancamiento (deudas comprometidas sin el soporte de activos reales de respaldo), puede estar relativamente tranquilo ya que los gobiernos de los mayores países del mundo -y también el de España- se han manifestado dispuestos a poner cierto orden en la irresponsabilidad de los mercados (¿que pasó con el dogma de que los irresponsables son los políticos, y el mercado el que aporta cordura y sensatez?), acordando una mayor supervisión, regulación y restricciones en las actuaciones de los financieros globales. Si se figura además que en España la pandemia económica se manifiesta con mayor gravedad por la colusión de intereses entre promotores inmobiliarios y banqueros (otra vez) ávidos de grandes y rápidas ganancias, por un lado, y de ayuntamientos sedientos de liquidez, por otro, que generó -por la recalificación masiva de suelos y el ascenso meteórico de los precios de la vivienda- un modelo de crecimiento basado en cubrir de cemento y ladrillos todo el país, se sentirá sin duda desazonado, ya que ese modelo quebró, según cuentan, porque se cerró el grifo del crédito internacional que permitía a los bancos locales cebar el motor del ladrillo, dejando en manos de los banqueros una enorme cantidad de créditos incobrables y en las familias una tendencia creciente a perder el empleo que sustenta su ingreso y su consumo cotidiano. Pero puede levantar el ánimo, sabiendo que el Gobierno ya ha dispuesto al menos del equivalente al 15% de la renta nacional para avalar y sanear los bancos, un 5% para dar crédito a las empresas y en torno al 1% de dicha renta para desarrollar obras públicas y seguir dándole al motor de la construcción como dinamizador de nuestra economía. Y mientras tanto, dispone del equivalente al 1,5% de la renta nacional para las familias que sufran la imposibilidad de obtener un ingreso trabajando. Puede que a usted las cantidades o su distribución no le parezcan las mejores, pero deberá reconocer que se está en el buen camino. En estas condiciones, se puede ser optimista sin temor a ser tachado de ingenuo o ignorante. Pero si usted reconoce que la crisis es la consecuencia, y no la causa, de males estructurales que han generado en muchos países una sociedad acostumbrada a un crecimiento y un trabajo insostenibles basados en el imperio de los servicios financieros, que han alimentado un creciente endeudamiento de las familias que, pese a obtener por su trabajo unos ingresos bajos, son incitadas y convencidas por un enorme sistema de propaganda directa (publicidad) e indirecta (noticias) para gastar y consumir a crédito coches, casas, vacaciones y electrodomésticos, facilitando así un ‘desarrollo’ basado en producir trabajo en grandes superficies comerciales, servicios de ocio y externalización de servicios empresariales, refinanciadoras de crédito, autopistas y coches, y, sobre todo, en la expansión del mercado de viviendas: agencias inmobiliarias, seguros, construcción, servicios y reformas domésticas, con un derroche de consumo de recursos no renovables (suelo, minerales, petróleo) que sitúa al borde del agotamiento a muchos de estos bienes naturales… Si considera que en España se ha instalado un sistema económico apoyado en la creación de muchos empleos de baja calidad, generador de una tendencia a largo plazo al crecimiento de la mayor parte de los salarios por debajo de la productividad y, en consecuencia, al aumento de la desigualdad. Si observa que, a su vez, los (pocos) beneficiados por ese desigual reparto del ingreso han contribuido mucho al aumento del déficit comercial español: en ningún país de Eurolandia los salarios de los ejecutivos de las grandes empresas son tan elevados como en España; en ninguno la tasa de ganancia media de las empresas es tan alta como en España; y en ninguno el consumo suntuario (importado en su mayor parte) es tan elevado como en España. Si cree que los problemas de la economía española son la desigualdad, el endeudamiento de las familias con la banca y el endeudamiento del país con el exterior, consecuencias de unas estructuras económicas de producción y consumo inviables a largo plazo, entonces no parece que haya muchas razones para ser optimista. Ni políticos, ni banqueros ni empresarios parecen estar por la labor. EL CORREO. 19-5-2009 Editorial. el Mundo DESBARAJUSTE EN EL MERCADO DEL AUTOMÓVIL LOS PRECIOS de los automóviles son desde ayer distintos en cada comunidad tras la entrada en vigor del plan de incentivos a la compra del Gobierno. Cataluña y Madrid, que disponen de la mitad del parque automovilístico nacional, no se han sumado a la iniciativa del Ministerio de Industria argumentando que ya han arbitrado otras ayudas o que carecen de recursos. Pero otras comunidades han entrado en una carrera por elevar las ayudas del Gobierno, ansiosas de estimular la demanda para ayudar a su industria. Lo más reprochable de este plan es la improvisación con la que se ha puesto en marcha, sin consultar previamente ni a las comunidades, ni a los fabricantes, ni a los concesionarios. Zapatero lo anunció por sorpresa en el reciente Debate sobre el estado de la Nación con la intención de negociarlo, pero el Gobierno ha tenido que adelantar su entrada en vigor para evitar el desplome de las ventas que se había producido la semana pasada. Ni siquiera ayer muchos ciudadanos tenían una información precisa de esta reedición del plan Prever, que requiere la entrega de un vehículo con una antigüedad superior a 10 años. Sólo en este caso los compradores pueden recibir 500 euros de ayuda del Gobierno, otros 500 euros de las comunidades que han aceptado el plan y 1.000 euros de descuento a los que se han comprometido los fabricantes. El desbarajuste es todavía mayor si se tiene en cuenta que hay comunidades -como la valenciana- que van a subvencionar a los compradores con 1.000 euros y que otras concedían ya incentivos antes del anuncio del Gobierno. Es el caso de Navarra, que tiene desde hace varios meses ayudas entre 1.000 y 2.200 euros, que se sumarán a las que van a aportar el Gobierno y los fabricantes. ¿Es justo que a un ciudadano de Pamplona le pueda costar el mismo vehículo hasta 2.200 euros menos que otro que vive en Barcelona? La pregunta se responde por sí sola, ya que ello no sucede en ningún país de la UE donde los precios -con la salvedad de la diferencia en los márgenes comerciales- son homogéneos a nivel nacional. La unidad de mercado está amenazada en España por el crecimiento incontrolado de las competencias de las comunidades autónomas que no sólo fijan ya reglas distintas para competir sino que además, como sucede en el sector del automóvil, pueden distorsionar la demanda con diferentes incentivos fiscales. Lo que está sucediendo con los coches es un ejemplo de cómo no hay que hacer las cosas. El Gobierno debería haber llegado a un acuerdo previo con las comunidades en lugar de haber adoptado una decisión unilateral que ha fomentado una carrera de ayudas dispares que no hace más que suscitar confusión. Madrid, por ejemplo, se muestra reacia a subvencionar la compra pero ha anunciado una bonificación del 20% del Impuesto de Matriculación, que supone una media de casi 300 euros. El resultado es que el negocio del automóvil se ha convertido en España en un reino de taifas, con unas normas totalmente contrarias a la idea de un mercado único europeo sin distorsiones fiscales. Todavía hay tiempo para poner coto a esta absurda situación, que choca contra el sentido común, máxime cuando estamos hablando de subvenciones que salen de la caja única del Estado y, que por tanto, deberían tener un mínimo de coherencia. Lo lógico sería que el Gobierno y las comunidades se sentaran en una mesa para negociar un plan único de ayudas para todo el territorio, eliminando esas diferencias artificiales que rompen la unidad de mercado. EL MUNDO. 19-5-2009 Opinión. La Vanguardia DEMASIADA CONFUSIÓN José Antich Una innecesaria jornada de confusión y de un cierto caos vivieron ayer los concesionarios de automóviles, ante el plan de ayudas anunciado por el presidente del Gobierno en el reciente debate sobre el estado de la nación para todos aquellos que compraran un vehículo nuevo por un importe inferior a 30.000 euros. El final del día acabó siendo un galimatías territorial con comunidades autónomas aplicando criterios diferentes, concesionarios irritados y compradores desconcertados ante la insuficiente información que recibían. Un plan de ayudas a la carta desconcertante y que precisa con urgencia un acuerdo más amplio que el actual. Ayer había hasta cuatro modelos territoriales si uno acudía a comprarse un coche y quería acogerse a las ayudas de 2.000 euros anunciadas por Zapatero. Un primer bloque muy mayoritario de autonomías que habían aceptado aportar 500 euros a los 500 que ofrece el Gobierno y a los 1.000 de los fabricantes; otras comunidades que ofrecen una cantidad superior a los 500 euros; un tercer grupo que se resiste a incorporarse al plan – entre ellas Catalunya-,y finalmente Madrid, que ha optado por aplicar un descuento del 20% en el impuesto de matriculación. En el caso de Catalunya, el asunto es aún más complejo porque se ha juntado con el inexplicable retraso en el acuerdo de financiación autonómica, lo que llevó a una inicial posición maximalista del conseller Josep Huguet. Ahora, la Generalitat trata de sumarse al plan de incentivos y aportar sus 500 euros, pero tratando de reconducir el contencioso y evitar así lo que podría ser interpretado como una desautorización al conseller. Volvamos al principio: demasiada confusión y un innecesario embrollo para el ciudadano. lA VANGUARDIA. 19-5-2009

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