Los problemas del campo en España

Agricultura, annus horribilis

El año que acabamos de cerrar ha sido seguramente uno de los peores de las últimas décadas para el campo español, y no por culpa del cambio climático.

La realidad del agro en nuestro aís es siempre sinónimo de contradicciones antagónicas entre mano de obra y terratenientes, antes, y entre agricultores y monopolios o centros de poder, hoy. Siempre luchas desiguales entre los que sólo tienen sus manos para trabajar y los que disponen de todo para aumentar sus beneficios a costa de lo que sea. Y si a esto le añadimos la dependencia del clima, se convierte en una vida inhóspita, dura. Este último año con la crisis el campo ha sido sometido a una presión sin límites que ha motivado un sinfín de movilizaciones en defensa de los derechos de agricultores y ganaderos. Tres son los motivos fundamentales que han atenazado al campo español y lo han llevado a una situación insostenible. En primer lugar el sometimiento a las imposiciones de Bruselas, que impiden que nuestra agricultura se desarrolle y sea competitiva. Sirva como botón de muestra el mercado lácteo donde tenemos que producir, gracias a las cuotas de producción que nos impone la Unión Europea, menos leche de la que necesitamos para nuestro propio consumo. Nos impiden hasta autoabastecernos, no tener siquiera un mercado interno y así vernos obligados a comprar leche a terceros países de la U.E. con los que en teoría deberíamos competir. En estas condiciones estamos sometidos económicamente a otros países porque lo mismo pasa con el aceite, la fruta o el vino. En segundo lugar al estar todo el sector alimentario monopolizado, especialmente por empresas francesas (Alcampo, Carrefour), éstas imponen los precios tanto de compra de productos a los agricultores como de venta a los consumidores, y evidentemente tratándose de monopolios imponiendo precios de miseria a los agricultores y seis, siete o hasta diez veces más caros a los consumidores, y, además consiguen otro objetivo que es acabar con la competencia de los pequeños y medianos comerciantes asfixiándolos con unos precios con los que no pueden competir. Y en tercer lugar al depender del gasóleo para poder poner en marcha toda la maquinaria de la producción agrícola, tanto en la preparación del terreno, en la misma siembra y recogida como en el transporte posterior, la subida desmesurada de su precio ha sido un golpe demasiado duro para el campo. Aunque las últimas bajadas del precio del petróleo han hecho disminuir los precios del combustible ha llegado demasiado tarde para muchos agricultores. Esta situación ha provocado que la renta agraria haya bajado el 3,4 por ciento en España, de acuerdo con las primeras estimaciones oficiales, y eso a pesar de que también ha caído el número de activos en el sector agrario.

Deja una respuesta