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Activistas catalanes arman una cadena humana independentista

Cientos de miles de catalanes, en protesta de lo que consideran un abuso económico y cultural por parte del gobierno español, unieron sus manos el miércoles, el día de su fiesta nacional, en una cadena de humana de 400 kilómetros con la que querían enfatizar su llamamiento a la independencia de la región.

Los líderes del movimiento independentista esperaban que esta cadena, que iba desde los Pirineos al Mar Mediterráneo, reavivaría el impulso político de su causa e impulsaría a las autoridades regionales y estatales a convocar un referéndum de independencia en 2014.

No era posible saber inmediatamente si había habido huecos en algún punto de la cadena humana, pero las primeras indicaciones apuntaban a que la convocatoria había sido un éxito. Las imágenes captadas por los helicópteros desplegados por la televisión autonómica catalana no revelaban agujeros perceptibles en la cadena, ni siquiera en las zonas más rurales. Y en Barcelona, se respiraba un ambiente festivo mientras los ciudadanos unían sus manos en lugares tan emblemáticos como la Sagrada Familia o el Camp Nou, estadio del FC Barcelona.

Carlos Muñoz explicaba que él y su mujer habían viajado una hora y medio desde la Cataluña central, en tren, metro y bicicleta portátil, para poder ocupar sus puestos en la cadena en el centro de Barcelona. «Habría venido desde el doble de lejos para formar parte de esto», aseguraba.

Los participantes en la cadena humana vestían, por supuesto, de rojo y amarillo, los colores de la bandera catalana, en un mensaje sutil hacia Madrid. Una joven llevaba una pancarta en la que se leía «Cataluña no es España». Los estudiantes Mercè Esteve i Agnès Gassó portaban otra que decía «Libertad es el único camino».

Cataluña, la región más acaudalada de España, lleva tiempo asegurando que el gobierno central discrimina su lengua y su cultura y que extrae de ella muchos más ingresos fiscales que dinero aporta en inversiones. La dolorosa recesión en España ha intensificado las disputas por los escasos recursos y alimentado las llamas secesionistas.

La protesta celebrada el día grande de Cataluña podría dar un impulso a los activistas que intentan llevar a cabo la tarea organizativa aún más difícil de conseguir apoyos para el referéndum de independencia propuesto. El referéndum, que los dos principales partidos políticos catalanes quieren celebrar en 2014, cuenta con la oposición del conservador gobierno central y ha dejado al descubierto las tensiones en el seno del propio movimiento independentista.

En los últimos días, la reivindicación se ha visto en parte ensombrecida por los comentarios aparentemente contradictorios hechos por el presidente del gobierno catalán, Artur Mas, en relación al calendario para la propuesta consulta soberanista. En una entrevista en una emisora de radio la semana pasada, Mas parecía recular de su anterior compromiso de celebrar un referéndum el año que viene, alegando que no esperaba que el gobierno central lo permitiese. Añadió que los catalanes podrían tener que contentarse con unas elecciones regionales plebiscitarias en 2016 que tendrían el mismo impacto que un referéndum.

Los comentarios de Mas provocaron las quejas inmediatas de los miembros del segundo mayor partido político catalán, Esquerra Republicana de Catalunya, o ERC, que ha defendido la independencia de la región desde hace mucho más tiempo que el partido de Mas, Convergència i Unió, o CiU. Las dos formaciones se han convertido por conveniencia en aliados políticos desde que ERC aumentase el número de escaños en el Parlamento catalán y CiU los perdiese en las elecciones regionales del pasado noviembre. Ante las críticas del movimiento independentista, Mas cambió de nuevo su mensaje y aseguró que el referéndum se celebraría en 2014 «de una manera u otra» y se comprometió a «no retroceder ni un milímetro» de esa promesa.

El miércoles, en una rueda de prensa con medios extranjeros, Mas explicó que no era correcto que se interpretaran sus comentarios como una falta de coherencia o como indecisión ante los objetivos soberanistas. Aseguró que sus comentarios reflejan la realidad de que ha encontrado una «posición muy cerrada» respecto al referéndum por parte del gobierno central. Aseguró que contemplaba la opción de convocar elecciones como «un último recurso».

Hablar de un retraso en el referéndum es un sacrilegio para los independentistas. «Normalmente, la historia la escriben aquéllos que saben cómo aprovechar las ventanas de oportunidad antes de que se cierren», explica Elisenda Paluzie i Hernàndez, partidaria de la independencia catalana y decana de Economía de la Universitat de Barcelona. Citando la inusual efervescencia del secesionismo generada en parte por la crisis económica en España, asegura que los activistas independentistas catalanes disponen de una ventana de oportunidad de dos años para cumplir con su objetivo.

Otros analistas señalan que, si bien Mas ha intentado subirse a la ola del independentismo, no ha logrado hacerse con el control del movimiento. «Es un movimiento que siempre ha sido más sobre la gente corriente que sobre los políticos», afirma Joan Serra, portavoz de la Asamblea Nacional Catalana, la mayor de las 14 iniciativas ciudadanas que organizan la cadena humana. Califica el acto del miércoles de «una muestra de fortaleza» a la vez que una demostración de capacidad de organización.

La meteorología dio un respiro a los secesionistas, ya que la llovizna que cayó durante gran parte de la mañana del miércoles dio paso a un cielo soleado una hora antes del inicio de la protesta. Al grito de «independencia», los manifestantes se estrecharon las manos exactamente a las 1714, hora local. La hora de la protesta es simbólicamente importante porque el 11 de septiembre de 1714, Barcelona capituló ante la corona española tras un sangriento asedio.

Algunos de los catalanes que se oponen a la independencia dicen que incluso si la cadena humana fuera un éxito, sería un error darle demasiada relevancia. Los independentistas son «una minoría hiper movilizada» cuya voz se amplifica por los medios de comunicación catalanes favorables a la independencia, asegura Joaquim Coll, historiador de la Universitat de Barcelona. Asegura que el sentimiento de odio hacia Madrid ha emergido en Cataluña como respuesta a la crisis económica y es comparable al sentimiento contrario a los inmigrantes o al euro que ha aparecido en algunos países afectados por la crisis.

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