Ciencia

Alternativas a los productos quí­micos

Las abejas melí­feras no son útiles solamente en la polinización de las plantas y a la hora de obtener miel y sus derivados, sino que también pueden ser «guardaespaldas» de las plantas. Según un estudio realizado por la Universidad de Wurzburg, el zumbido de las alas en movimiento de las abejas es un buen repelente para las orugas devoradoras de hojas.

Las orugas resentan unos pelos sensoriales muy finos que permiten detectar estos zumbidos, bien procedan de una mosca, una abeja o una avispa. Pero estos pelos están “mal sintonizados”, es decir, no son capaces de diferenciar si el zumbido procede de una abeja buscando polen entre las flores o de una avispa buscando presas. Ante la duda, las orugas actúan permaneciendo totalmente quietas hasta que pase el peligro, o directamente se desprenden de la planta donde se encuentran.Existen otros casos en los que el uso de la Naturaleza es útil para controlar plagas, como el control del pulgón en determinados cultivos introduciendo a su principal depredador, la mariquita; o como en la ciudad de Venecia, donde algunas parejas de halcones mantienen a raya la superpoblación de palomas de la ciudad, cuyos excrementos son los principales causantes de los destrozos del patrimonio histórico-artístico existente.La diferencia del caso de las abejas es, si bien los dos últimos casos se trata de especies que tienen relación directa con la cadena alimentica (unos son depredadores de otros), en éste la característica es que se trata de especies que no tienen ninguna relación directa en ella. Las abejas no son depredadores de ninguna especie de insecto, y mucho menos de las orugas. Aunque son capaces de dejar su vida a la hora de defender su colmena de cualquier intruso, por muy inocente que sea.

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