Cargando...Un reto arriesgado se propuso afrontar el arquitecto catalán Ricardo Bofill: fundir una aparente contradicción conceptual en un edificio de nada más y nada menos que 500.000 metros cuadrados, unos 82 campos de fútbol. La contradicción era unir la alta tecnología con el espíritu mediterráneo. El edificio era la nueva terminal del aeropuerto de Barcelona T1 y se ha inaugurado esta semana. Reto conseguido.
La unión de tres asectos define la nueva T1: ser la puerta de Barcelona con Europa, la alta tecnología y el espíritu mediterráneo.El primero se basa en convertir al aeropuerto barcelonés en un hub internacional (intercambiador de vuelos) pasando a competir con Madrid o París. Para ello la nueva terminal permitirá ampliar la capacidad del Aeropuerto hasta los 55 millones de pasajeros anuales.El segundo, entiende que el "aeropuerto es I+D, es investigación aplicada tanto desde el punto de vista de la construcción como de la logística de las múltiples funciones que hay que combinar", explica el arquitecto. Además “desde el punto de vista de la ingeniería, el reto ha sido construir en el agua”, continua. Tecnología de última generación que ensalza el carácter de edificio aeronáutico.Bofill define el nuevo concepto de la terminal: "antes un aeropuerto era una máquina funcional, pero ahora es también un lugar de uso en el que la gente compra, trabaja, come y descansa. Es un mundo aparte.” Pero un mundo que se enraíza en su entorno. Toma las vistas hacia el mar y se funde con la luz y el clima mediterráneo, último de los aspectos de la enumeración.Acostumbrados a que los aeropuertos sean no lugares, pudiendo estar en cualquier enclave geográfico sin percibir ninguna diferencia, la nueva T1 respira la brisa marina definiendo “un gran espacio lleno de luz junto al Mar Mediterráneo, un lugar muy majestuoso”,argumenta Bofill.Alta tecnología y belleza mediterránea, “la inteligencia y la estética”, definida por el arquitecto, son una muestra más del gran nivel actual de la arquitectura española.