Obama en México

Al otro lado del Rí­o Grande

La visita del Presidente de los Estados Unidos a la Ciudad de México, Barack Obama, es considerada por el New York Times y Los Angeles Times como un acto simbólico que por sí­ solo no resolverá las urgentes necesidades mexicanas. Interpretan la visita, además, como un mensaje al Congerso estadounidense para tomar acciones contra el tráfico de armas.

En su rimer discurso luego de su llegada a Mexico, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que, correspondiendo a las valerosas acciones de México contra el narcotráfico, su nación debe «hacer lo suyo» y combatir el tráfico de armamento y capitales desde su territorio hacia el nuestro.»En una oportunidad histórica en la que el gobierno mexicano, con todo valor, ha atacado y combatido a los cárteles de narcotraficantes, los Estados Unidos también debe hacer lo suyo como socio pleno en esta batalla. Lo hemos hecho ya a través de la Iniciativa Mérida, pero también debemos hacerlo combatiendo el tráfico ilí­cito de armamentos y el movimiento ilí­cito de capitales», sostuvo.La antigua aspiración Mexicana, que el Gobierno de Estados Unidos se implicara también en la lucha contra el narcotráfico combatiendo la venta indiscriminada de armas y el blanqueo de capitales. Aquella petición nunca encontraba eco. De hecho, hasta el ex presidente Vicente Fox acaba de reconocer que George W. Bush lo estuvo engañando durante sus seis años de mandato «con palmaditas en la espalda», pero sin tomar ninguna medida eficaz. Ahora se puede decir que por primera vez en la historia, Obama ha cambiado el discurso. Ha dicho: somos parte del problema -consumimos droga, vendemos armas-, y por eso vamos a ayudaros.Lo más curioso es que ese cambio de postura, legitimado por una ofensiva diplomática sin precedentes de acercamiento a México, ha pillado desprevenido al actual Gobierno. La rentable polí­tica del agravio se viene abajo cuando «los pinches gringos» se declaran amigos, admiten su responsabilidad de mariguanos y hacen firme propósito de la enmienda. Obama -por su propia voz y también a través de Hillary Clinton y de Janet Napolitano- se ha comprometido públicamente a destinar los fondos y el personal que hagan falta para luchar eficazmente contra el narcotráfico. Y ha sido entonces cuando, desde México, el desconcierto se ha tornado en desconfianza.El mandatario estadounidense evocó la relación especial de su paí­s con México, e indicó que hubo un motivo por el cual la primera visita que recibió de un jefe de Estado extranjero luego de resultar elegido como presidente de Estados Unidos fue precisamente la del mandatario mexicano: «Nos recuerda lo que dijo hace años el presidente John F. Kennedy, que los lazos que nos unen no pueden quebrantarse».Y tanto que no,» los lazos», por mucho que los endulce Obama, están apuntalados en décadas de doctrina Monroe y de considerar a México su patio trasero. Por una parte, el Gobierno de Calderón se muestra encantado de que Obama se fije en México, pero no tanto con que la nueva Administración norteamericana quiera acometer el asunto como si se tratara de un problema de polí­tica interna.La visita del Presidente de los Estados Unidos a la Ciudad de México, Barack Obama, es considerada por el New York Times y Los Angeles Times como un acto simbólico que por sí­ solo no resolverá las urgentes necesidades mexicanas. Interpretan la visita, además, como un mensaje al Congerso estadounidense para tomar acciones contra el tráfico de armas.A pesar de todo lo que se suele decir de la boca para afuera en cuanto a las relaciones con México (y, de hecho, con América Latina en términos más generales) desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt a Obama, la verdad es que lo que ocurre en México siempre ha tenido poca incidencia en los presidentes estadounidenses. No hay duda de que la inmigración ilegal es un problema importante, así­ como el narcotráfico, pero el gobierno estadounidense siempre los ha considerado como problemas más bien nacionales que como preocupaciones esenciales de su polí­tica exterior.De hecho, en los Estados Unidos se parte del supuesto que la polí­tica de México acerca de la inmigración ilegal y las drogas será prerrogativa de la nueva secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano (que fue gobernadora de un estado fronterizo). Mientras tanto, los departamentos del Tesoro y Comercio manejarán la polí­tica comercial acerca del Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio.EE UU considera a México como un problema interno. Con las declaraciones del pentágono y las agencias de inteligencia advirtiendo que México puede convertirse en un estado fallido, se abre el camino a reforzar el apoyo militar contra el narcotráfico através del plan Mérida. En última instancia preparar el camino a una intervención directa de EE UU en México.Son muy ingenuos, los que deliran con que Obama puede modificar, por bien intencionado que sea, el rí­gido y ciego andamiaje de sujeción económica, polí­tica y militar edificado a sangre y fuego por la clase dominante de su paí­s al sur del rí­o Bravo

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