La fusión de Cuatro y la Sexta abortada

¿Acaso no matan a los caballos?

Si en la España de hoy hubiera que hacer un remake de Danzad, danzad malditos -el inquietante film de Sidney Pollack basado en la no menos desasosegante novela de Horace McCoy, «¿Acaso no matan a los caballos?»-, posiblemente muchas de las actuales cadenas televisivas serí­an candidatas a protagonistas de la desesperada pareja de bailarines en pos del premio final.

Si el asado mes de junio, una de estas parejas de baile, la Cuatro y la Sexta, parecían firmes candidatas al premio mayor, menos de tres meses después –y en parte gracias a las maniobras del maestro de ceremonias– los cuchillos han vuelto a relucir, la anunciada fusión parece diluirse, y en su lugar resurgen los viejos odios y rivalidades en la disputa por un menguante mercado publicitario. Ya dijimos entonces (ver Foros 68, del mes de junio), ante la alarma creada por la concentración que una fusión así supondría, que había demasiados gallos en ese corral para pensar en un final feliz. Finalmente, tras darse una nueva prórroga, a comienzos del pasado mes de agosto, el Gupo Prisa, propietario de Cuatro, remitía un comunicado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores anunciando la ruptura de negociaciones justo el día antes de la fecha tope. Fusión abortada Tras haber sido el mayor impulsor de las negociaciones –dictadas por la angustiosa situación financiera en que ha quedado el Grupo Prisa tras su OPA sobre Sogecable– su consejero delegado, Juan Luis Cebrián, las daba por rotas al no aceptar una valoración al 50% entre ambas cadenas y la cesión de la gestión de la nueva fusionada en manos del equipo directivo de la Sexta. Estas son, al menos, las razones difundidas oficiosamente por Prisa. Versiones menos benévolas, y seguramente más ajustadas a la realidad, hablan de la irrupción en medio de las negociaciones de “un señor muy principal, íntimo amigo y socio que fue del fundador, diciendo por las verdes praderas de Comillas que yo no me siento en un Consejo de Administración con esos golfos’. De ser cierta esta intrusión del gran banquero cántabro en la distribución del poder audiovisual en nuestro país, las cosas adquieren una nueva dimensión. Porque justamente en esas mismas fechas, el 13 de agosto, es decir, apenas 5 días después de anunciada la ruptura, el gobierno Zapatero anunciaba por sorpresa la aprobación inminente, “por vía de urgencia”, de un decreto gracias al cual se abrían las puertas a la TDT de pago. Y con ello la posibilidad de que la hasta entonces fantasmagórica cadena Gol TV (de los dueños de la Sexta) se convierta en un previsible buen negocio. Echando, además, por tierra las expectativas creadas en Prisa de que el acuerdo alcanzado con Mediapro sobre los derechos televisados del fútbol revitalizara y pusiera en valor su plataforma por satélite Digital Plus. Aumenta el grueso del calibre La reacción del Grupo Prisa a esta decisión de Zapatero ha sido tan fulgurante como contundente. Hasta el punto que el mismísimo New York Times publicaba en su edición del pasado domingo un amplísimo reportaje titulado “Extraña ruptura de El País con el líder socialista” y que comenzaba afirmando: “Cuando los fieles lectores abrieron el pasado domingo las páginas del diario más importante de España, El País, a algunos puede habérseles derramado el café con leche del desayuno. Con 30 años de antigüedad, el diario de centro-izquierda –desde siempre un apoyo fiable del gobernante Partido Socialista– publicaba una abrasadora caricatura representando al Primer Ministro José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza de un mapa de España hundiéndose, rodeado de tiburones representando el desempleo y el déficit”. La virulencia del ataque de El País contra Zapatero, puede haber sorprendido a muchos, pero no debería extrañar a nadie. Puesto que su intensidad es directamente proporcional a lo que el Grupo Prisa tiene en juego. Desde el inicio de la crisis, a nadie se le escapa que la abrupta reducción del mercado publicitario ha supuesto para las cadenas privadas –a pesar de que el gobierno les haya “regalado” para que se repartan la enorme tarta publicitaria de la Primera– un profundo traspiés económico. Pero si para el resto de cadenas privadas, esto se ha convertido en un grave problema, para Prisa se está convirtiendo, sencillamente, en una cuestión de supervivencia. Mientras el resto de cadenas privadas cuentan con el respaldo de potentes medios de comunicación internacionales dotados del suficiente músculo financiero como para atravesar un bache más o menos prolongado –Tele 5 con Berlusconi; Antena 3 con el grupo también italiano asociado a Lara y el Grupo Planeta; La Sexta con el todopoderoso imperio mediático de Televisa–, Sogecable, por el contrario, tras su separación de Canal + Francia del grupo Vivendi, camina como alma en pena arrastrando una deuda estratosférica que amenaza con devorarlo en cualquier momento. Y ahora, tras la ruptura con La Sexta se queda compuesta y sin novio. Y el feliz negocio que se prometía –gracias al acuerdo sobre el fútbol– de vender todo o una parte sustanciosa de Sogecable a Telefónica queda en agua de borrajas. Y la nueva renegociación –la tercera en año y medio– de los 5.000 millones de euros de deuda con un pool de 5 grandes bancos, aparece de forma creciente como la espada de Damocles capaz de decapitar, si no saben encontrar una salida viable, al que en otros tiempos estaba considerado como el Imperio por excelencia de los medios de comunicación españoles.El De Verdad digital también lo haces tú: Contribuye con la calidad del De Verdad digital puntuando este artículo y enviando tu comentario. El 31 de octubre se realizará un sorteo de entradas para los mejores conciertos y estrenos de cine, teatro y espectáculos de la temporada navideña entre los lectores que hayan participado opinando sobre cualquier artículo. Solo hace falta dejar tu email.

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