Sociedad

¿Al servicio de quién?

Este año se celebra el 40º aniversario de la llegada del Hombre a la Luna, para ser exactos, del alunizaje del Apolo XI, capitaneado por el comandante Neil A. Armstrong. Desde entonces el desarrollo cientí­fico y tecnológico ha alcanzado cuotas inimaginables. En estos momentos toda la atención de la comunidad cientí­fica internacional está puesta en el LHC, el Gran Colisionador de Hadrones, situado cerca de Ginebra en las instalaciones de la Organización Europea para la Investigación Nuclear. Las consecuencias de los experimentos que allí­ se realizan y de los que se esperan realizar cuando las condiciones de enfriamiento del acelerador de partí­culas lo permita, pueden permitir un gran salto en el conocimiento y el desarrollo. Pero tanto en el caso de aquel «pequeño paso para un hombre, y un gran salto para la Humanidad», como en el del LHC, tan importantes son las aportaciones al conocimiento y a la técnica, como la respuesta a la pregunta ¿al servicio de quién?

La carrera esacial El 21 de Julio de 1969, a las 2:56 – hora internacional – el “Eagle” – módulo lunar del Apolo XI – alunizaba, permitiendo al comandante Armstrong disfrutar del primer paseo sobre la superficie lunar. Este histórico hecho es absolutamente incomprensible en toda su magnitud sin detenerse en el contexto histórico y el motor que permitió que ocurriese. La carrera espacial, más que “el ímpetu y la audacia de la Humanidad por desbrozar caminos”, supuso la punta de lanza del proyecto de EEUU para hacer frente al enemigo soviético, arrastrándolo a una maratón de desfonde económico, y una elaborada estrategia para evitar una de sus principales debilidades, las crisis. El mundo posterior a la IIª Guerra Mundial se traduce en la existencia de un mundo bipolar férreamente organizado, estructurado y jerarquizado bajo la enorme concentración de poder político y militar de cada una de las dos superpotencias. Esa extraordinaria concentración del poder político en torno a dos únicos centros permitió que una parte sustancialmente importante de la ingente acumulación de capital fuera dirigida hacia una desenfrenada carrera de producción de armamentos y desarrollo espacial. La consecuencia inmediata fue, no solo el incremento desorbitado del poder militar de ambas superpotencias, y con ello su capacidad de dominio mundial, sino también la canalización, a través de la inversión continua, de la enorme masa de capitales generados en cuatro décadas de expansión, evitando así el estallido de una crisis como la del 29. En 1950 el gobierno Truman adopta las conclusiones de un informe elaborado por una comisión secreta, del Departamento de Defensa y de Estado, conocido como CSN-68. El CSN-68 abogaba por un aumento inmediato del 300 al 400% de los gastos militares y mantener su incremento de una manera constante en el tiempo, de modo que dicha inversión, centralizada por el Estado –específicamente por el Departamento de Defensa, en unión con el gobierno y las mayores corporaciones del país, la base de la que surgiría lo que hoy se conoce como el complejo militar industrial– permitiera aumentar la tasa de beneficio, crear nuevas tecnologías que podían ser rápidamente transferidas a la industria civil y apuntalar las políticas económicas de tipo keynesiano, que habrían de servir para hacer frente al inicio de las recesiones y los ciclos de desaceleración. Una forma privilegiada de subvención del cambio tecnológico, en el que una parte sustancial del capital necesario para los enormes gastos en investigación científica y experimentación tecnológica es asumida por el Estado. En el corazón de la industria armamentística, los monopolios del complejo militar-industrial pasaron a actuar como contratistas y fabricantes privilegiados, cuyos beneficios revertían posteriormente en la industria civil a través de una transferencia flexible y dinámica de tecnología punta reconvertida de su uso originario militar al campo de la producción de bienes de equipo y de consumo. Ha sido la carrera armamentística, sus ingentes niveles de gasto militar, y el necesario desarrollo científico-técnico lo que ha actuado en estas décadas como un estímulo constante para la economía norteamericana. Al servicio de la Humanidad La finalización del acelerador de partículas más potente jamás construido supuso un enorme esfuerzo colectivo por parte de miles de físicos e ingenieros de todo el mundo. Por primera vez se dispondría de un acelerador con capacidad de generar energías en las condiciones surgió el universo con detectores del tamaño de edificios, y se almacenará toda esa información con un sistema de superordenadores que cambiará las tecnologías que actualmente conocemos. El proyecto del gran colisionador de hadrones (LHC) fue aprobado por el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) en diciembre de 1994 con el objetivo de recrear las condiciones justo en el origen del universo. En la actualidad más de 2000 físicos de 34 países y cientos de universidades y laboratorios han participado en su construcción. El presupuesto que se maneja, y se amplia tras el último contratiempo, es de tales dimensiones que solo es concebible desde la inversión monopolista. El LHC es el mayor acelerador de partículas del mundo. El Tevatron norteamericano es más antiguo, menos potente, y al parecer sin posibilidades técnicas, de momento, de afrontar retos como los programados por el acelerador europeo. A parte están el viejo Synchrophasotrón ruso, el BPC chino… Algunas de sus aplicaciones prácticas son ya una realidad: el software de simulación GEANT4 es utilizado hoy en día por la ESA (Agencia Espacial Europea) o la NASA en algunos de sus proyectos. También es de una utilidad enorme en el ámbito de la medicina nuclear, para la investigación, por ejemplo, de nuevas técnicas de radioterapia, detectores como el ATLAS, nuevos "Scanners" que mejoren la calidad y precisión de las imágenes… además de muchas otras aplicaciones derivadas como el GRID, que es el sistema de distribución y cálculo de datos, desarrollado para analizar el volumen masivo de información generado por el LHC. Los enigmas todavía sin resolver en el terreno de la física son de mucho más valor que las aplicaciones inmediatas o a medio plazo, por el continente de conocimiento que puede permitir abrir. Esto es indudable. Sin embargo el desarrollo científico no ha tenido como motor hasta ahora el bienestar de la Humanidad. La lógica es otra. Lo que no quita valor a su papel, más bien al contrario, pues el potencial de desarrollo debería ser aún mayor, puesto al servicio exclusivo del conocimiento y la mejora de las condiciones de vida y existencia del conjunto de la Humanidad. De la carrera espacial a la industria civil Uno de los primeros retos fueron los cambios fisiológicos que un astronauta experimenta en la ingravidez, éstos obligaron a la creación de instrumentos médicos y sensores cada vez más sensibles y exactos, de una precisión asombrosa para localizar debilidad muscular y descalcificación acelerada de los huesos. La bicicleta estática que utilizan los astronautas de larga permanencia en las estaciones orbitales, posibilitó la creación del ergómetro, una bicicleta con la que una pierna pedalea más lenta que la otra con el objeto de estudiar la coordinación muscular de las piernas y diagnosticar anomalías de manera muy precoz. El termómetro infrarrojo, que originalmente se utilizó para chequear la salud de los astronautas en órbita, ahora se aplica en modernos termómetros que se introducen en el conducto auditivo e informa la temperatura corporal en menos de dos segundos. La medicina cardíaca se benefició con la creación de un dispositivo, implantado en el cuerpo, consistente en cuatro electrodos, que corrige un amplio espectro de anomalías entre la taquicardia y la fibrilación ventricular, y un marcapasos de vanguardia que recibe señales desde un dispositivo externo, la misma tecnología usada para comunicar satélites con sus bases en la Tierra. El láser, utilizado en satélites para medir distancias, tiene hoy en día muchas aplicaciones terapéuticas como las modernas angioplastías y los tratamientos odontológicos para restaurar piezas dentales. La industria disfrutó de nuevos materiales, entre ellos nuevos vidrios y plásticos que no se rompen ni se rayan, que se utilizaron para los cascos de los astronautas y las cabinas de las naves tripuladas, estos materiales se utilizan como vidrios de seguridad para bancos, cascos más livianos y resistentes, anteojos de sol irrompibles, lentes de contacto blandas pero resistentes a las ralladuras. El tejido de los trajes espaciales para largas actividades extravehiculares y el polvillo que transforma la orina en gel, que no irrita la piel, tuvo su inmediata aplicación en los pañales descartables para bebés y en las toallas femeninas, ambos con gran capacidad de absorción. El no poder utilizar agua corriente en órbita dio origen a otros dos productos que ya se utilizan en la higiene cotidiana en la Tierra : los paños embebidos en una solución para limpiar manos y rostro y en un dentífrico que no requiere agua y no produce espuma; la técnica para irradiar alimentos para su conservación, el horno a microondas y las bolsas herméticas para conservar los alimentos. Los actuales corredores de Fórmula 1, los pilotos de aviones de combate y los bomberos utilizan un derivado del traje espacial lunar que asegura una refrigeración continua dentro del mismo. El agua corriente de muchos centros urbanos es purificada y potabilizada siguiendo las modernas técnicas que se utilizan en las estaciones orbitales para reciclado, incluso a nivel doméstico. El revuelo que provocó una bacteria, que no solo pasó todos los controles sino que además sobrevió varios años en la Luna, sobre una cámara de TV de la sonda lunar Surveyor, obligó a replantear los controles de esterilización que hoy se aplican en laboratorios y hospitales de todo el mundo. La empresa Black y Decker fue contratada en su oportunidad por la NASA para perfeccionar herramientas para toma de muestras lunares, pero no desperdició la oportunidad de crear taladros inalámbricos y otras herramientas afines que hoy vemos en cualquier ferretería. Además de la tecnología empleada en el sistema de satélites que posibilitó las comunicaciones por esta vía transmitiendo audio y video hasta llegar a otras aplicaciones como el muy actual GPS.

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