4 años de gobierno de Evo Morales

A por cuatro años más

¿Qué ha conseguido durante estos años el gobierno de Morales? ¿dónde están sus principales logros? ¿Dónde radican sus principales retos en la era Obama? Una de las cuestiones que más poderosamente llama la atención es el hecho de que Bolivia cerrará este año -en medio de la crisis económica más fuerte que haya sacudido al mundo desde el crack del 29- con un crecimiento del PIB del 4% y una inflación del tan sólo el 2%.

Este dato sería imensable hace unos años para el que es (¿o era?) uno de los países más pobres del continente con cifras de desnutrición, pobreza o mortalidad infantil similares a algunos países africanos. ¿Qué ha cambiado durante estos cuatro años en Bolivia? Las política de nacionalización del gobierno boliviano empieza a dar sus frutos. Entre 1940 y hasta la llegada del MAS en el 2005, la economía boliviana registró permanentes déficits. Sin embrago a partir del 2006 acumula superávits. Antes de la nacionalización de los hidrocarburos, el país recibía escasamente 300 millones de dólares anuales por la explotación y comercialización energética, mientras que en el 2009 este ingreso ha subido a dos mil millones de dólares anuales. En el 2006 las reservas internacionales de Bolivia alcanzaban solamente los 1.700 millones de dólares, mientras que en la actualidad esa cifra se ha incrementado a 8.500 millones de dólares. Bolivia también ha diversificado su mercado y fomentado la unidad regional. Por ello aunque con la crisis las exportaciones bolivianas han disminuido, el gobierno ha establecido fideicomisos o negociaciones con otros países, incluidos países europeos, China, Rusia, los miembros del ALBA o Mercosur, lo que le permite mantener a flote su economía. Gracias al superávit se financia la política social, la llamada Renta Dignidad, para personas mayores, el Bono Juancito Pinto para los escolares y el Bono Juana Azurduy para las mujeres embarazadas en un esfuerzo por reducir la mortalidad infantil. Claves del gobierno Pero este avance económico no ha “caído del cielo” sino librando una dura batalla política a nivel interno y externo contra el imperialismo, en la que Morales ha tenido que probar su firmeza. En cada una de las medidas económicas y políticas concretas de su gestión se ve una clara posición antimonopolista y antihegemonista. Esta es la principal clave, Morales desde el primer momento ha sido consciente de a qué se estaba enfrentado. La oligarquía tradicional, sus representantes y la oligarquía separatista de las autonomías apoyadas por Washington (recordemos que el embajador norteamericano fue expulsado del país por conspiración) desde el primer momento han usado todas sus herramientas mediáticas y políticas para desestabilizar al gobierno de Morales. Entre 2007 y 2008, después de menos de dos años de gobierno de Morales, hubo un recrudecimiento de la ofensiva de las clases dominantes apoyadas por el imperialismo que buscaban reestablecer sus privilegios. La victoria de Evo Morales en el referéndum revocatorio de agosto de 2008, con el 67,43 % de los votos, no provocó una reducción de la actividad de los grupos separatistas, al contrario, a pesar del apoyo popular al gobierno, estos sectores paralizaron la aprobación de la Asamblea Constituyente. La cúspide de esta actividad paramilitar de las oligarquía regionales finalizó con la llamada masacre del Pando. La condena de UNASUR (Unión de Naciones del Sur) y el fuerte rechazo interno a la acción violenta impidió que este movimiento de desestabilización terminara en un golpe de Estado o un magnicidio. Después de un año de boicot al referéndum de la Asamblea Constituyente los grupos separatistas apoyados por Washington no tuvieron ya más fuerza para impedir el referéndum, que desembocó en una nueva victoria de Morales a fines de enero de 2009, ya que fue aprobada por el 62 % de los votantes. La nueva constitución boliviana establece una serie de cambios radicales en el país y sus instituciones, ahora hay que librar una nueva batalla para llevarlos a la práctica. Uno de los cambios constitucionales más importantes -y que seguramente más costará hacer efectivo- es el que obliga a una reforma agraria en una país en que los terratenientes son amos. Por ejemplo, en los departamentos de Beni y Santa Cruz, 14 familias poseen 312.966 hectáreas y una gran parte de estas tierras no se explotan. Estas familias son soportes de los partidos tradicionales de la derecha. Son familias -que se apropiaron del suelo entre 1953 y 1992, en particular durante los regímenes dictatoriales militares- que se suman hoy al frente reaccionario contra la aplicación de la reforma agraria. Por su naturaleza, llevar adelante la reforma agraria en Bolivia supondría al mismo tiempo el desmantelamiento de la oligarquía terrateniente, principal base de apoyo del imperialismo en Bolivia. Es aún largo el camino por recorrer. El golpe de estado en Honduras y la instalación de las bases norteamericanas en Colombia son señales inequívocas de que los nuevos tiempos con Obama llegan cargados de retos para la región. Bolivia, uno de los flancos más débiles del Frente Antihegemonista, con mucha probabilidad será “bombardeado” por nuevas estrategias para forzar un cambio de gobierno. Washington está sacando de Honduras muchas conclusiones que utilizará para sus intereses. ¿Por dónde continuar los cambios? Es fundamental profundizar con la nacionalización de los hidrocarburos y otras empresas estratégicas del país. El gobierno recuperó las concesiones mineras de Huanuni para que sean administradas bajo la tutela pública, también la empresa de telecomunicaciones Entel que estaba en manos de capitales italianos, ahora se prevé la recuperación de los ferrocarriles y plantas hidroeléctricas. En ese sentido recientemente el gobierno anunció la nacionalización de las plantas hidroeléctricas de Corani, administrada por un grupo francés, y Santa Isabel, con el objetivo de garantizar el suministro de energía eléctrica a la población. Además de la nacionalización el gobierno invertirá en nuevas plantas hidroeléctricas con el objetivo de convertir a Bolivia en el centro energético de la región y con un fuerte perfil exportador. Este es un buen camino a seguir. Pero no es suficiente la nacionalización, es fundamental la industrialización. Incrementando la capacidad para producir bienes y servicios, empezando por los sectores estratégicos como los hidrocarburos. Bolivia debe asumir en los próximos años la creación de una industria de los derivados del gas y el petróleo. Por otra parte, es fundamental una redistribución en la propiedad de los medios de comunicación. El 80% del espectro mediático sigue en manos de unas pocas familias de la oligarquía o de inversores extranjeros como el Grupo Prisa. El activo papel jugado por los medios en la desestabilización del gobierno durante estos años es inocultable, es necesario crear un poder mediático alternativo e impedir el dominio que ejerce sobre la opinión pública unos medios que pertenecen a un reducidísimo sector de la sociedad. Por último, se ha convertido en una tarea imprescindible del gobierno desactivar las oligarquías separatistas y sus grupos paramilitares; al tiempo que Morales debe unir a los sectores populares de estas regiones atendiendo a las justas reivindicaciones sobre más poder autonómico o confiscaciones injustas de tierra a pequeños y medianos propietarios. El único enemigo del gobierno es la oligarquía aliada al imperialismo, esto debe plasmarse en cada medida del gobierno.

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