Policí­a griego herido grave en un atentado terrorista

Algo huele a podrido en Grecia

El pasado 5 de diciembre, un policí­a griego resultaba herido de gravedad en un ataque terrorista contra un vehí­culo de la Policí­a antidisturbios, que realizaba labores de vigilancia ante el edificio del Ministerio de Cultura griego, cercano a la Universidad Politécnica de Atenas, el emblemático campus donde comenzó el levantamiento estudiantil de 1973 que iniciarí­a las movilizaciones que concluyeron con la caí­da de la Junta Militar griega unos meses después.

Que en el breve laso de un mes transcurrido desde el asesinato por la policía de un joven estudiante de 16 años en una manifestación contra el plan Bolonia se hayan producido ya dos ataques de tipo terrorista –atentado contra un autobús policial el pasado 23 de diciembre y este último– es motivo de reflexión. ¿Obedece a un fenómeno de radicalización del movimiento estudiantil, como dan a entender algunos medios? ¿Es fruto del oportunismo de los restos de algún grupúsculo terrorista que han visto en la extensión de la movilización social el momento de retomar sus acciones violentas? La experiencia histórica nos enseña que más bien debemos mirar hacia otro lado si queremos encontrar las raíces últimas de este rebrote del terrorismo en Grecia.Hay vacunas médicas cuyo objetivo es evitar la propagación masiva de determinadas enfermedades. Y hay también vacunas políticas destinadas a tratar de frenar el estallido de “epidemias sociales”. Si las vacunas médicas buscan desencadenar en el paciente la formación de anticuerpos con los que generar una defensa permanente contra la enfermedad, inyectando en el paciente una pequeña cantidad de las mismas bacterias o virus que se pretende combatir; las vacunas políticas buscan también generar en la sociedad anticuerpos que protejan al Estado y a las clases dominantes de cualquier brote de rebeldía que pueda llegar a poner en peligro sus intereses. Sólo que en este caso, el medio es inyectar en el paciente unas dosis mucho más concentradas y tóxicas de veneno.La aparición del terrorismo moderno en Grecia coincide en el tiempo con el fin de la Junta Militar y la consiguiente invasión turca de Chipre. A lo largo de los años 80 y 90, la estrecha alianza entre Washington y Ankara –cuyo ejército ha sido durante largo tiempo el mayor beneficiario en el mundo, tras el Thasal israelí, de armamentos, instrucción, logística, inteligencia y dinero norteamericano– ha tenido como contrapartida la debilidad y la inestabilidad de Grecia. Debilidad en la que la actuación, esporádica pero persistente, del terrorismo ha tenido bastante que ver. Como las Brigadas Rojas en Italia, también en Grecia –aunque con menor intensidad, por ser también menor su importancia estratégica– las acciones terroristas de “extrema izquierda” (entre ellas el asesinato del jefe de la Estación Atenas de la CIA, en 1975, equiparable en su dimensión política al de Aldo Moro en Italia 3 años después) buscaron durante la Guerra Fría impedir un crecimiento mayor de su poderoso movimiento comunista y la cristalización política del extendido sentimiento antiimperialista en el pueblo griego.Años después, y coincidiendo con el despertar de masivas movilizaciones sociales, el terrorismo reaparece con toda su intensidad. ¿Casualidad?

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