La CUP veta a Artur Mas

Adeu, Artur, Adiós

Por más que algunos se empeñen, hay elementos como el aceite y el agua cuyas propiedades los hacen incompatibles entre sí­, no se pueden mezclar. Lo dijimos en estas mismas páginas nada más conocerse los resultados de las elecciones catalanas del 27-S: que Artur Mas no cante victoria. No sólo ha perdido en votos, es que ni siquiera puede contar como suyos los escaños de la CUP. Han bastado tres meses para certificarlo.

“Iría siendo hora de poner sobre la mesa la pura realidad: el proceso es el mayor fraude de la política catalana. Un mandato inexistente, una hoja de ruta en blanco, una legislatura muerta, y aún hablamos de investir al mayor cadáver político del momento. Bravo”. El twit de un destacado militante de las CUP pone de manifiesto el sentir de buena parte de la organización. «Lo que avanza es el viento contra los recortes, lo que retrocede es el proyecto soberanista»

El proceso ideado y liderado por Artur Mas “es el mayor fraude de la política catalana”. Levantó en 2012 la bandera de la independencia para cambiar el terreno de juego en que se desarrollaba la política catalana y ocultar así que en sus años de gestión de gobierno se había convertido en el más sumiso y fiel ejecutor de la política dictada por la troika, de los recortes y privatizaciones ordenados por el FMI y Berlín. Aún así, perdió 12 escaños en esas elecciones.

El 27-S, las elecciones que Mas quiso convertir en plebiscitarias se saldaron con una mayoría de votos contrarios a la independencia, como las mismas CUP reconocieron la noche electoral. No hay pues ningún “mandato” popular para ir a la independencia.

La vaciedad de la supuesta hoja de ruta hacia la independencia, la famosa declaración del Parlament que el Constitucional declaró ilegal, quedó claramente de manifiesto cuando, en sus alegaciones, la presidenta del Parlament, Carmen Forcadell, declaraba que en realidad la declaración no marcaba ningún rumbo político concreto, sino que era simplemente “expresión de un deseo”.

Con estos mimbres, que una organización como las CUP diera el paso, pese a todas las presiones recibidas, de rechazar la investidura del “mayor cadáver político del momento”, Artur Mas, como presidente de la Generalitat entra dentro de la más pura lógica.

Con su rechazo, y a no ser que ocurra en los próximos días algún extraño e inesperado movimiento, Artur Mas recibe un nuevo varapalo, se ve obligado a disolver el Parlament y convocar nuevas elecciones -las terceras en cinco años- para el próximo mes de marzo.

Quien crea que éstas van a ser una repetición sin más de las anteriores elecciones, que nada o muy poco va a cambiar la correlación de fuerzas políticas en Cataluña, es que no ha entendido nada de lo ocurrido en las dos anteriores, las autonómicas del 27-S y las generales del 20-D.

En ambas lo que se ha puesto de manifiesto es la irrupción de un viento popular contra los recortes, que ha propiciado un terremoto político en Cataluña, cerrando las puertas al “procés soberanista” que Artur Mas había encabezado. Frente al proyecto separatista encabezado por Artur Mas, la mayoría social ha impuesto en Cataluña la lucha contra los recortes como corriente principal.

Si en las elecciones de 2012, Mas consiguió en lo principal cambiar el terreno de juego político, sustituyendo la lucha contra los recortes por el debate sobre la independencia, tres años después ha ocurrido exactamente lo contrario. Lo que avanza es el viento contra los recortes, lo que retrocede es el proyecto soberanista.

Por eso la decisión final de las CUP es plenamente coherente. No sólo con sus propios postulados, sino también con la corriente principal que se desarrolla en Cataluña.

¿Qué camino tomará Artur Mas tras esto? Todavía es pronto para saberlo, y más tratándose de un personaje tan torticero como él. Lo que es seguro es que las CUP le han dado el último golpe para rematar, si es que aún había alguna duda, su condición de cadáver político.

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