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Ankara vs Parí­s

La disputa entre Ankara y París por la ley aprobada en el Parlamento francés que penará con cárcel y multa a quienes nieguen el genocidio armenio a manos turcas en 1915 importa por lo que simboliza, no por el riesgo de que se cumplan todas las bravatas de Turquía. Ya Turquía amenazó a Francia con represalias en 2001, cuando el Parlamento galo reconoció oficialmente el genocidio, y en 2006, cuando la Cámara Baja francesa aprobó criminalizar la negación de aquel hecho histórico -el Senado no ratificó la decisión y por tanto no se convirtió en ley-. La diferencia, esta vez, no radica en que Turquía vaya a ser más consecuente con todo lo que dice que hará si se aprueba la nueva propuesta -un lujo que no se puede dar-, sino en que ambos países ocupan lugares muy distintos del que ocupaban en los anteriores enfrentamientos.Turquía es, con diferencia, la economía más dinámica del club emergente. Su proyección diplomática, especialmente en la zona de Oriente Próximo, es imponente. Y el Gobierno del primer ministro Erdogan ha logrado algo tan difícil como ir desmontando el andamiaje republicano de Ataturk, padre de la Turquía moderna, que combinaba secularismo y nacionalismo bajo control militar, reemplazándolo por un armazón institucional que compagina el islam con el nacionalismo pero tiene al ejército bajo dominio de la cúpula civil del Gobierno en funciones. En otras palabras, esta Turquía se siente capaz de enfrentarse al más macho.La Francia de Sarkozy, en cambio, es una potencia disminuida por partida triple: la crisis de la zona euro, el agigantamiento de Alemania y la seria posibilidad de que el grisáceo socialista François Hollande eche al actual inquilino del Elíseo dentro de cuatro meses (…)

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