Putin vuelve al Kremlin

Aromas del pasado, proyectos de futuro

La decisión de Putin de presentarse nuevamente como candidato a la presidencia rusa en las elecciones de dentro de unos meses, ha provocado la reacción irónica de medio mundo. ¿Cómo va a «volver» alguien que, en realidad, nunca ha dejado de ostentar el poder supremo en la polí­tica rusa? La realidad, sin embargo, es mas compleja. Y el regreso de Putin a la presidencia anuncia un giro importante en la estrategia internacional de Rusia.

Se dice que la segura elección de Putin como presidente no es mas que la vuelta a la “normalidad” en la política rusa. Que tras el interregno de cuatro años, en que obligado por la Constitución que prohíbe más de dos mandatos seguidos, Putin se vio obligado a delegar nominalmente su poder en su delfín Medvedev, regresa a la presidencia para seguir aplicando la misma política de los últimos 12 años. Afirmación que partiendo de una premisa cierta, que Putin encarna la cúpula de poder de la Rusia post Yeltsin, llega a una conclusión errónea; que nada va a cambiar con su regreso. Porque este aparente juego de intercambio de fichas, en que todo parece cambiar para que nada cambie, encierra en realidad un calculado y complejo cálculo político a través del cual se está configurando la posición de Rusia como gran potencia y su sistema de alianzas internacionales y alineamientos en el tablero mundial. La parálisis del reset con EEUULa designación de Medvedev como sustituto de Putin a comienzos de 2008 no fue fruto exclusivamente de la prohibición constitucional de un tercer mandato consecutivo de éste. Aprovechando esta circunstancia, y ante el más que probable cambio de línea en EEUU –donde a esas alturas se daba ya por descontado que los catastróficos resultados de los mandatos de Bush iban a propiciar la elección de Obama–, la apuesta del Kremlin fue la de cambiar la política de confrontación dura y directa con Washington, encarnada a la perfección por Putin, por otra de buscar el entendimiento con la nueva posición de “multilaterismo” que supuestamente iba a desplegar el nuevo inquilino de la Casa Blanca. «Este juego de intercambios, encierra un complejo cálculo político» Nueva política que debía encarnarse en un nuevo rostro, como el de Medvedev, que a pesar de ser vicepresidente del gobierno de Putin, a diferencia de él no tenía ningún vínculo conocido con el Servicio Federal de Seguridad, sucesor del antiguo KGB, no estaba afiliado a ningún partido de la coalición gobernante y se le consideraba representante de las tendencias liberales y demócratas dentro de gabinete ruso.Con Medvedev en el Kremlin y Obama en la Casa Blanca, dio comienzo a lo que se bautizó en los círculos diplomáticos como el “reset” de las relaciones entre EEUU y Rusia. Es decir, partir de cero, dejar de lado las divergencias y desconfianzas características de todo el período de la post Guerra Fría, y levantar, sobre nuevas bases, una política de acercamiento y alianza entre Washington y Moscú. La tibieza de la respuesta de la nueva administración norteamericana a la intervención rusa en Georgia en agosto de 2008, blindando su esfera de influencia en el Cáucaso, el cambio de gobierno pro-ruso en Ucrania en 2010 (verdadero pivote geopolítico en torno al cual bascula la capacidad de expansión de la influencia rusa hacia Europa occidental) o la disposición inicial de Obama a que Rusia participara en el escudo antimisiles fueron otras tantas manifestaciones de esta nueva política de Washington. Que a su vez era correspondida por el Kremlin con la cesión de su territorio para el reabastecimiento logístico de las tropas norteamericanas en Afganistán o la disposición a negociar con la OTAN las condiciones para no oponerse al despliegue del escudo antimisiles en Europa. Esta política de reset y acercamiento, sin embargo, ha ido perdiendo empuje, quedando cada vez más paralizada, a medida que Obama extendía su nueva política de cambios de régimen y realineamiento del tablero regional de Oriente Medio, intensificaba su penetración económica y militar en Asia Central, levantaba alternativas a la dependencia europea del gas ruso y daba nuevos pasos –el último de los cuales es la cesión de la base de Rota en España– para desplegar unilateralmente y sin negociaciones previas el escudo antimisiles. Giro, ¿hacia dónde?Es en estas nueva condiciones en las que reaparece la candidatura de Putin para volver a tomar directamente las riendas del Kremlin. No es en absoluto casual que el primer acto de Putin tras anunciar su presentación haya sido un viaje a Pekín. Viaje que más allá de los resultados económicos previstos, encierra una significación política y estratégica de mucho más alcance. Si durante los cuatro años de Medvedev, Rusia ha tratado de equilibrar su sistema de alianzas, en el que sin abandonar su destacada participación en los BRIC, ésta se veía compensada con un mayor acercamiento político y militar hacia EEUU, el viaje de Putin es todo un mensaje a Washington. Si la política de Obama –o de su sucesor en la Casa Blanca el año próximo– continúa por esos derroteros, el Kremlin no tiene ningún problema en acelerar la emergencia de los BRIC como nuevo actor mundial de primer rango, y en particular estrechar sus lazos estratégicos con China, aparcando por el momento las rivalidades y disputas que les enfrentan. «Moscú necesita una contra-estrategia viable a los nuevos desafíos de EEUU» Especialmente, la cuestión del escudo antimisiles –donde se están dilucidando nuevas ventajas estratégicas en el decisivo terreno militar en Europa, Asia y Oriente Medio– está destinado a ser mucho más que una disputa entre Rusia y Occidente. Washington empuja a Japón y Corea del Sur hacia el escudo ABM. Y tan recientemente como a principios de septiembre, la OTAN transmitía oficialmente a Nueva Delhi una invitación para que India se convierta en “socio” de su programa de misiles balísticos. Invitación que el stablishment militar indio está considerando atentamente con un ojo puesto en dar jaque mate a las capacidades militares de China.A medida que el Pentágono da nuevos pasos para el despliegue del escudo, es previsible que China parta cada vez más de la percepción rusa sobre él como un pretexto de Estados Unidos para neutralizar sus defensas.Preocupaciones de seguridad comunes a Moscú y Pekín que se extienden a la reciente decisión de la administración Obama de revivir la estrategia formulada por el equipo de Bush sobre el “gran Asia Central”, que ahora Washington denomina proyecto “Ruta de la Seda”, cuyo objetivo declarado es hacer retroceder la influencia rusa y china en Asia Central. La urgencia y la necesidad para el Kremlin de llegar a una contra-estrategia viable a los nuevos desafíos norteamericanos es cada vez mas apremiante. Y el retorno de Putin está indisociablemente ligado a ellos. No en vano, una de sus propuestas estrella lo constituye el proyecto de formar una “Unión Euroasiática”, en la que la expansión del espacio económico común entre Rusia, Kazajstán y Bielorrusia se levantaría como una barrera para la incursión de Occidente en el patio trasero ruso de Asia central. Sugerencia que, por el momento, Pekín ha desestimado diplomáticamente. A pesar de lo cual, no ha dejado de reconocer que, como afirmaba un reciente artículo del Diario de Pueblo, “una Rusia que siga con Putin está en los intereses de China por ahora”. Rusia entra en la guarida del dragónM K Bhadrakumar

A los quince días de su anuncio de presentarse a las elecciones presidenciales rusas de principios de 2012, el Primer Ministro Vladimir Putin se dirige a Beijing. El Kremlin atribuye importancia al simbolismo político, y los líderes chinos nunca se han preocupado por ocultar sus sentimientos de cariño hacia Putin (…)La cooperación energética, que es un vector importante de la asociación estratégica entre China y Rusia, inevitablemente formará el punto focal de la visita. Sin embargo, como muestra el raro «doble veto» sobre Siria en el Consejo de Seguridad de esta semana, la asociación entre China y Rusia está asumiendo un nuevo sabor. Los dos países nunca han tenido una preocupación compartida por el Medio Oriente ni han aparecido con una voluntad común de preservar sus intereses en la región.

Putin viaja a China en un contexto mucho más amplio de las relaciones de Rusia con Occidente, especialmente Estados Unidos. No sólo el «reset» entre Estados Unidos y Rusia está en un punto muerto, las cosas ven en realidad hacia atrás, como si el reloj hubiera retrocedido a una era anterior, pre-Barack Obama (…)ASIA TIMES. 8-10-2011

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