Violencia de género

Atrapadas por la ley

Más de 70 mujeres asesinadas en manos de sus parejas o ex-parejas en 2008, 15 mujeres en lo que va de año, más de 40 mil órdenes de alejamiento dictadas y se estima que alrededor de 400 mil mujeres sufren maltrato. Los datos hablan por sí­ mismos, la violencia de género es un problema de primera magnitud en nuestro paí­s. Desde los poderes públicos se insiste en que la solución es la denuncia… ¿Pero qué es lo que sucede cuando una mujer decide dar el paso y denunciar? La rueda de la justicia se pone en marcha: declaraciones, juicio penal, juicio de divorcio, juicio por la custodia de los hijos si los hay… un proceso que no parece tener fin, que suele durar años.

Muchos jueces son los que han denunciado la situación de la justicia. Las mujeres se ven atraadas en ésta espiral y van sumando, en diversos casos, más juicios, más declaraciones y comparecencias, cada vez que el agresor quebranta la orden de alejamiento, intentando acercarse a ella, a su casa, a su centro de trabajo, o llamándola sin cesar a todas horas, enviándole mensajes o cartas amenazantes y manteniendo a las mujeres en una situación de acoso continuo, coartando y restringiendo su libertad. Durante este tiempo muchas mujeres temen salir a la calle, tienen que adoptar medidas de seguridad como modificar su recorrido diario, asegurarse de no ser seguidas, procurar ir acompañadas, cambiar de dirección y número de teléfono son sólo algunos ejemplos del día a día de muchas mujeres. Diferentes son las medidas de las que el gobierno se vanagloria, el ministerio de igualdad, las pulseras de detección de proximidad, unidades especializadas en violencia de género, las casas de acogidas, los centros de emergencia, etc. Pero todo esto no parece resolver este sangrante problema, todo lo contrario, en el último año el número de mujeres asesinadas ha ido en aumento. Mientras tanto el anquilosamiento e ineficacia de la justicia agrava y pone en riesgo la vida de las mujeres, ya que el momento de la separación, la citación a un juzgado, cosa frecuente en estos procedimientos, es un momento especialmente delicado y peligroso para ellas, además de someterlas a un letargo de años en el que se impide que puedan retomar sus vidas, haciéndoles revivir durante esos años, cada vez que son llamadas al juzgado, la situación traumática que fue la convivencia con su maltratador. Desde el gobierno se pone el acento en que el único camino para acabar con el maltrato es denunciándolo, pero ninguna de las medidas de protección de la vida de las mujeres resulta efectiva si después las mujeres que deciden enfrentar a su maltratador y romper con la tortura física, psíquica y sexual, quedan atrapadas en los juzgados por largos años, sin poder darle solución. Es por ello que es imprescindible un cambio radical en la justicia, en el que no sólo se agilicen los procesos abiertos, sino en el que la función sea la de poner las bases para que cada mujer, de forma real y concreta, pueda romper con las relaciones de dominación a las que han estado sometidas y puedan avanzar en la conquista de su independencia y libertad. LA JUSTICIA NO LO ES TODO Sin embargo la justicia y la resolución legal del maltrato no lo es todo, para romper con él es necesario contar con el apoyo y la movilización social. Qué en cada comunidad de vecinos, en cada pueblo y comarca, en cada ciudad en donde haya una mujer maltratada exista la organización popular y que ésta actúe como un muro infranqueable para el maltratador, previniendo y evitando que pueda tener la posibilidad de volver a acercarse a ella. Sabiendo la mujer que no se encuentra sola en su lucha ya que se trata de una lucha de todos por la igualdad, por la libertad. En el que la mujer que denuncia no se sienta señalada o rodeada del clima de opinión “algo habrá hecho” que en muchas ocasiones se acusa a la víctima, sino que pueda romper con su silencio, sabiendo que esa es la mejor forma de protegerse, ya que pueden ser sus vecinos, los comerciantes del barrio, sus compañeros de trabajo, los que la podrán alertar de la presencia de su agresor, los que la pueden acompañar o la hagan sentirse segura cuando salga a la calle, y los que pueden atestiguar de cuantos quebrantamientos de la orden de alejamiento haga el agresor, sin que sea como ocurre en muchas ocasiones, la palabra de ella contra la del maltratador. Así, él sabrá que entrar en el territorio de la mujer será verse avocado a la condena y el rechazo social y se encontrará con un muro que no podrá traspasar. Es por ello que la violencia de género no es sólo un problema de violencia, de crímenes o asesinatos de las mujeres, sino que lo que está en juego es la lucha por la libertad y la igualdad y esta es una cuestión que nos atañe a todos. (*) Andrea Pérez es psicóloga del centro telefónico de mujeres maltratadas

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