Fiestas

Arde Valencia

La última falla en arder fue la de la plaza del Ayuntamiento, como manda la tradición, realizada por el artista Pedro Santaeulalia con el lema «Bienvenidos a casa», dedicada a exaltar las nuevas instalaciones del zoo de la ciudad de Valencia. Poco antes habí­a sido consumida la falla ganadora del primer premio de la sección oficial, Nou Campanar, que ha protagonizado la polémica del año. Después de cambiar de artista a mitad del proceso, se ha llevado el máximo galardón con una pieza de estética vanguardista, sin ninguna dificultad de montaje, según los más entendidos.

La omniresente crisis económica, la corrupción política, la burbuja inmobiliaria o la debacle económica y deportiva del Valencia CF han sido algunos de los temas más recurrentes parodiados por los “ninots” que han tomado la capital levantina durante la última semana. Una de las fiestas populares más reconocidas fuera de nuestras fronteras, que una vez más ha atraído a centenares de miles de visitantes llegados de alrededor del mundo, para celebrar esta fiesta de origen pagano que precede al equinoccio de primavera.La tradición de quemar fallas proviene de una de las cuatro fiestas religiosas del fuego y la luz, existentes en la península antes de la ocupación romana, que celebraban los equinoccios y solsticios. Los romanos las asimilaron oficialmente y el cristianismo las adapto a festividades del santoral, como San José y San Juan.La costumbre de encender hogueras perduró, perdiendo progresivamente el sentido místico de unir la noche con el día. Siglos después, los carpinteros valencianos, aprovechando que los días empezaban a alargar, celebraban la festividad de su patrón haciendo limpieza en sus talleres y sacando a la calle las maderas inservibles. Los vecinos aprovechaban la ocasión para deshacerse de objetos inútiles, y acumulando todo el material en la calle se le prendía fuego, convirtiéndolo así en una nueva fiesta popular que celebraba el final del crudo invierno.Lógicamente la tradición -que no sólo se celebra en la capital sino en decenas de poblaciones valencianas- ha evolucionado y los presupuestos que ahora barajan estos monumentos son millonarios. Sin embargo se le ha otorgado un valor añadido al convertir estas grandes esculturas efímeras en un instrumento de sátira política y social que repasa la actualidad del año.El sentido del humor de los valencianos y el espíritu festivo popular se imponen así sobre cualquier crisis económica, polémica con el jurado o utilización institucional de la fiesta.

Deja una respuesta