Merkel visita Afganistán

Alemania y el Afpak

. Si los talibanes fuerzan a otra salida poco decorosa de un ejército extranjero del paí­s, próximos planes de acción del organismo podrí­an quedar en entredicho. O, en palabras de Merkel: «Afganistán nos pone a prueba, eso está fuera de toda duda. De ello depende también el éxito de la Alianza».

La canciller de Alemania, Angela Merkel, arribó el lunes a Afganistán ara visitar a las tropas germanas estacionadas en ese paí­s, en un imprevisto viaje en el que no tiene previsto mantener conversaciones con lí­deres locales.Poco después de que Merkel saliera de un campo del Ejército alemán en la provincia norteña de Kunduz, atacantes lanzaron cohetes al lugar, dijeron funcionarios.Los cohetes cayeron fuera del campo y no hubo ningún herido, informó un portavoz del ministerio de Defensa alemán.Alemania tiene unos 3.800 efectivos en Afganistán y cuenta con un mandato de su Parlamento para enviar un total de 4.500 soldados como parte de una misión de la OTAN.Pero Merkel, quien enfrenta una elección en seis meses, es reacia a incrementar el número de tropas de combate enviadas a Afganistán para la misión, que no goza de popularidad entre los alemanes.Steg dijo que Alemania defendí­a desde hace un tiempo una estrategia que no sólo se centraba en la acción militar sino además en los esfuerzos de reconstrucción civil, añadiendo que este enfoque también habí­a tenido un amplio apoyo de los socios de la OTAN en la cumbre de la semana pasada.En declaraciones recogidas por la cadena pública alemana de televisión ZDF, Merkel señaló que la participación alemana en la misión de la OTAN en Afganistán es suficiente y «por el momento no veo necesidad de que tengamos que ampliar algo».La labor futura de la OTAN podrí­a decidirse en la batalla afgana. Si la misión es un éxito, y el éxito hasta ahora se resiste, podrí­a convertirse en un aval para intervenciones venideras. Si los talibanes fuerzan a otra salida poco decorosa de un ejército extranjero del paí­s, próximos planes de acción del organismo podrí­an quedar en entredicho. O, en palabras de Merkel: «Afganistán nos pone a prueba, eso está fuera de toda duda. De ello depende también el éxito de la Alianza».Los aliados europeos respondieron a la nueva polí­tica de la Administración Obama en Afganistán con lo que a George W. Bush más le costó conseguir en sus últimos tiempos: tropas.En total, unos 5.000 nuevos soldados para la misión de estabilización del paí­s, una cifra que no obstante palidece al lado de los 21.000 que planea enviar Barack Obama. Reunido por primera vez con los lí­deres de la OTAN, el presidente estadounidense resaltó que el aumento de medios apuntalará no sólo la operación afgana, sino el propio futuro de la Alianza Atlántica. Plasmando su nueva sintoní­a, los coanfitriones Sarkozy y Merkel se declararon «encantados de trabajar» con Obama. «Confiamos en él», resumió el presidente francés, más unido que nunca a la alemana para pesar más frente al huracán de simpatí­a que suscitan las iniciativas de Obama.En Europa la guerra con Afganistán no entusiasma a nadie, salvo a los miles de manifestantes que protestaron en Baden Baden y Estrasburgo, pero sólo fueron apaleados y gasificados y detenidos en la ciudad francesa, paí­s que preside Sarkozy. Francia y Alemania siempre estuvieron en contra de la invasión. Gran Bretaña apoyó y sigue apoyando con 8300 soldados pero a Tony Blair, Irak y Afganistán le costaron el puesto. Aun en los paí­ses que sufrieron atentados terroristas, el apoyo en Europa para la guerra en Afganistán es bají­simo.En Estados Unidos no pasa lo mismo. Durante la campaña presidencial del año pasado, para no parecer demasiado blando, Obama habí­a prometido un par de cosas. Para sacar a su paí­s de Irak sin ofender a todos esos bomberos que aparecí­an en la televisión llorando en cada aniversario del 11/9, y para no alienar a los millones de votantes que piensan como ellos, Obama habí­a dicho que no, que él no era un pacifista, que lo tení­an confundido, que él honraba el esforzado sacrificio de las fuerzas armadas, pero que Bush se habí­a equivocado de guerra porque Bin Laden, el que puso las bombas en las Torres Gemelas, estaba en Afganistán.Se calcula que a Estados Unidos le cuesta $2.000 dólares diarios sostener a cada soldado en ese frente, pero sus fuerzas apenas controlan las ciudades, dejando los extensos campos a los rebeldes y debiendo trasladarse en avión hasta para los más mí­nimos recorridos, como los 80 Km. que separan Kabul de la base de Bagram. Ante este panorama parece que el resucitado eje franco- Alemán, no con mucho entusiasmo, han decido apoyar el Afpak de Obama, fortalecer la OTAN y su alianza estratégica con Washington frente a los nuevos vientos que vienen desde Asia.

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