Alemania emite el doble de deuda que España

«Si bien el Gobierno germano ha registrado desde 2008 un déficit acumulado del 6,2% del PIB (151.720 millones de euros), ha incrementado sus niveles de deuda un 18,3% en el mismo periodo (500.815 millones de euros). Dicho de otra forma, 349.000 millones de deuda pública alemana no sirvieron para financiar los números rojos públicos sino que se destinaron a comprar activos bancarios y sanear el sistema financiero germano, operaciones que no contabilizan como déficit.»

Alemania es el aís que ha sufrido un mayor incremento de su nivel de deuda pública en números absolutos desde enero de 2008, cuando se inició la crisis financiera. Sus emisiones duplican las de España y equivalen a la suma del aumento de la deuda en Holanda, Irlanda, Grecia, Bélgica, Polonia, Portugal, Austria y Dinamarca. (CINCO DÍAS) EL PAÍS.- A diferencia de otros momentos de crisis en los 30 años largos de democracia española, ahora hay más desigualdad porque los pobres son más pobres porque están perdiendo bienestar; los sectores más afectados son los más vulnerables al desempleo (y no los pensionistas y la gente mayor), dado que la composición del mercado de trabajo es clave para interpretar lo que está sucediendo. Y, lo que es peor, las políticas públicas no se adecuan a la nueva situación ni a los riesgos que ello implica. Crisis del euro. Cinco Días Alemania emite el doble de deuda que España pese a su menor déficit J. Viñas / B. de Miguel En una situación de normalidad, el incremento de deuda pública que registra un país guarda una relación matemática con su nivel de déficit. Sin embargo, la crisis financiera ha roto esa correlación en ciertos países. Por ejemplo, el endeudamiento alemán se ha disparado desde que se inició la crisis. Ello perjudica a países como España que también deben recurrir intensamente a la financiación internacional. Si bien el Gobierno germano ha registrado desde 2008 un déficit acumulado del 6,2% del PIB (151.720 millones de euros), ha incrementado sus niveles de deuda un 18,3% en el mismo periodo (500.815 millones de euros). Dicho de otra forma, 349.000 millones de deuda pública alemana no sirvieron para financiar los números rojos públicos sino que se destinaron a comprar activos bancarios y sanear el sistema financiero germano, operaciones que no contabilizan como déficit. Esta situación no se produce, por ejemplo, en España, donde el déficit acumulado durante la crisis asciende al 24,5% del PIB y el incremento de la deuda alcanzó un nivel similar. Lo mismo sucede en Francia o, incluso, en Grecia. Así, Alemania es el país que ha sufrido un mayor incremento de su nivel de deuda pública en números absolutos desde enero de 2008, cuando se inició la crisis financiera. Sus emisiones duplican las de España y equivalen a la suma del aumento de la deuda en Holanda, Irlanda, Grecia, Bélgica, Polonia, Portugal, Austria y Dinamarca. Es cierto que Alemania es la mayor economía de la zona euro, sin embargo, por su bajo nivel de déficit no debería liderar el ranking de países con mayores incrementos de deuda. Experiencias como la germana han provocado que Bruselas preste cada vez más atención al denominado stock-flow adjustment, que mide la diferencia entre el aumento de la deuda durante un periodo y el déficit generado en ese espacio de tiempo. Además, la Comisión Europea advierte que existe el riesgo que los Estados maquillen sus cifras de déficit a través de operaciones de endeudamiento. En cualquier caso, el elevado nivel de deuda pública en Alemania, que hoy alcanza el 83,2% del PIB se explica por las necesidad de intervención estatal en su sistema financiero. El Ejecutivo germano se ha visto obligado a aprobar ayudas públicas para el Commerzbank o el Hypo Real Estate, entidad que fue nacionalizada. En 2008, Berlín ya asumió en las cuentas del Estado un pasivo procedente de la banca de más de 51.000 millones de euros o el 2% de su PIB anual. En 2009, las cifras se doblaron hasta 95.354 millones de euros o el 4% del PIB. Y el año pasado, la carga se elevó al 13% del PIB o 334.597 millones de euros "como consecuencia, sobre todo", según Eurostat, "de la transferencia de activos (incluidos depósitos y préstamos) a agencias de liquidación a nivel federales o estatal". Y cuanta más deuda emite Alemania, más le cuesta a países como España con peores balances y reputación colocar su títulos de deuda. Una bomba de relojería en el corazón de Europa El rescate de Grecia, Irlanda y Portugal ha dejado a Alemania, además, sin un parapeto que desviaba la inquietud de los inversores hacia la periferia de la zona euro. Con esos tres países fuera del mercado, el tic tac de la bomba de relojería de la deuda alemana resuena con más fuerza en los parqués bursátiles. Sobre todo porque Berlín, según los datos publicados por Eurostat, también suma 71.000 millones de euros en potenciales pérdidas por garantías o avales concedidos al sector financiero, que podrían convertirse en deuda pública si llegan a ejecutarse. Una hipótesis que, a la vista de la brutal exposición de la banca alemana en los países rescatados, podría estar más cercana si se produce finalmente una reestructuración de la deuda en Grecia. Posibilidad que se aceleró el viernes, cuando el diario alemán Dier Spiegel anunció por la tarde que Grecia había solicitado la salida de la zona euro ante la imposibilidad de hacer frente a las condiciones del rescate pactado con la UE y el FMI. Esa petición se habría producido en una reunión secreta de ministros de Finanzas de la zona euro en Luxemburgo, a la que no asistió la titular española, Elena Salgado. Fuentes del Gobierno alemán negaron que el Gobierno griego hubiera hecho esa petición. "No ha estado encima de la mesa", subrayó un portavoz de la canciller, Angela Merkel. La reestructuración quedó finalmente descartada, pero no la renegociación de las condiciones del rescate. Las instituciones europeas se vieron obligadas a plantear una ampliación de las ayudas pactadas, por valor de 110.000 millones de euros, e incluso elevar el plazo de devolución de las mismas. CINCO DÍAS. 9-5-2011 Opinión. El País El gran saqueo Joaquín Estefanía Por más que venda libros y se multipliquen los programas de televisión que amparan el "pensamiento positivo" (en realidad, pensamiento mágico), es muy difícil observar la crisis económica como una opción superadora. La "destrucción creativa" lo será para los que sobrevivan, no para los millones de ciudadanos que van quedando por el camino. Lo cuenta la periodista Bárbara Ehrenreich, en su estupendo libro Sonríe o muere: hay gente "a la que habían echado del trabajo y que se dirigía cuesta abajo y sin frenos hacia la pobreza, a la que se decía que debía ver su situación como una oportunidad (…) La persona que pensaba en positivo no solo se sentiría mejor mientras buscaba trabajo, sino que para ella ese trámite acabaría antes y más felizmente". Esta descripción es contraria a la realidad. Empiezan a aparecer datos en España que permiten conocer las primeras huellas profundas de la Gran Recesión en los hogares, en términos de pobreza y de distribución de la renta. Este primer balance no es precisamente favorable para una buena parte de los ciudadanos españoles: a diferencia de otros momentos de crisis en los 30 años largos de democracia española, ahora hay más desigualdad porque los pobres son más pobres porque están perdiendo bienestar; los sectores más afectados son los más vulnerables al desempleo (y no los pensionistas y la gente mayor), dado que la composición del mercado de trabajo es clave para interpretar lo que está sucediendo. Y, lo que es peor, las políticas públicas no se adecuan a la nueva situación ni a los riesgos que ello implica. Existen al menos dos trabajos que han analizado esta recomposición social en España, a la luz de varios fenómenos concatenados: la entrada exponencial y compulsiva de inmigrantes en la última década, atraídos por las posibilidades de trabajo y las condiciones de vida; sus expectativas limitadas por el estallido de la burbuja inmobiliaria, que había sido parte sustancial del modelo de crecimiento; y definitivamente truncadas -las expectativas de los inmigrantes y de una buena parte de la población activa autóctona- por la gran crisis económica en la que estamos instalados. Estos dos trabajos de la Fundación Alternativas son el Informe sobre la Democracia en España (IDE-2011), de próxima aparición, en el que los investigadores del equipo del profesor Ruiz-Huerta han profundizado en estos asuntos, y el texto titulado Pobreza y privación material en España en el periodo 2004-2008: del auge económico al inicio de la recesión, de la profesora Rosa Martínez. Para entender lo ocurrido en España en las tres décadas largas de democracia, estas se pueden dividir en cinco etapas. La primera fase está representada por el largo periodo de estancamiento desde el inicio de la crisis del petróleo hasta la mitad de los años ochenta. Básicamente el periodo en que gobernó UCD y algo el PSOE. Entonces no hubo un empeoramiento de la desigualdad y de la pobreza, que incluso mejoraron levemente. La intensa destrucción del empleo y el tránsito de tasas de paro inferiores al 5% a registros superiores al 20% no se tradujeron en desigualdad y pobreza porque crecieron las remuneraciones, en un periodo altamente inflacionista, y porque se desarrollaron algunos de los componentes del Estado de bienestar al amparo del proceso democrático. La segunda fase dura desde la mitad de los ochenta hasta el primer tercio de los noventa. Corresponde a los Gobiernos de Felipe González. En una coyuntura en la que la mayoría de los países de la OCDE, subordinados a la revolución conservadora -especialmente Estados Unidos y Reino Unido- registran espectaculares aumentos de la desigualdad, esta se reduce en España. ¿Causas?, la recuperación del empleo, aunque no se lograra reducir significativamente la tasa de paro y buena parte de los puestos de trabajo se sustentaran en el aumento de la temporalidad; y el incremento del gasto redistributivo con la puesta en marcha de nuevas prestaciones sociales y el fortalecimiento de programas que ya existían. La tercera fase es el trienio recesivo 1992-1994, también con los socialistas en el poder. Breve pero intenso proceso de estancamiento, con tasas negativas de crecimiento del PIB. El paro aumentó 10 puntos (desde el 15% al 25%), y hubo un fuerte crecimiento de los indicadores de pobreza y desigualdad, rompiendo la tendencia de las décadas anteriores. La cuarta fase va desde 1995 hasta el inicio de la actual crisis, en el verano de 2007. Final de los Ejecutivos socialistas, las dos legislaturas de Aznar y los primeros años de Zapatero. La prolongada etapa de crecimiento no compensa los aumentos de pobreza y de desigualdad del trienio anterior: un gran número de los puestos de trabajo creados son de bajos salarios y en buena medida temporales; hay un aumento muy moderado, durante los primeros años, del gasto social, con un cierto distanciamiento respecto a los niveles medios de la UE; pérdida de la capacidad distributiva de la imposición sobre la renta y disminución del efecto redistributivo de las prestaciones sociales monetarias debido al aumento del número de beneficiarios y al distanciamiento de las cuantías respecto a los niveles medios de renta, etcétera. La fase actual de recesión y estancamiento tiene sus propias peculiaridades negativas. La más importante de ellas es el rápido crecimiento de la tasa de paro en los sustentadores principales de los hogares (al antiguo "padre de familia") que asciende casi a un millón de personas. En anteriores crisis, los efectos negativos del desempleo de jóvenes y cónyuges se compensan con el empleo de los sustentadores principales y el sistema de protección del paro, que evitaron un intenso aumento tanto de la desigualdad y de la pobreza como de las tensiones sociales. En este contexto de crisis, el paro de los sustentadores principales ha crecido más y de forma más veloz que en cualquier otro momento de la historia. Igualmente revelador en este cambio sociológico es el número de hogares en los que todos los activos se encuentran desempleados (también más de un millón). Por último, es significativo observar el incremento de hogares que no reciben ni ingresos de trabajo, ni del sistema de pensiones, ni prestaciones por desempleo (por ser sus integrantes parados de larga duración); es una población cuyo único recurso es el acceso a los sistemas autonómicos de rentas mínimas, dada la reciente eliminación del programa temporal de prestación por desempleo e inserción. Conclusión: el volumen de paro y su composición son la manifestación más tangible del empeoramiento de los indicadores sobre el estado de la distribución de la renta en relación con objetivos razonables de equidad. Aunque la crisis ha afectado a todos, la capacidad de defensa y recuperación es muy diferente según el lugar que cada cual ocupa en la distribución de la renta. Ha aumentado el riesgo de pobreza entre los parados, aunque ha mejorado ese mismo índice entre los pensionistas. Dos notas finales: a pesar de los esfuerzos realizados desde las políticas públicas, la insuficiencia de medidas de protección al desempleo, la falta de articulación de las rentas mínimas autonómicas y las restricciones financieras de las Administraciones públicas suscitan serios interrogantes sobre el peligro de inestabilidad social. Por último, los analistas advierten contra un espejismo: la recuperación económica, a la luz de la experiencia, no implica una mejora inmediata de las variables distributivas, dada la segmentación del mercado de trabajo y la precariedad de muchos de los empleos creados. EL PAÍS. 9-5-2011

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