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‘Aguanta, somos la cuarta potencia de Europa, España no es Uganda’

Fueron las dos horas y media más importantes e intensas para España del último cuarto de siglo. Nunca antes, al menos desde el punto de vista económico, nuestro país se ha jugado tanto en tan poco tiempo.El rescate, la intervención, estuvo sobre el tapete de una videoconferencia que concentró todo el dramatismo de las grandes cumbres europeas, aquéllas en las que todo parece perdido y en las que cada uno trata de salvaguardar, sobre todo, sus intereses nacionales. Hasta que llega un momento en el que esos egoísmos chocan con el interés general.Lo que estuvo en juego el sábado por la tarde no sólo fue el futuro de España, sino el futuro del euro y del proyecto europeo. Y ésa fue la baza que jugó a fondo el Gobierno español para que, finalmente, el Eurogrupo aceptara su planteamiento.En realidad, la reunión del Eurogrupo, negada por fuentes oficiales el viernes, debería haberse producido después de que las auditoras Roland Berger y Oliver Wyman tuvieran ya los datos sobre las necesidades de capitalización de la banca española. Es decir, el día 21, para el que ya estaba prevista una reunión del organismo en el que están presentes los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro y el presidente del BCE, Mario Draghi.Pero el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, y el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, presionaron durante toda la semana pasada para resolver el problema de España antes de las elecciones griegas, que tendrán lugar el próximo día 17 de junio y en las que es probable una victoria de las formaciones partidarias de incumplir los planes de ajuste impuestos por la UE.Abordar el problema de España tras un posible colapso griego se antojaba muy problemático. Así lo veía también el Gobierno español, que finalmente aceptó adelantar la reunión. Al mismo tiempo, esa decisión le fue comunicada a Christine Lagarde, directora del FMI, para que el organismo hiciera público antes de lo previsto su informe sobre el sistema financiero español, en el que se estiman unas necesidades de financiación de en torno a los 40.000 millones de euros.

Durante los días previos a la reunión del Eurogrupo, el ministro de Economía, Luis de Guindos, estuvo en contacto con algunos de sus colegas europeos y también con el secretario del Tesoro de EEUU, Timothy Geithner, que se mostró absolutamente partidario de auxiliar a España en la tarea de lograr ayuda para sus bancos sin que eso supusiera condiciones suplementarias de tipo macroeconómico. Rajoy, por su parte, hizo lo propio con los primeros ministros europeos. Obama le hizo llegar que EEUU ayudaría en todo momento. La declaración de Obama del viernes fue la plasmación de ese deseo: EEUU cree que la recuperación será más rápida si la UE sale del marasmo, y para ello es crucial resolver el problema de la banca española.La partida del sábado, que comenzó a las 16.00 horas, puede decirse que se jugó en dos tableros. Por un lado, el ministro De Guindos sentado en su despacho del Ministerio de Economía, atendiendo a la teleconferencia con sus colegas de la UE. Por otro, Rajoy manteniendo contactos con algunos de sus pares europeos.La reunión empezó en términos muy duros. España puso sobre la mesa desde el primer momento la concesión de una línea de crédito para los bancos españoles que fuera suficiente no sólo para sanear el sector (el Gobierno cree que las auditoras no van a estimar en más de 50.000 o 60.000 millones de euros las necesidades), sino para garantizar un colchón que diese suficiente tranquilidad a los mercados. Eso elevaba la cifra a 100.000 millones. Hay que tener en cuenta que esa cantidad supone más de lo que la UE puso en el paquete de rescate de Portugal e Irlanda juntas. España pretende que las condiciones de esa línea de crédito, aún por ultimar sean especialmente ventajosas: tipo de interés al 3% y a un plazo de 30 años.Pero, al margen de eso, España quería más: que el crédito tuviera como destinatario de tránsito al Frob. Ésa era la forma de asegurar que el organismo público pueda mandar en las entidades rescatadas y evitar, así, que sean controladas por los organismos de la UE que presten los fondos, bien sea el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (Feef), o el Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede).Desde el primer momento se establecieron dos bloques. Pierre Moscovici (ministro de Economía de Francia) y Mario Monti (primer ministro y ministro de Economía y Finanzas de Italia) se posicionaron claramente del lado de España. Sin embargo, enfrente se conformó un bloque muy duro que pedía, a cambio de la ayuda financiera para los bancos españoles, garantías específicas y condiciones de política económica: Jan Kees de Jager (Holanda), Jutta Urpilainen (Finlandia), María Fekter (Austria) y Jürgen Ligi (Estonia).Kees de Jager fue especialmente exigente. No sólo quería que se condicionara el rescate financiero a nuevos recortes, sino que planteó que el FMI realizara informes trimestrales sobre el cumplimiento de los mismos, para poder cortar el grifo del crédito si no se llevaban a cabo.Jutta Urpilainen, por su parte, estaba obsesionada con las garantías de devolución y quiso imponer que las ayudas se instrumentalizaran a través del Mede, que entra en vigor a partir del mes de julio, porque en ese mecanismo la deuda es preferente y tiene prioridad sobre cualquier otra y, además, porque el Mede contará con un fondo en el que cada país aporta su cuota parte (a España le corresponderán 9.000 millones de euros).En un momento dado, la negociación estaba rota. De Guindos se los transmitió vía SMS a Rajoy, quien, desde La Moncloa, le contestó: «Aguanta. Somos la cuarta potencia europea. España no es Uganda».Fue entonces cuando el ministro español recurrió a su particular arma de destrucción masiva: «Si ustedes quieren forzar el rescate de España, vayan preparando 500.000 millones de euros y otros 700.000 para Italia, que tendrá que ser rescatada después que nosotros».Durante unos minutos, se hizo el silencio entre los conferenciantes. En previsión de que la negociación se alargara, el ministro español encargó a los servicios de su departamento una cena ligera para él y sus colaboradores. Incluso, Rajoy le llegó a pedir a De Guindos que si veía imposible llegar a un acuerdo, propusiera continuar la reunión durante el domingo.Fueron unos momentos de enorme tensión durante los cuales las perspectivas de un rescate de España dejaron de ser una hipótesis para convertirse en una posibilidad real e inmediata.¿Qué ocurrió entonces? ¿Quiénes ayudaron a desatascar el acuerdo? Curiosamente, dos de los tradicionales halcones de la política europea: Schäuble y Draghi presionaron para que los países díscolos rebajaran sus exigencias.¿Por qué lo hicieron? La respuesta la da una fuente involucrada en la negociación: «Fundamentalmente por dos razones: porque Europa no se puede permitir el lujo de dejar caer a España y porque, con este acuerdo, el que sale reforzado es el proyecto europeo y el euro».Finalmente, Holanda bajó el pistón, y aunque Finlandia sigue insistiendo en que la ayuda llegue a través del Mede, cedió para que se pudiera firmar el acuerdo; a condición, eso sí, de que ese asunto se resuelva posteriormente.Las dos horas y media más difíciles y cruciales de la economía española del último cuarto de siglo se salvaron con un acuerdo digno que permitirá financiar a los bancos más débiles sin condiciones macroeconómicas: ése era el objetivo del Gobierno.El Eurogrupo cree que eso ayudará a reducir las tensiones en los mercados en una semana en la que el euro tiene que afrontar su segunda prueba de fuego: las elecciones griegas. Pero, pase lo que pase el día 17, España tiene ya garantizada una línea de 100.000 millones que limitará la presión de los mercados, aunque naturalmente no impedirá que se siga aplicando una política de ajuste duro. Esa sí es una condición que el Eurogrupo quiso plasmar en su comunicado final.

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