Territorios í‰ticos

Antes del daño

Hagamos memoria. ¿Qué habí­a antes del daño? ¿Antes de la crisis?

El todo solo es igual a la suma de las partes cuando las partes se ignoran entre sí. En lo social y en la escena. Porque la ignorancia entre las partes ha sido grande, el daño ha sido mayor. Profesionales de la escena cada vez más individualistas. Todos sosteniendo una verdad a la búsqueda del sálvese quien pueda.

Los hombres y mujeres del Arte del Actor deberíamos aprender a querernos un poco mejor. No me refiero a querer compartir lo que uno posee con los otros, celebrando el acontecimiento en cenas de muy prestigiosos restaurantes. Esos lugares parecen querer indicar cuanto estamos dispuestos a gastar en nombre de la amistad.

Para un actor hay un solo compañero de profesión. El que actúa. La demostración de la profesionalidad vivida como la superación de una etapa: dejar de trabajar de camarero o camarera y sentirse profesional haciendo lo que uno quiere.«Para un actor hay un solo compañero de profesión. El que actúa»

Los gobiernos democráticos han estado obsesionados por dar un sentido no creador a lo que denominaron sociedad del bienestar. Homologando bienestar a uso y placer, le han hecho creer a la sociedad que en el usufructo de los objetos, sean sartenes de teflón o casas de fin de semana, radica la felicidad.

Otro significado está por descubrirse. El actor que debería haberse especializado antes del daño, en diferenciar significado de significante, tendrá ahora su ocasión de revancha.

Una revancha salvadora. Quizás descubra que el talento del actor no es otra cosa que la imaginación puesta en el cuerpo y convertida en puente entre el significado de lo escrito y el significante de la realización escénica.

El talento del actor no se mide por su capacidad de permanecer al servicio de lo que el poder desea. Nunca ha sido así, ahora no lo será tampoco.

Tratemos de explicarlo un poco mejor.

El poder le impone al arte reflejar la realidad. ¿Para qué? La realidad, es la realidad del poder. Si el actor desde lo que hace en el teatro, el cine o la televisión refleja la realidad, hace lo que el poder desea que haga.

Si el actor asume esta lectura en lo que tiene de alianza involuntaria con el poder, reaccionará con una afirmación a favor de su libertad o lo que es lo mismo, a favor de su imaginación.

No son más noticias de la realidad diseminadas en comedias de situación, ni mas humor sobre la corrupción instalada en la política, ni mas perfumes que exhiben el lado encantador e infalible de los mismos para seducir y abandonar, ni mas guiños de complicidad con los espectadores para que se diviertan y olviden. No es todo eso, lo que la sociedad exige en este momento del arte del actor.

Vividores y complacientes con la mirada del gran público, siempre los hubo y no hay duda de que siempre los habrá. Ellos, no excluyen ni sepultan ni evitan a los que descubren que tienen algo diferente que decir y el deseo y la convicción de enfrentarse con esa realidad que les susurra: no te atrevas, solo intenta sobrevivir.

¿Queda algo por hacer?

Hacer la Historia. Sin duda es más fácil que la historia nos haga. Asumir que la imagen manda y que si no apareces en la televisión no eres nadie. Es la definitiva conclusión que nos ha dejado el tan publicitado estado del bienestar.

Hemos dejado que la historia nos construya y lo está consiguiendo día a día con un cierre magistral. Nos ha hecho daño. Es el momento para hacer la historia. Suspender los saberes ajenos para poder descubrir los deseos propios. No podemos convertirnos en lo que queremos ser sino negamos con convicción y radicalidad lo que el poder ha hecho de nosotros.«Hemos dejado que la historia nos construya y lo está consiguiendo día a día con un cierre magistral»

Si nos distanciamos un poco de la inmediatez se podrá discernir entre producir rápido basura fácil de vender o producir esa otra cosa que no sabemos qué es y que quizás se venda o quizás no.

El actor de nuestro tiempo elige. Un proceder para minorías le puede hablar a una mayoría. Algo pequeño no habla de todo el mundo. Por eso es escuchado de otra forma. Es gradual no inmediato, pero tiene consecuencias.

Ahora surge un territorio para una nueva escucha. Marcar ese territorio es una tarea para el Arte.

Estamos convocados.

El Teatro no se hace con temas, palabras o signos. Se hace con eso que ocurre. Hay más que nunca Enrique Buenaventura tenía razón. La vida no se puede ensayar, pero el Teatro nos debería permitir ensayar la vida.

Deja una respuesta