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Agonizante grito de Grecia a Europa

El mensaje de las elecciones del domingo en Grecia es inequívoco: los griegos no pueden y no van a continuar respetando el régimen de austeridad que ha llevado a su economía al borde del desastre. Es un mensaje que deben escuchar los alemanes y los otros europeos que continúan insistiendo en que Grecia pague su montana de deuda, sin importar el daño. Persistir dogmáticamente en su exigencia no sólo es malo para Grecia, sino peligroso para toda la Unión Europea.Es demasiado pronto para anticipar cómo Alexis Tsipras, el político inconformista cuyo izquierdista partido Syriza obtuvo el 36,3 por ciento del voto popular y casi ganó la mayoría absoluta en el Parlamento, tiene la intención de cumplir con las promesas que hizo a los votantes de abandonar el programa de austeridad mientras que reduce la deuda de la nación y se mantiene en el euro.Estas metas son fundamentalmente incompatibles, pero el nuevo primer ministro ha señalado a los europeos que está dispuesto a moderar sus ambiciones, una vez en el cargo. Es esencial que la canciller Angela Merkel de Alemania, que es vista por los griegos como el arquitecto principal del programa de austeridad, y la «troika» de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, que gestionan el plan de rescate griego, muestren una disposición similar a aliviar el tamaño y las condiciones de la deuda de Grecia.Algunos de los acreedores aún parecen sentir que una deuda es una deuda que debe ser reembolsada en su totalidad, y que los griegos «merecen» un castigo por su historia de despilfarro y fraude fiscal habitual. Pero la reducción de una economía en un 25% y tener a más de la mitad de los jóvenes sin trabajo -políticas que el señor Tsipras ha comparado a una tortura- no es el camino para que un país pueda pagar sus deudas. Grecia necesita un respiro, no sólo para dar el señor Tsipras la oportunidad de transformar el país sino también por el bien del resto de Europa.Grecia puede ser excepcional en el tamaño de su carga de la deuda, que es ahora aproximadamente del 177 por ciento del PIB, y sus problemas sistémicos son profundos. Pero los griegos no son los únicos en sus sentimientos de alienación e ira por la crisis económica que se ha extendido a muchos de los países más pobres de la Unión Europea; y Syriza es apenas el más radical de los partidos marginales que han surgido en Europa en reacción a la crisis. Si se empuja a Grecia hasta el límite y se obligada a incumplir sus pagos de la deuda, e incluso a abandonar el euro, las repercusiones económicas se extenderían por toda Europa. Políticamente, un «Grexit» -la salida de Grecia de la zona euro- rompería el supuesto de que no hay mejor refugio que el euro y desestabilizaría aún más Europa. Y seguramente avivaría los sentimientos anti-Unión Europea que han impulsado el crecimiento de los partidos de extrema derecha.Por supuesto, el señor Tsipras debe usar su mandato popular para impulsar las reformas internas fundamentales que su predecesor, Antonis Samaras, había comenzado. La aversión de las élites adineradas al pago de impuestos debe acabar, así como la corrupción, el nepotismo y el amiguismo en el gobierno. Oponerse a la austeridad no significa abandonar las reformas, como un grupo de destacados economistas escribió recientemente en The Financial Times. No hay mucho tiempo, sin embargo. El actual programa de rescate de Grecia expira el 28 de febrero, cuando los líderes de la Unión Europea -el señor Tsipras entre ellos- está programado que se reúnan en Bruselas el 12 de febrero Un anuncio de una extensión del programa durante varios meses sería una buena señal de que los europeos han escuchado el grito de los griegos y que están dispuestos a ser más sensibles.

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