Nuevo ojo del huracán económico:

Argentina en Los Balcanes

A la crisis financiera en Europa debida a la contaminación de los activos tóxicos norteamericanos y el hundimiento de su propio mercado inmobiliario, se añade el riesgo de colapso de las economí­as de los paí­ses de Europa Oriental y Central, algunos de los cuales están al borde de declararse en quiebra.

Euroa del Este cae en picado y, lo que es peor, puede arrastrar a sus ricos vecinos. Estos países que han disfrutado en los últimos años de un crecimiento muy superior al de los europeos occidentales, un auténtico “milagro económico”, están pagando la factura de la fuerte dependencia del capital extranjero, de sus exportaciones y de la alta deuda externa. La revista The Economist decía estos días: “El derrumbe es probablemente tan grande como hace diez años lo fue en Asia, pero con un inconveniente. Los países asiáticos se recuperaron gracias al aumento de sus exportaciones. Ahora el mundo entero está en un lío. ¿Qué pueden hacer los gobiernos? En muchos sitios las palancas políticas parecen débiles. Países como Polonia y la República Checa han reducido sus tasas de interés para ayudar a aliviar el dolor, pero esto ha provocado la caída de sus divisas y ha aumentado la agonía para los que tienen la hipoteca de sus casas en francos suizos o en euros. Algunos países tienen el problema suplementario de una gran deuda pública externa (en el caso de Hungría, su deuda roza el 100 % de su PIB).” Tras la ampliación de la UE, los países del este de Europa experimentaron un rápido desarrollo económico atrayendo una gran inversión de los bancos de Europa occidental. Una auténtica “fiebre del oro” en la región provocó que los mercados emergentes del Este de Europa captaran en 2007 la mayor cantidad de inversión extranjera, por delante de Asia. Del total de 780.000 millones de dólares de la inversión global extranjera en el mundo, 365.000, casi el 50%, fueron a parar a estos países y se destinaron fundamentalmente a la adquisición de bonos bancarios. Pero la actual crisis financiera ha transformado estas inversiones en una maldición y ahora los capitales huyen. A la dependencia de capitales extranjeros, se suma la dependencia de las exportaciones que se hunden por la caída de la demanda. Y la gran deuda externa acumulada en los años de bonanza agrava aún más la situación. Se calcula que la deuda externa de los países de la Europa del Este supera en un 50% el monto de su PIB. Los gobiernos de estos países, que subieron en estos años los tipos de interés de sus monedas, no evitaron que la mayor parte de los créditos de empresas y particulares se contrataran en francos suizos o euros, que entonces estaban más baratas. Y ahora, la devaluación de sus monedas se ha convertido en un auténtico dogal. Desde el verano pasado, el valor del zloty polaco cayó cerca del 33% frente al euro, mientras que el forint húngaro se hundió un 23%, y la corona checa un 17%. Sus altos déficits comerciales y las pobres reservas de moneda extranjera vienen a añadirse al rosario. La tasa media de déficit comercial que en 2000 estaba en el 2% subió en 2007 al 9% y en los Países Bálticos alcanza el 18,5%. Los analistas advierten que los países del Este de Europa se podrían convertir en un mercado de préstamos de alto riesgo para los bancos europeos y en una de las mayores amenazas para la estabilidad financiera de la eurozona. Y si el sistema financiero del este de Europa se hunde, los bancos europeos occidentales no podrán escapar sanos y salvos. En total, la banca de Europa Occidental tiene hasta 1,5 billones de euros invertidos en la Europa Central y oriental. Y sólo Austria, el más expuesto, unos 220.000 millones de euros, el equivalente a tres cuartas partes de su PIB. Viena pide a la UE que coordine planes de rescate para evitar la suspensión de pagos de bancos y países del Este. Pero además de Austria, también tienen grandes inversiones en Europa del Este los bancos de Alemania, Italia, Francia, Bélgica, Holanda y Suecia. Los miembros orientales de la UE han convocado una reunión para el 1 de marzo con el objetivo de coordinar políticas comunes ante sus socios occidentales. La semana pasada, el gobernador del BCE, Jean-Claude Trichet, dijo: “hasta hace dos años, se tenía la idea de que el FMI no tendría que rescatar nunca más a los emergentes y que los mercados se ocuparían de ellas. Ahora está claro que era totalmente falso”. Y el rotativo francés “Le Monde” en su edición del día 22 de este mes bajo el título de “El punto frágil” concluía: “Sería un gran error, en el Oeste, desinteresarse de lo que pasa en el Este. En primer lugar, por puro egoísmo. Los bancos de los países de la zona euro se han implantado masivamente, y tienen mucho prestado. En caso de hundimiento generalizado en Polonia o Chequia, se enfrentarían a pérdidas colosales, que pueden llegar a amenazar su propia solvencia, lo que es ciertamente el caso de las entidades financieras austriacas… Devolver el dinamismo, o al menos evitar el naufragio de los países del Este de Europa, es ofrecer a las empresas de la zona euro la posibilidad de colocar sus productos, de vender sus servicios; es también asegurar a Alemania, a Francia y a otras naciones del Oeste algunas décimas de porcentaje del PIB. Lo que no se puede rechazar actualmente.” Los efectos de la crisis en la Europa Oriental y Central ha sido un tema esquivado de la última reunión celebrada en Berlín el pasado fin de semana, pero es cada día más urgente y amenaza con transformarse en un efecto dominó con repercusiones en la Europa Occidental.De no tomar medidas, como ha dicho alguien estos días, sólo restará esperar a verlos caer uno a uno.

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