Hace ya más de un año y medio que lo venimos reiterando con insistencia desde estas páginas, su objetivo es rebajarnos un 25, un 40 o un 50% nuestras rentas y salarios. A comienzos de marzo del pasado año dijimos: «La carga de profundidad la ha lanzado el New York Times hace unas semanas: los españoles deben rebajar sus salarios un 25%. De forma inmediata, el FMI, el gran jefe de la oligarquía española, Botín, la CEOE y la banca europea se han adherido a la consigna. En torno a este objetivo de reducir un 25% los salarios y las rentas de la inmensa mayoría de la población gira la principal batalla política que se está dando en nuestro país (…)
Esta ofensiva ara la reducción drástica de los salarios, de nuestras condiciones de vida y trabajo, tiene como reverso inevitable un proceso paralelo que implica un nuevo salto en la concentración de la riqueza en manos de unos pocos y un aumento de la dependencia de nuestro país respecto a las grandes potencias mundiales.” Año y medio después, la realidad se ha encargado de demostrar, palabra por palabra, lo certero de este análisis. En este tiempo, hemos sufrido una sucesión ininterrumpida de ataques, recortes y ajustes de todo tipo contra el 90% de la población. En sus planes de saqueo, las grandes potencias y los oligarcas españoles no sólo se dirigen contra los trabajadores asalariados, sino contra pensionistas, jóvenes, amas de casa, estudiantes, autónomos, pequeños y medianos empresarios,… Hasta el punto de que el objetivo inicial del 25% ha sido ya ampliamente rebasado, y ahora se dirigen a rebajarnos un 40 o un 50% de nuestra rentas y salarios. Las razones de la profundidad y la virulencia de estos ataques también hace tiempo que los hemos hecho explícitos. Ya en mayo de 2010 advertimos cómo “el insondable nivel de deuda que EEUU necesita para poder seguir manteniendo su hegemonía política y militar, exige que sus principales socios, entre ellos Europa, carguen con la factura de su crisis. Y dentro de Europa, este movimiento requiere a su vez que las principales potencias (el eje Berlín-Paris, actuando como recaudadores locales del imperio) descarguen a su vez la factura sobre los países más dependientes, como el nuestro.” La reciente rebaja de la calificación de la deuda norteamericana por Standar & Poor´s y la exigencia alemana de una reforma constitucional para fijar un techo al déficit, no han hecho mas que confirmarlo. Con premeditación, nocturnidad y alevosía Contra lo que cínicamente afirman Zapatero-Rubalcaba y Rajoy, la reforma de la Constitución no busca “salvaguardar el estado del bienestar”, sino blindar jurídica y políticamente –al máximo nivel legal posible– la segunda fase del saqueo al que se han lanzado Washington y Berlín: la fase que debe llevar la rebaja de nuestros salarios y rentas desde el 25 al 50%. Por eso la han perpetrado con nocturnidad y alevosía. En pleno mes de agosto, con medio país de vacaciones, en apenas 48 horas y creando una situación política donde no pudiera haber capacidad de respuesta –o que hubiera la mínima posible– ante el rechazo que sabían que iba a generar. Para justificarla, PSOE, PP y medios de comunicación se han volcado –con la colaboración, consciente o inconsciente, de una parte de la izquierda y los nacionalismos– en confundir y engañar. Se han cuidado muy mucho de ocultar que lo que han aprobado es que a partir de la publicación de la reforma en el BOE, los bancos alemanes y franceses poseedores de deuda pública española cobrarán antes que los jubilados, al tiempo que han declarado anticonstitucional que cualquier futuro gobierno pretenda renegociar el volumen o el aplazamiento de los pagos de la deuda y sus intereses con los acreedores. Han difundido un clima de opinión tan falso como tóxico de que hemos gastado demasiado en el pasado, por lo que ahora será necesario recortar a toda costa el gasto público, incluso en cuestiones tan vitales como la sanidad o la educación, para reducir el déficit. Y han tratado de enfrentar a unos sectores populares con otros, cuya manifestación más visible han sido los enfrentamientos entre miembros del 15-M y los sindicatos en las movilizaciones de la pasada semana contra la reforma constitucional. Y sin embargo, pese a todo esto no han logrado impedir que la oposición a la reforma se haya hecho visible en las calles, ni que el 68% de los españoles se muestre favorable a que la reforma se decida en un referéndum. Ahora más que nunca, unidad Para enfrentarnos a la segunda fase del saqueo que está arreciando –y del que las insistentes declaraciones del FMI sobre una segunda recesión no son más que el preludio de una nueva oleada de ataques–, lo que necesitamos es unirnos en un frente amplio capaz de representar los intereses, la necesidades y las demandas del 90% de la población que estamos siendo objeto de sus ataques. Esta es justamente nuestra mayor fuerza. Que somos el 90%. Una mayoría inmensa frente a una ínfima minoría que se está enriqueciendo a costa de empobrecernos a los demás. No luchar por unir a ese 90%, no trabajar por crear un frente amplio donde puedan ver representadas sus demandas todos esos sectores, sin excepción, es tirar piedras sobre nuestro propio tejado, debilitarnos a nosotros mismos, privarnos de la mejor herramienta que tenemos para dar la batalla. Un frente amplio de unidad construido en torno a tres ejes básicos, que al mismo tiempo que golpeen en el centro de los planes de nuestros enemigos, constituyan un amplio campo de unidad entre todos quienes nos oponemos a ellos. En primer lugar, una alternativa para acabar con el paro y salir de la crisis en beneficio de la mayoría. Algo perfectamente posible aplicando una política de redistribución de la riqueza, es decir, de redistribución de las rentas y los salarios. Cada vez es un clamor más unánime la exigencia de una reforma fiscal progresiva, en la que pague más impuestos quien más tiene y donde bancos, monopolios y multinacionales contribuyan de acuerdo con los beneficios que obtienen. Cálculos recientes de prestigiosos economistas e investigadores sociales han desvelado que sólo con que las grandes fortunas y las mayores empresas tributaran al mismo nivel que lo hacen sus homólogos de la UE, el Estado recaudaría cada año 100.000 millones de euros más. Más que suficiente para acabar con el déficit e impulsar, como acaba de proponer Obama para EEUU, un ambicioso plan de creación de empleo. Medida que debería completarse –para reavivar el consumo, potenciar la demanda interna y reactivar así la inversión y el crecimiento– con una redistribución salarial en la que no haya ningún salario por debajo de 1.000 euros y ninguno por encima de 10.000. En segundo lugar, un programa comprometido con la ampliación de la democracia, aumentando la participación, la capacidad de decisión, el control ciudadano y la transparencia en los asuntos públicos. Compromiso cuyo primer punto es dotar al pueblo de la capacidad de decidir, a través de referéndum, sobre asuntos de particular importancia, como la reforma de la Constitución. En tercer lugar, frente a que la política económica de nuestro país pueda decidirse y dar un giro de 180 grados por la simple llamada telefónica de Obama o que la Constitución pueda reformarse siguiendo las exigencias de Merkel, la defensa de la soberanía nacional para poder decidir de forma autónoma y de acuerdo con nuestras necesidades lo que más conviene a los intereses de la mayoría del país. La batalla en la que estamos es una batalla en la que puede y deber participar el 90% de la población. Es responsabilidad de todas las organizaciones sindicales, sociales, ciudadanas, políticas, de las personalidades democráticas y los intelectuales progresistas contribuir a forjar esta amplia unidad. Pero también de cada trabajador, de cada jubilado, de cada parado, de cada joven, de cada ama de casa, de cada estudiante, de cada autónomo, de cada pequeño y mediano empresario,… A todos nos afecta por igual y unidos debemos enfrentarla. A todos nos corresponde tomar en nuestras manos la bandera de levantar un amplio frente de unidad para defender nuestros intereses comunes frente al saqueo. Y ante el 20-N, apoyar las candidaturas que, como las candidaturas UCE-De Verdad contra la crisis, luchamos consecuentemente por conseguir este objetivo. Porque como también hemos repetido insistentemente en estas páginas, con unidad todo es posible, sin ella estamos a merced de nuestros enemigos.