Arte

Arte con clase

La exigencia del primer ministro griego, Kostas Karamanlis, saca a la palestra una vez más la historia del expolio colonial e imperialista. En sus diferentes formas, el clima de opinión dominante actúa de cortina de humo. Por una parte se habla del expolio actual, cientos de miles de obras y piezas arqueológicas que son sustraí­das y pasan a circular en un mercado negro mundial. Y por otra, incluso desde los que reivindican las obras, intelectuales o paí­ses, centran la denuncia en su derecho a disfrutar de su patrimonio, rechazando el papel de «incapaces» que se les atribuye. Pero una vez más es necesario esclarecer el significado del expolio y la resistencia a la devolución.

Ante la reclamación, el Bristish Museum, uno de los rincipales corazones depositarios del expolio mundial, se ha presentado como una ventana al mundo del patrimonio de la humanidad. Tampoco España permanece al margen de las crecientes demandas de “repatriación artística”: un centenar de piezas del tesoro Quimbaya se atesoran en el Museo de América. Desde hace dos siglos permanecen en suelo español, “entregadas” como presente a la Corona por el gobierno colombiano. Pero el arte y el patrimonio histórico, en este rango, no es más que una expresión de la posición y del estatus de esa clase. Ni si quiera son valoradas – aunque pudieran tener ese final – como aval financiero de un grupo de poder, de un gobierno. En todo caso esto no haría más que escenificar la pérdida de rango en la correlación de fuerzas mundial. Miguel Zugaza, director del Museo del Prado de Madrid, considera que es muy difícil reconstruir la historia y que es mejor preocuparse por el futuro; aunque reconoce que, en 1941, las reclamaciones españolas consiguieron que el Louvre de París devolviera la Dama de Elche y una Inmaculada de Murillo. Así, tanto las potencias coloniales como los centros de poder imperialista han colocado siempre en sus prioridades el expolio de todas las riquezas artísticas y el patrimonio cultural de los países conquistados, ocupados o en relación de sojuzgamiento. El arte concentra en cada obra la cantidad de conocimiento colectivamente acumulado por la Humanidad hasta ese periodo histórico, de acuerdo a las condiciones de desarrollo de esa parte del planeta. No es que se minusvalore a los países reclamantes o se les considere “primitivos”, es que la devolución de lo expoliado sería como entregar un territorio ocupado, por ejemplo, como devolver Gibraltar a España. No es solo arte. No es por filantropía o amor al arte que los nuevos oligarcas, o aspirantes a consorte de algún grupo de poder, tienen entre sus prioridades la adquisición de obras que vayan formando una colección propia que exprese su nuevo estatus de clase.

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