El presidente iraní­ arremete contra las crí­ticas de Washington

Ahmadinejad pasa factura a Obama

Aunque está todaví­a por ver en que medida y hasta que grado, no hay duda de que las relaciones entre EEUU e Irán, que iban mejorando lenta y zigzagueantemente, se han deteriorado a raí­z de los incidentes ocurridos tras las elecciones en la República Islámica. A pesar del tono general de mesura y comedimiento con que la Casa Blanca ha tratado los acontecimientos en Irán, el recrudecimiento de las movilizaciones y la presión de importantes sectores del stablishment norteamericano han empujado a Obama a elevar su voz. Suficiente para que el presidente iraní­ acuse a Washington de inmiscuirse en sus asuntos internos, y a Obama de utilizar e mismo tono que Bush. «Si ese es el tono que se pretende emplear, entonces no hay nada de que hablar».

Ciertamente las iras del régimen iraní no han odido descargarse contra el “Gran Satán” durante la semana y media de incidentes la posición oficial de Washington ha sido de lo más cauta, y han tenido que dirigirse al gobierno inglés, la potencia europea más cercana a EEUU. Pero tras los violentos incidentes acaecidos desde el discurso de Alí Jamenei en la Oración del Viernes –donde el máximo dirigente del régimen censuró tajantemente las revueltas y llamó a restaurar el orden de inmediato-, la presión de la opinión pública norteamericana y de buena parte de los congresistas –no sólo republicanos, sino demócratas- empujaron a Obama a denunciar la represión del movimiento opositor. El presidente norteamericano dijo sentirse “horrorizado e indignado” ante las imágenes que llegaban de Irán, dando a las autoridades iraníes una lección de democracia –algo que no se ve hacer a EEUU con otros regímenes de la región como el saudí, cuyo grado de autoritarismo supera con creces a los ayatolás- recomendó a Teherán que “escuchara a su pueblo”. No fue más que una subida de tono en medio de varias declaraciones donde Obama ha insistido en la voluntad de Washington de no interferir en los asuntos de Teherán. A diferencia de las cancillerías de las potencias europeas, la Casa Blanca no ha cuestionado el resultado electoral ni ha respaldado abiertamente las denuncias de fraude. El presidente norteamericano enseguida valoró que las demandas de la oposición tenían escasas esperanzas de llegar a puerto, y que no tenía ningún sentido arriesgar los costosos avances dados con Ahmadinejad en los últimos meses a una carta perdedora, sabiendo además que evidenciar el respaldo de Washington a la oposición equivalía a desacreditarla gravemente ante los ojos de la opinión pública iraní. Y efectivamente, según fuentes diplomáticas, el régimen iraní estuvo “agradablemente sorprendido” por la falta de crítica más fuerte por parte de Washington al comienzo de la crisis.Pero sea como sea, a Ahmadinejad –quizá precisamente porque estuviera buscando una excusa para azuzar el enfrentamiento con Washington, algo que le hace ganar credibilidad y popularidad dentro de Irán- le ha bastado eso para arremeter contra el presidente norteamericano. “Obama cometió un error al decir esas cosas”, dijo el presidente iraní; “nuestra pregunta es por qué cayó en esa trampa y dijo las cosas que Bush decía previamente. “¿Usted quiere hablar con este tono? Si esa es su opinión ¿entonces de qué podemos hablar?”, añadió, y luego exigió públicas disculpas a la Casa Blanca: “Espero que usted evite interferir en los asuntos de Irán y exprese su disculpa de tal forma que la nación iraní sea informada.”La evidencia del deterioro de las frágiles relaciones irano-norteamericanas fue confirmada por el jefe de los Estudios de Estados Unidos en la Universidad de Teherán, Mohammad Marandi, que afirmó que “A corto plazo, las relaciones definitivamente empeorarán, pero a largo plazo Estados Unidos debe realmente repensar su política y reconocer que el cambio de régimen no es posible en Irán”. Tal cambio de régimen no es posible a corto ni medio plazo, efectivamente, para empezar porque la oposición no pretende en modo alguno nada parecido. Las últimas declaraciones de Musaví, a través de su página web, así lo apuntan. El líder opositor denuncia los intentos de la línea de Ahmadinejad por criminalizarles, presentándolos como agentes de los intereses extranjeros: “es una necesidad para nosotros neutralizar esta malvada conspiración a través de nuestra conducta y expresiones”, dice, pero a continuación argumenta para los oídos del régimen un contundente argumento: “si los movimientos que están surgiendo estos días no son administrados de forma adecuada existe la posibilidad de que sean dirigidos por personas desde fuera del país”. Musaví advierte a los dirigentes de la línea adversaria que de seguir tratando al “movimiento verde” como un cuerpo extraño y ajeno al régimen –y no como un movimiento que busca reformar sus rígidas estructuras pero sin cambiar la sustancia del mismo- podrían conseguir precisamente aquello de lo que se les acusa. Si la línea conservadora no tiene la suficiente cintura política como para negociar y tolerar las demandas democráticas y patrióticas de la oposición, existe el riesgo de que el movimiento verde se eche en brazos de una línea vendepatrias y pro-imperialista, manejada e instrumentalizada por los intereses y las consignas de las potencias extranjeras.

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