Los altercados violentos durante las movilizaciones del 25-S en Madrid no fueron casuales. Era un incendio premeditado. Los pirómanos tenían un objetivo claro: criminalizar las protestas contra los recortes. Y sobre todo, sembrar la división y el enfrentamiento. Impidiendo que pueda cuajar la amplia unidad contra el saqueo dibujada el 19-J o el 15-S. Conduciendo a los sectores más adelantados a un callejón sin salida de radicalización estéril que los enfrente a amplios sectores de la población.
La desmedida represión policial contra las manifestaciones no tuvo su origen en la “tensión del momento”. Era una maniobra planificada.
El mismo secretario general del Sindicato Unificado de Policía, José Manual Sánchez Fornet, desvela que “el gobierno lo niega, pero sí tenemos infiltrados en el 25-S”.
Es decir, que algunos de los “violentos manifestantes” que siempre van encapuchados, son en realidad los encargados de provocar la primera chispa que justifique la posterior carga policial. «Ante las provocaciones, es necesario responder con más unidad»
¿Para qué? Para inundar al día siguiente los telediarios de “violentas imágenes”.
Es una táctica demasiado vieja. Si quieres impedir que la mayoría del pueblo se una, provoca una radicalización artificial y violenta en uno de sus sectores, especialmente entre los más sensibilizados, marginalizándolos de la mayoría social.
Tenemos que tomar conciencia de estos ataques, que adoptan la forma de provocaciones groseras. Como hicieron una buena parte de los manifestantes que, en las concentraciones posteriores, exigió que las protestas transcurrieran por cauces pacíficos. Y señaló, para manifestar su rechazo, al reducido núcleo de provocadores que intentaban volver a encender la mecha del enfrentamiento.
La gran mayoría se unió a las manifestaciones de “Ocupa el Congreso” movidos por una justificada furia contra una clase política que recorta a pensionistas y dependientes mientras acata servilmente todos los mandatos del FMI o Merkel.
Pero la misma convocatoria del 25-S encerraba riesgos y peligros que nos condujeron a no secundarla.
Convocada por grupos todavía no plenamente identificados, nació enfrentada a la convocatoria unitaria del 15-S. En las movilizaciones del 19-J había empezado a fraguarse una amplia unidad contra el saqueo y los recortes, que iba desde sectores del 15-M a organizaciones tradicionalmente encuadradas en el ámbito conservador.
Al poner sobre la mesa una nueva convocatoria, la confusión sólo contribuyó a debilitar la unidad.
Además, los objetivos con los que se convocaron las movilizaciones –rodear el Congreso para forzar la dimisión del gobierno y abrir un periodo constituyente- eran abiertamente irrealizables.
Seguir ese camino sólo conduce a los sectores más conscientes y dispuestos –agrupados en torno al 15-M- hacia una radicalización estéril, que les haga perder todo el caudal de simpatía que han acumulado.
No. No fue “un exceso puntual”. Era un plan premeditado. Que busca poner piedras en el camino de la unidad. Ellos saben que la unidad del 90% de la población puede generar la fuerza suficiente para revertir la situación. Y tratan de impedirlo a toda costa.
Debemos tomar conciencia de ello. Y dar una respuesta en consonancia con los ataques recibidos.
Ante las provocaciones, es necesario responder con más unidad.
Frente a su intento por marginalizar y criminalizar las protestas contra el saqueo y la intervención, promovamos movilizaciones masivas, respaldadas desde los sindicatos hasta el 15-M, como ocurrió el 19-J o el 15-S.
Ante sus intentos por dividirnos y enfrentarnos, impulsemos la más amplia unidad. Agrupando, desde la izquierda hasta la derecha, a todos los que se oponen a las políticas de recortes y empobrecimiento, dictadas por el FMI o el BCE y aplicadas por una clase política infame.