Siria

Alepo, punto de inflexión

Irán, Hezbolláh, Assad y Rusia emergen como claros vencedores de la guerra. Pero no puede haber vencedores sin derrotados

La toma de la ciudad de Alepo por las tropas del régimen sirio «con la inestimable colaboración militar de Moscú, las milicias de Hezbolláh y la guardia nacional iraní­» marca con toda probabilidad el punto de inflexión decisivo en la guerra siria.

Tras Alepo, la práctica retirada de EEUU de todos los campos de batalla del Gran Oriente Medio (de Libia a Afganistán) redefine los equilibrios de poder en la región y consagra la nueva correlación de fuerzas en una zona tan sensible y vital estratégicamente.

Vencedores….

Irán es el gran triunfador de este movimiento. No sólo ha puesto de manifiesto cómo su intervención, arrastrando a ella a sus aliados globales como Rusia y locales como Hezbolláh o el gobierno de Bagdad, tiene una capacidad política y militar de primer orden regional; sino que en el proceso ha conseguido –al menos de momento, a la espera de la agenda de Trump– que EEUU y sus aliados se hayan visto obligados a reconocerlo como un “factor de orden” imprescindible en el caótico escenario de Oriente Medio, saliendo así de la condición de “paria internacional” impuesta por Washington desde 1977.

La victoria de Assad, al mismo tiempo, consolida la posición de los intereses chiitas en Líbano, no sólo por el reforzamiento político y militar de Hezbolláh, sino porque el mantenimiento de su régimen refuerza la histórica presión siria sobre un país dividido en dos mitades irremediablemente enfrentadas. Del mismo modo, el gobierno chíi de Irak sale reforzado en sus fortalezas y capacidades para reconquistar la parte de su territorio todavía controlado por el ISIS.

Con su intervención en Siria, Rusia recupera una parte no despreciable de su prestigio internacional, no principalmente por mantener su escasa presencia política y militar en Oriente Medio, sino por reaparecer como potencia capaz de ofrecer un contrapunto al declive y las debilidades de Washington. Las críticas occidentales a la “inhumana” actuación de la aviación rusa bombardeando a la población civil, hospitales y escuelas no dejan de ser el canto lastimoso de un coro de plañideras. Que pierden todo su valor ante el hecho de que fueron precisamente estas potencias –y sus medios de comunicación que ahora claman contra la brutalidad de la guerra– las que alentaron y desataron el infame y criminal conflicto sirio, amamantando a despiadadas fuerzas como el ISIS con tal de derribar al régimen de Assad. Cuando uno desata una guerra de intervención imperialista, no puede después revestirse de profeta de la moralidad, pues en ella lo que se ventila es una cruenta lucha de poder y enfrentados intereses geopolíticos. Que en ambos casos están, nos guste o no, más allá de cualquier cuestión moral. “Quien no quiera polvo, que no vaya a la era” dice un viejo adagio castellano. Washington y la OTAN fueron a la explosiva era siria, y se retiran cubiertos de polvo, por decirlo suavemente.

…Y vencidos

Irán, Hezbolláh, Assad y Rusia emergen como claros vencedores de la guerra. Pero no puede haber vencedores sin derrotados.

En este caso, el primer vencido es EEUU. Que ha mostrado su incapacidad y debilidad para resolver el conflicto que crearon y alentaron. Tanto en Irak como en Siria, el único objetivo estadounidense ha pasado a ser la eliminación del Estado Islámico, un monstruo creado por ellos mismos que ahora está fuera de control, lo que pasa por el fortalecimiento político-militar de Irak y Siria, dos regímenes profundamente anti-estadounidenses.

Como antes Afganistán o Irak, el conflicto sirio ha vuelto a demostrar cómo no basta con poseer las armas más sofisticadas e inteligentes, las fuerzas aéreas más mortíferas o las divisiones navales más poderosas. Las guerras se ganan, en última instancia, en el campo de batalla, con tropas sobre el terreno. Y el pueblo norteamericano no está dispuesto a repetir y sufrir en sus propias carnes las traumáticas experiencias de Vietnam o Irak. En última instancia, la línea vacilante de Obama en Siria, la retirada de tropas de Irak o las fuerzas residuales en Afganistán que sólo pueden luchar por salvar momentáneamente al régimen del acoso de los talibanes no es sino un reflejo de esta profunda contradicción.

Por su parte, las principales potencias europeas de la OTAN han vuelto a poner en primer plano su miserable posición política y militar en el mundo. Con el paraguas militar protector de EEUU se creen capaces de dictar órdenes al mundo, de sacar pecho enviando sus aviones y tropas a Afganistán, Libia, Irak o Siria. Pero sin él se revela rápidamente que en realidad ni son nada ni tienen ningún peso en el diseño del orden mundial.

Los aliados tradicionales de Estados Unidos en la región, por su parte han sido pillados a contrapié por esta política de inacción de Obama. Las autocráticas petromonarquías del Golfo – principales financiadores en connivencia con Washington de la revuelta siria, del ISIS y demás organizaciones terroristas del fundamentalismo islámico– se han visto abandonadas y marginadas del proceso. Y deben afrontar en solitario –y con una crueldad igual o superior a la vista en Siria ante el silencio cómplice d ellos medios occidentales– las revueltas de fuerzas proiraníes en su propio patio trasero, como en Yemen o Bahrein.

Turquía, incapaz de convencer a Estados Unidos para mantener el apoyo al levantamiento de Siria, ahora se encuentra luchando contra un movimiento kurdo, el PKK, cuya rama siria está armada y entrenada por el Pentágono. De fondo, los movimientos de Turquía la están alejando progresivamente de los dos polos que le acercaban a Occidente, la OTAN y la UE. Y el gobierno de Erdogan tiende a alinearse cada vez más con las prácticas autocráticas de la región y, lo que es más peligroso para las potencias occidentales, con la Rusia de Putin. Especialmente tras el fallido golpe de Estado propiciado por Washington.

En cuanto a Israel, cuyo enemigo principal es el régimen iraní, la consolidación de una alianza centrada en Teherán equilibra su histórica preeminencia militar en la región. Con la llegada de Trump, es bastante probable que la política norteamericana pueda virar en una dirección más favorable a Tel Aviv, pero las ganancias estratégicas de Irán han sido demasiado grandes como para poder ser revertidas o neutralizadas.

Por último, para las comunidades de sunnitas y kurdos en Irak y Siria, la caída de Alepo es el anuncio de una nueva situación de marginalidad y represión. No hay que olvidar a este respecto, que la fulgurante expansión del ISIS, si bien tuvo su aspecto dirigente en la financiación y apoyo de EEUU, la OTAN y las monarquías del Golfo, no hubiera sido posible sin el factor base de unas comunidades sunnitas aplastadas y marginadas por los regímenes sirio e irakí.

Por ello, no es en absoluto descartable que tras la caída de Mosul, capital del ISIS en Irak, la capital del autónomo Gobierno Regional del Kurdistán, Kirkuk, sea el próximo campo de batalla después de la liquidación del estado islámico. La eficacia y determinación de las tropas kurdas en la guerra contra el ISIS seguramente no va a hacer que el régimen de Damasco acepte una fuerza militar autónoma en su territorio. Sobre todo teniendo en cuenta que tanto Turquía e Irak como Irán se sienten también amenazados por sus respectivas minorías kurdas.

Como ha reconocido recientemente un influyente analista francés de la Sorbona, experto en cuestiones de Oriente Medio, “la caída de Alepo,(…) marca una fecha simbólica en la historia de Oriente Medio y, por primera vez, la ausencia deliberada de Occidente en una gran crisis. En este sentido, la opción de dejar que se destruya Alepo debe verse en el contexto de unos desvanecidos Estados Unidos en el plano estratégico (…) Más allá de cualquier cuestión moral, pensar que este nuevo contexto es favorable a los países occidentales revelan una impresionante mezcla de cinismo e incompetencia”.

4 comentarios sobre “Alepo, punto de inflexión”

  • Estupendo analisis. Una pregunta, no me queda claro que posición toma con respecto al pueblo, es decir, de todos esos movimientos geoestratégicos, cuales son los que están más provocados por la presión popular, por los intereses populares?
    Entiendo que Bashar al Assad es un presidente elegido democráticamente por lo tanto toda injerencia exterior de los EEUU hay que condenarla y cerrar filas pero, despues de eso, qué relacion hay con su régimen y el pueblo? y el PKK? y el resto de frentes?
    En proximos articulos me gustarí­a que quedara más claro esa toma de posición

  • Lo que no queda muy claro es la participación/apoyo de Israel aL Daesh y como Arabia Saudí­ y Emiratos Árabes tambi han estado prestando apoyo a EEUU, como siempre. Este, como otros escenarios, deja interrogantes. Ahora, con la llegada de Trump, es de temer por los palestinos, por ejemplo, el recrudecimiento de su ya cruda existencia…
    Buen análisis. SALUD

  • Comosiempre un analisir real de la situacion mundial que nigun otro medio de comunicación ofrece para informar á la ciudadaní­a de los echos reales en Oriente medio

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